Hace algunos años, por problemas económicos, mi esposo y yo tuvimos que dejar el departamento que estábamos alquilando y fuimos a vivir a una casa que nos ofreció un familiar suyo. Esta propiedad estaba disponible para nosotros por tiempo indeterminado. Si bien esto ya era en sí una demostración del cuidado y provisión inmediatos de Dios, yo seguía sintiendo la necesidad de tener nuestra propia casa.
La vivienda prestada era parte de una sucesión, y mi marido era uno de los herederos, por lo tanto parecía bastante lógico pensar que el dinero que se obtuviera de la venta podría ser la solución a nuestra necesidad. Tiempo después empecé a ver que este razonamiento no era el correcto. En la medida en que fui progresando en mi comprensión de que era el Espíritu y no la materia nuestro único proveedor, la idea de depender de la sucesión gradualmente fue desapareciendo. La expectativa fue dejando la base material para comenzar a adquirir su base espiritual. Si bien, desde el punto de vista material nada inmediato ocurrió, hoy, mirando a la distancia me doy cuenta de que en mi pensamiento sí estaban ocurriendo cosas. El terreno mental se estaba preparando, despejando, para poder escuchar lo que Dios tenía que decirme. Aprendí que esto no consistía en ideas de cómo obtener el dinero para la casa, sino ideas espirituales que hablan sobre lo que no se ve con los ojos. El cuadro humano debía quedar completamente a un lado "en mi pensamiento" para poder escuchar las ideas espirituales que Dios tenía para revelarme.
Dado que había decisiones que tomar con respecto al colegio de nuestros dos hijos, las cuales estaban totalmente relacionadas con una eventual mudanza, llegó un momento en que sentí la apremiante necesidad de terminar con esta situación. En ese punto recurrí a un practicista de la Christian Science para recibir ayuda espiritual por medio de la oración.
La idea central que compartió conmigo fue acerca de la parábola de Jesús sobre el trigo y la cizaña. Mary Baker Eddy explica que trigo y cizaña significan un sentido espiritual y un sentido material de la vida respectivamente, y que el hombre no es una mezcla de ambos, sino que su sentido es solamente espiritual — sólo "trigo". Diría que a partir de ese momento hubo un antes y un después en esta larga experiencia.
Cierto día, estando en mi casa mientras iba caminando por el pasillo me encontré razonando de este modo: "Pero entonces lo que verdaderamente necesito no es una casa, mi necesidad es mental, hay algo espiritual que necesito comprender".
Junto con ese razonamiento vino a mi pensamiento esta cita de Ciencia y Salud: "La causalidad espiritual es la única cuestión a considerar, pues, más que ninguna otra, la causalidad espiritual se relaciona con el progreso humano". Ciencia y Salud, pág. 170.
Dios nos revela lo que debemos comprender.
Y seguí pensando: "Yo, por mí misma, no puedo saber qué necesito comprender, ni llegar a deducciones espirituales si Dios no las revela en mi conciencia". Entonces me vino al pensamiento esta cita del mismo libro: "El Espíritu imparte la comprensión que eleva a la conciencia y conduce a toda la verdad". ibíd, pág. 505.
Durante los días siguientes estas dos citas fueron afirmándome en el sólido fundamento del razonamiento espiritual. Ahí no había incertidumbres, especulaciones, ni nada relacionado con lo material, eran solamente ideas espirituales. Todas mantenían un hilo conductor, pero ninguna de ellas me llevaba a un análisis de la situación humana a resolver.
"Buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia, y todas estas cosas os serán dadas por añadidura". Mateo 6:33, según Versión Moderna.
Algunos días más tarde, mi marido me mostró un aviso de una casa que se vendía en la zona que estábamos buscando. Si bien su valor superaba lo que podíamos pensar en pagar, aún así fuimos a verla. Resultó tener todas las comodidades que nuestra familia necesitaba. Así que solicitamos un crédito a pagar en 10 años y compramos la casa.
Ni bien recibimos el crédito, se desató en el país una crisis económica que amenazaba con subir las cuotas que debíamos pagar al banco cada mes en forma descontrolada. Me aferré a la idea de que Dios estaba presente, que la compra de esta casa había sido puramente una demostración espiritual y no producto de la suerte o la casualidad; me sentí normalmente tranquila y segura. Un año y medio después de habernos mudado tuvimos un ingreso extraordinario de dinero y pudimos terminar de pagar la casa ocho años y medio antes de lo previsto.
Todo había sido una hermosa demostración del Amor divino, sin embargo, todavía había un punto que me tenía un tanto disconforme. Después de comprar nuestra casa las propiedades bajaron un 30% de su valor, por lo que en teoría, pareció que habíamos perdido esa cantidad de nuestra inversión.
Es como si uno no terminara de confiar en Dios y Su Sabiduría. Hace pocos días me di cuenta de que, debido a las continuas variantes del país y al cambio de la moneda, para cuando cancelamos el crédito terminamos pagando el valor actual de la vivienda, o sea que, prácticamente, no perdimos dinero.
Estoy sumamente agradecida por esta casa, era una genuina necesidad, pero en el fondo de mi corazón lo que más valoro es la comprensión espiritual que obtuve como producto de esta experiencia. No me dejó en el mismo lugar en el que me encontró.