Aprendí a decir esa frase en árabe cuando, después de casarme, visité a mi nueva familia en Egipto. La misma se usa para agradecer a la dueña de casa por su deliciosa comida.
Veinte años después, cuando mi cuñado Amir me escoltó hasta la mesa en su casa en el Cairo, él dijo algo en árabe y todo el mundo se rió. Mi esposo entonces me tradujo lo que había dicho: "No insistan".
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