Pienso Que Me corresponde cumplir con mi deuda de gratitud a Dios y a la Ciencia Cristiana y compartir tres testimonios de curaciones concluyentes.
Sané instantáneamente de hemorroides. Cuando me hice un examen médico como requisito para el empleo, el médico amablemente me dijo: “Usted está físicamente bien de salud, pero cuando llegue a los treinta años necesitará una operación de hemorroides”. Como en ese entonces era un estudiante nuevo en la Ciencia Cristiana, no estaba lo suficientemente alerta para reconocer esto como un pensamiento erróneo — que no venía de Dios — y que necesitaba corregir con la verdad espiritual. Cuando cumplí los treinta años ciertamente se manifestó el problema de hemorroides. Al principio lo ignoré, pero entonces cierta vez el dolor fue tan intenso que me dije: “Algún día voy a sanar esto con la Ciencia Cristiana”. Casi de inmediato un mensaje angelical de Dios me vino al pensamiento: “¿Algún día? ¿Por qué no ahora?”
Obedeciendo ese mensaje, dediqué mi pensamiento de todo corazón a la oración. Esa mañana estaba en la ducha, antes de ir al trabajo. En menos de lo que se requiere para escribir estas líneas, declaré desde mi más elevado pero aún simple entendimiento: “Dios es Mente, y esa Mente infinita llena todo el espacio con su infinita pureza”. Comprendí que las hemorroides no eran más que manifestaciones de creencias mortales incorrectas acerca de Dios y el hombre. Pero no puede haber creencias incorrectas porque no existe una mente mortal falsa que piense en estas cosas. Todo el espacio está ocupado por la Mente infinita, Dios, quien crea y gobierna todo en perfecta armonía. Afirmé esta declaración y me fui a trabajar. Dos días después recordé el incidente, y me di cuenta de que no tenía evidencias de hemorroides. De esto hace varias décadas y la curación ha sido permanente.
Una segunda también concluyente curación tuvo lugar quince años después. Esta fue relativa a un caso grave de gripe intestinal. Esto ocurrió en pleno invierno y como vivíamos en el campo, debía ir al pueblo para comprar algunos artículos muy necesarios para el hogar, a pesar de que me sentía muy mal. Cuando me había alejado media milla de la casa, comencé a doblar para entrar en la autopista. En ese momento una cita de la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana de la semana me vino al pensamiento: “Y dijo Dios, Hagamos al hombre a nuestra imagen conforme a nuestra semejanza” (Gén. 1:26).
Esto es lo más lejos que llegué. Tuve un entendimiento tan claro de la presencia de Dios que para cuando terminé de doblar, todo vestigio de enfermedad había desaparecido y quedé completamente libre. Desde entonces, hace ya varias décadas, nunca más he vuelto a tener esa clase de problema.
La tercera curación se relaciona con repetidos ataques de acidez de estómago. Esta no fue una curación instantánea. Estos ataques me ocurrían de vez en cuando, y algunas veces eran bastante serios. En una ocasión había orado durante algún tiempo para entender la respuesta en Ciencia y Salud a la pregunta: “¿Qué es el hombre?” Pero no se produjo cambio alguno. A esta altura mi esposa me sugirió que consultara con un practicista de la Ciencia Cristiana, lo que hice. Fue interesante que justo me pidió que estudiara esta misma cita (véase pág. 475). Poco tiempo después tuve una curación completa. Y este estado, del mismo modo, nunca volvió a molestarme.
Palmetto, Florida, E.U.A.