Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Cuando la Ciencia del ser se comprenda universalmente, cada uno será su propio médico y la Verdad será la panacea universal” (pág. 144).
Una curación, que fue para mí un ejemplo del amoroso cuidado que Dios me prodiga, ocurrió hace alrededor de dos años, cuando descubrí que se me estaba cayendo el cabello. Al principio, la cantidad que perdía no era mucha, pero pronto se hizo evidente que si no hacía algo al respecto — y sin pérdida de tiempo — en el futuro tendría que usar peluca.
Al comienzo, la situación me alarmó muchísimo. Mi cabello siempre había sido abundante y nunca, hasta ese momento, había tenido un problema de esa índole. Pero pronto fue evidente para mí que al sentirme así, estaba comprendiendo erróneamente lo que constituía mi verdadero ser. Yo tenía mucha fe, al recordar curaciones anteriores, que este problema podría ser solucionado por medio de una mayor iluminación espiritual.
En el Salmo 33:9 leemos: “Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió”. Y también en Eclesiastés 3:14: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres”. Estas verdades de la Biblia me daban mucho ánimo, especialmente cuando alguien me hacía preguntas o comentarios sobre la caída de mi cabello.
Desde el primer momento tomé la decisión de no tomar en cuenta mi apariencia física, a pesar de lo preocupante que pudiera parecer. Simplemente resolví esmerarme en arreglar, de la mejor manera posible, el cabello que me quedaba antes de que saliera para mi trabajo, y luego me aferraba con firmeza a mi vida perfecta en Dios, que es perfecto de por Sí. ¡No podría afirmar que siempre resultó fácil! En realidad, creo que me hubiera sido imposible hacer frente a ese problema de no haber sido por el apoyo que me brindaban las verdades que aprendía diariamente en la Biblia y en Ciencia y Salud.
Pero un día tuve una vislumbre de la curación. Esa mañana había estado pensando que inevitablemente iba a tener que comprarme una peluca, pero instantáneamente la situación me pareció tan absurda que me produjo risa. De pronto recordé que había estado escuchando una conversación donde alguien relataba que debido a cierta circunstancia, había perdido todo el cabello. Comprendí de inmediato que, sin darme cuenta, yo había permitido que se alojara en mi pensamiento la sugestión de que la decadencia y el deterioro podían separar al hombre de Dios de su creador. Aparentemente, al no haber erradicado esa sugestión de mi consciencia, se había hecho evidente en mi propia experiencia.
Me sentí muy contenta de poder ver con absoluta claridad que el problema no era otra cosa que una mentira respecto a uno de los hijos de Dios. Me regocijé sabiendo que no tenía que aceptar ninguna falsedad acerca de mí, ¡sea cual fuera!
Cada día rechazaba lo que veía en el espejo, en razón de que no estaba representando a la Verdad. Yo estaba firmemente persuadida de que Dios, el bien, mantiene a Sus ideas totalmente protegidas e inalteradas. Y debido a que “vivimos, y nos movemos, y somos” en el Dios perfecto (Hechos 17:28), yo sabía que esta realidad espiritual era una ley que excluía todo lo que era desemejante a El. Por lo tanto, toda discordancia de cualquier índole, incluso la caída del cabello, no ocupa lugar alguno en la creación perfecta de Dios.
Una de las grandes verdades que me daban aliento era que, puesto que vivimos en Dios, la única Mente perfecta, nada puede perderse, pues, ¿dónde iría a parar?
Poco tiempo después, volvió a crecerme el cabello, tan tupido y abundante como lo tenía antes. Mi peluquera estaba sumamente sorprendida por la rapidez con que el cabello había vuelto a crecer, y en varias ocasiones me preguntó si había seguido algún tratamiento especial o si me habían aplicado inyecciones o si había usado algún producto capilar para estimular el crecimiento del cabello. Me daba mucha alegría poder contestarle que no había utilizado ningún medio material.
En Ciencia y Salud leemos: “Nuestro sistema de curación por la Mente descansa sobre la comprensión de la naturaleza y esencia de todo el ser — sobre la Mente divina y las cualidades esenciales del Amor. Su farmacia es moral y su medicina es intelectual y espiritual, aun cuando se utilice para la curación física” (pág. 460).
Por esta curación y muchas otras, estoy muy agradecida.
O’Fallon, Misuri, E.U.A.