Los tres niños se dirigían sigilosamente en la oscuridad de la noche hacia las afueras del lugar. Sus pequeñas siluetas se recortaban nítidamente sobre el perfil de la ciudad dormida. Una enorme estrella, aparecida recientemente, alargaba sus sombras deslizándolas sobre el suelo rocoso.
— No recuerdo haberla visto antes — susurró Josué. — Su luz es mucho más poderosa que la de las demás — contestó Abdías, deteniéndose un momento a admirarla.
Unos días antes, los tres habían oído una conversación entre sus padres y unos pastores que atestiguaban haberla visto surgir de la nada, inmensa y esplendorosa como la luz de la mañana, según sus propias palabras.
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