Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El pensamiento espiritualizado trae mejoría al cuerpo

Del número de mayo de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los Cristianos Generalmente reconocen que Dios es incorpóreo, que es Espíritu, tal como lo enseñó Cristo Jesús. Y la Ciencia Cristiana nos demuestra que el hombre, como manifestación de Dios — como Su expresión — debe ser, por esa misma razón, espiritual e incorpóreo. La verdadera naturaleza del hombre, como expresión de Dios, está establecida en la Biblia desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento. En el Génesis, leemos que “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Gen. 1:27. En el libro de Job, dice: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida”. Job 35:4. Y Pablo declaró: “En él [Dios] vivimos y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos”. Hechos 17:28.

Estas declaraciones autorizadas y tan reconfortantes, nos muestran nuestra verdadera identidad. Nos permiten emerger de la ciénaga de pensamientos limitados y confusos acerca de nosotros mismos, y nos ubican sobre la cima de la montaña desde la cual obtenemos vislumbres de salud, bondad y finalidad inherentes a nosotros mismos, y que provienen directamente de Dios, nuestro Padre.

En la Ciencia Cristiana, la base para la curación es la presente perfección de Dios y de Su linaje, el hombre, o sea, la comprensión de que, debido a que la armonía es nuestro verdadero estado, por ser la expresión de Dios, debe manifestarse en nuestra vida. Cuando el pensamiento se espiritualiza y se purifica, percibimos con mayor claridad nuestra identidad inmortal. Ya no nos decepcionan los conceptos falsos que hacen alarde de ser nuestra identidad, e incluyen rótulos tales como: propenso a accidentes, enfermo, pecador o incapaz de hacer frente a todo tipo de situaciones.

Si el hombre es inmortal, tal como su Creador ¿qué es el cuerpo que vemos? La Ciencia Cristiana nos ayuda a comprender que el cuerpo es básicamente una objetivación del pensamiento. Podríamos decir que el cuerpo es un concepto que parece ser materialmente tangible. En realidad, no es una entidad autónoma que determina la experiencia de una persona. Por el contrario, el cuerpo es moldeado por los conceptos que la persona acepta en su consciencia. Por ejemplo, el restablecimiento de las funciones del cuerpo, se produce al permitir que las leyes científicas del gobierno de Dios, operen sin restricciones en el pensamiento, reemplazando así la pretensión de que la materia gobierna la acción del cuerpo.

La definición de Dios en Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy, dice: “El gran Yo Soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda sustancia; inteligencia”.Ciencia y Salud, pág. 587. Cuando comenzamos a comprender la ternura y el poder infinito de Dios y la verdadera naturaleza incorpórea del hombre, como Su semejanza, ya no sentimos la tentación de creer que debemos medicar el cuerpo, para que manifieste condiciones normales de salud.

Nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús, sanó el cuerpo, restableciendo su armonía y utilidad. Su método era dirigirse al pensamiento y a través del poder divino, transformaba el concepto que tenía el individuo acerca de sí mismo y de los demás. La transformación o espiritualización del pensamiento, es fundamental para la práctica de la Ciencia Cristiana. Poner el pensamiento consciente y consecuentemente en línea con la ley de Dios y el reflejo de Sus cualidades en nuestra vida diaria, es la mejor manera de espiritualizar nuestro pensamiento. Esta práctica bendice cada aspecto de nuestra vida y ayuda a conferir armonía al cuerpo.

Por medio de esta purificación del pensamiento, vemos con mayor claridad, la supremacía de Dios, Su omnipresencia y bondad. Percibimos más claramente que debemos abandonar las opiniones obstinadas, la voluntad humana, el temor, el resentimiento y los sentimientos semejantes, y debemos en cambio reclamar las cualidades genuinas de nuestro ser: salud, armonía, dominio, pureza, amor. Los conceptos debilitantes y limitativos acerca de Dios y el hombre, son reemplazados por maravillosas vislumbres de la luz y perfección del universo de Dios y el lugar eterno que ocupamos en él. El cuerpo refleja, inevitablemente, este punto de vista más elevado de nuestro Creador y de nosotros.

