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Fiestas Navideñas

Navidad sin fronteras

Del número de diciembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"TUS MANOS ESTÁN BENDECIDAS"

Aprendí a decir esa frase en árabe cuando, después de casarme, visité a mi nueva familia en Egipto. La misma se usa para agradecer a la dueña de casa por su deliciosa comida.

Veinte años después, cuando mi cuñado Amir me escoltó hasta la mesa en su casa en el Cairo, él dijo algo en árabe y todo el mundo se rió. Mi esposo entonces me tradujo lo que había dicho: "No insistan".

Esas palabras eran una especial cortesía para mí, y una respuesta a mis oraciones. He aquí por qué: En el Medio Oriente hay una costumbre que parece como una acalorada batalla entre el anfitrión y el invitado. Con las manos, el anfitrión pone comida en el plato del invitado sin preguntar. Se supone que éste tiene que protestar, alegando que la comida ha estado tan buena que ya no puede comer más. El anfitrión entonces insiste, diciendo que se va a molestar mucho si el invitado no disfruta de ella. El argumento en broma continúa hasta que finalmente el invitado cede y come.

Ésta era una costumbre que en mis anteriores visitas a Egipto me había disgustado, y Amir se había acordado de eso. Él es un hombre culto y bien educado que con mucho tacto le había dicho a todos que me dejaran comer en paz.

El año pasado, cuando comenzamos a hacer los planes para pasar diciembre en el Cairo, yo estaba contenta por todo lo que íbamos a ver excepto por la comida. Ésta se prepara de manera muy diferente que en los Estados Unidos, y yo había tenido que hacer algunos ajustes difíciles para responder a las estrictas reglas dietéticas de la familia musulmana de mi esposo.

Desde mi última visita, mi cuñado Amir se había divorciado y vuelto a casar, y nosotros nos quedaríamos varias semanas en la casa en la que él vivía con su nueva esposa, Nahad. Ella no hablaba inglés, y yo no hablaba árabe. ¿Acaso haré o diré algo sin ninguna mala intención que pueda ofenderla?, me pregunté. ¿Sentiré nostalgia al no tener las tradicionales celebraciones de Navidad de mi país?

Como de costumbre, la oración diaria formó parte de mi preparación para este viaje, y me sentí reconfortada cuando encontré este versículo de la Biblia: "porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Romanos 14:17).

Después de leer esto me di cuenta de que en cada comida podía poner mi atención en la hospitalidad que me ofrecían. Al reconocer que la preparación de la comida y el compartirla es una expresión de cuidado, bondad y amor — elementos puros presentes en el reino de los cielos — supe que las diferencias culturales no me podían afectar adversamente. Oré para ver a Dios, quien es Amor, como la fuente de todo acto de bondad, y para recibir Su guía de modo que yo tampoco pudiera ofender a nadie.

¿Y qué ocurrió con la Navidad? En The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, leí estas palabras escritas por Mary Baker Eddy: "En la Christian Science, la Navidad representa lo real, lo absoluto y eterno; las cosas del Espíritu, no de la materia (pág. 260).

Muy pronto comprendí que la Navidad era en realidad la celebración del gozoso conocimiento de las palabras y obras que Jesús había traído a la tierra — conocimiento de la cercanía de Dios y de Su amor por Sus hijos, que viene a nosotros a través de la oración. ¿Acaso necesitaba realmente del árbol, luces y tradiciones navideñas, para amar estas "cosas del Espíritu"?

Todavía me estaba haciendo estas preguntas cuando Amir y Nahad comenzaron a prepararse para la visita de varios primos, quienes, como Amir me había advertido, eran de una parte de Egipto donde la comida se come con las manos de platos comunes en la mesa.

Cuando se sentaron los invitados, Amir fue alrededor de ellos haciendo bromas y poniendo la comida con sus manos en los platos. No obstante, antes de eso con una cuchara sirvió grandes porciones en mi plato. Yo estaba a punto de protestar cuando miré a Nahad, quien se encogió de hombros y sonrió, como diciendo "Simplemente come lo que quieras y deja el resto".

