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¿Pobre Dios? ¡De ningún modo!

Del número de mayo de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Era sábado por la mañana. Andrés aún estaba en cama. Paula estaba recostada en el sofá leyendo un libro cuando la mamá la llamó.

Paula se sorprendió cuando la mamá le dijo: “Andrés no se siente bien. No quiere levantarse. He estado orando con él, pero ahora tengo que prepararme para ir a trabajar. Tal vez tú puedas ir a verlo y hablar con él. Mientras tanto yo continuaré orando”.

Paula sabía que cuando la mamá le pedía que hablara con Andrés era porque quería que ella lo ayudara a recordar algunas de las cosas que él estaba aprendiendo acerca de Dios y el hombre en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Paula dijo: “Bueno”, pero ella no estaba tan segura de lo que le iba a decir.

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