Es posible que para poder abandonar los puntos de vista anticuados acerca de nosotros mismos y de nuestro potencial, sea necesario un cambio radical en el pensamiento.

Es posible que para poder abandonar los puntos de vista anticuados acerca de nosotros mismos y de nuestro potencial, sea necesario un cambio radical en el pensamiento. En mi caso, fue la clave para una curación. Hace más de diez años, una fatiga extrema acompañada de mareos, me obligó a suspender todas mis actividades. Lo único que podía hacer era estar acostada de espaldas, en la cama. Me resultaba imposible llevar a cabo mis tareas diarias. Comprendí que necesitaba cambiar mi punto de vista respecto a todo lo que había estado pensando y haciendo. Con la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, volví a evaluar todas mis actividades, viendo a Dios como la fuente y el preservador de mi propia identidad. Comprendí que poner a Dios primero, con absoluta sinceridad, en cada una de las cosas que hacía, traería inevitablemente a mi experiencia, armonía y satisfacción. Fue un verdadero gozo corregir un pensamiento lleno de temor y de voluntad humana.

Jesús comprendió mejor que todos los demás, la unidad inmortal del hombre con el Padre. Cada uno de sus actos fue una afirmación del poder y la gracia de Dios.

Durante muchos días, oré y estudié para alcanzar una perspectiva más clara acerca de Dios, como Vida, Mente y Todo. Mis necesidades personales fueron satisfechas con ayuda de mis amigos, pero mi medicina fue la Mente; ¡y no dudé en tomarla en grandes dosis! Comprendí que el cuerpo está gobernado adecuadamente por medio de la ley divina, y que la espiritualización de nuestros afectos y propósitos, en obediencia a la ley de Dios, trae como resultado, la salud.

Fui recuperando fuerzas y confianza y pude estar de pie y caminar, sin dificultad. Comprendí, en mayor medida, que todo poder pertenece a Dios y que el hombre refleja Su poder y perfección. Me reintegré a mi trabajo y pude correr y escalar tal como lo hacía antes. Mi salud de restableció por completo.

Estando bajo el cuidado de Dios, ¿qué nos puede faltar?: ni fuerzas, ni salud, ni satisfacción. Nuestro entendimiento más claro acerca de Dios y el hombre y nuestro progreso en la práctica de vivir de un modo cristiano, nos permite actuar en conformidad con el plan eterno que tiene Dios para con nosotros y revela nuestra identidad gloriosa, sin trabas de ninguna especie. Los puntos de vista opuestos — de que el hombre es material y destinado al desastre — son silenciados. Nos volvemos más dispuestos a aceptar lo que la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “El hombre es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana”.Ibid., pág. 475.

Jesús comprendió mejor que todos los demás, la unidad inmortal del hombre con el Padre. Cada uno de sus actos fue una afirmación del poder y la gracia de Dios. Él vio y escuchó sólo aquello que provenía de su Padre. Podríamos decir que estaba continuamente hablando con Dios.

A medida que ponemos en práctica lo que vamos aprendiendo, alcanzamos mayor entendimiento. En la experiencia que he relatado, era necesario que yo reclamara mi verdadera identidad. Era necesario que me diera cuenta de que mi salud y mi actividad, provenían de Dios y eran gobernadas por Él. En cuanto dejé de sentir temor de que alguna parte de mi cuerpo pudiera funcionar mal o estuviese debilitada, pude levantarme con mayor vigor que antes y con más seguridad en mi identidad como expresión de Dios.

¿Sentimos que nos faltan fuerzas? ¿O necesitamos una mejoría en la vista o en el oído? Esas aptitudes mejorarán a medida que valoremos nuestra actual perfección espiritual. El cuerpo responde, inevitablemente, a la iluminación del pensamiento espiritualizado.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 1996

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.