Me relajé, conmovida al ver la ternura con la que Amir y Nahad atendían a sus invitados, y el genuino afecto que los primos demostraban hacia mi esposo. La conversación fue muy amena y la comida estuvo deliciosa.

En lo que para mí era la Nochebuena, fuimos invitados a la casa de otro pariente. Fue una fiesta grande, y las mujeres se sentaron en otra área, separadas de los hombres. La anfitriona insistió en sentarse junto a mí para ayudarme a separar la carne de las espinas de mi pescado con sus manos. Del otro lado del salón, Amir levantó una ceja, pero yo le sonreí tanto a él como a nuestra anfitriona. No había sido la Navidad lo que reunió a la familia, sino el amor y la agradable compañía, y eso era todo lo que yo podía desear.

Comí el pescado con alegría, y al final de la comida, cuando dije "Tus manos están bendecidas", lo hice con toda sinceridad.

UNA CELEBRACIÓN AL OTRO LADO DEL MUNDO

Hace unos años, la Navidad pudo haber sido una época muy solitaria para mí en Taiwan. Estaba trabajando en una escuela privada de inglés en Keelung, lejos de mi hogar y mi familia. Sin embargo, ocurrieron cosas que hicieron que la experiencia fuera encantadora, inolvidable e incluso parecida a otras Navidades.

La primera semana de diciembre viajé a Hong Kong por dos días para renovar mi permiso de residente; ya hacía seis meses que estaba en Taiwan. Hong-Kong parecía una ciudad occidental, con su gran variedad de mercancías y con la mayoría de las personas hablando inglés. Había un hermoso centro comercial que me recordó mucho a uno que estaba cerca de donde yo trabajaba en los Estados Unidos. Tenía las mismas decoraciones de gigantescos copos de nieve colgando de los techos altos y estaba lleno de árboles de Navidad y de compradores europeos y estadounidenses. Sentí como si hubiera hecho un corto viaje a mi país. Por primera vez hasta me agradó ver el lado comercial de la Navidad.

Sin embargo, había algo que era mucho mejor que los festivos negocios y compradores: mi hija Raquel venía para quedarse un mes conmigo. Gen Shin, un amigo mío que manejaba su taxi de noche en Taipei, se ofreció a llevarme al aeropuerto a recogerla. Esto fue muy generoso de su parte, ya que quedaba lejos de donde yo vivía, y un taxi hubiera sido muy costoso. Esperamos una hora antes de que Raquel llegara. Yo casi había comenzado a preocuparme de que hubiera perdido su vuelo, pero finalmente tuvimos un maravilloso encuentro. Tuve que recordarme a mí misma "las cosas buenas nunca son demasiado buenas como para no ser verdad".

En Nochebuena, Raquel y yo asistimos al servicio religioso de una pequeña iglesia en la escuela Guam Bae, donde yo enseñaba los sábados y algunas noches. Dos de mis estudiantes llevaron velas al frente, donde había un iluminado árbol de Navidad. El Padre Peter, quien había construido la iglesia y la escuela, leyó la historia de Navidad en chino. Entonces todos cantamos villancicos. Raquel y yo éramos las únicas que cantábamos en inglés. Después todos tomamos velas encendidas y caminamos por el barrio, mientras el Padre Peter iba al frente, sosteniendo una cuna con un muñeco representando al niño Jesús. Fue uno de los más sencillos y dulces servicios de Navidad que pueda recordar. No fue hablado en mi propia lengua, sino en el lenguaje universal del Amor divino.

Esa noche, después de viajar en autobús para regresar a nuestro pueblo, mientras Raquel y yo caminábamos hacia mi apartamento, un grupo de jóvenes alegres nos gritó "¡Feliz Navidad!" Aunque lo más probable era que no fuera una fiesta que ellos celebraban, sabían que nosotras éramos obviamente extranjeras y sí lo hacíamos, y ellos querían desearnos lo mejor. Más tarde esa noche, Gen Shin, el taxista, me llamó de un teléfono público para decirme: "¡Feliz Navidad, Cynthia, Feliz Navidad!" Este señor casi no sabía inglés y no era cristiano, no obstante, se tomó el tiempo para hacer un alto en su trabajo y enviarme un saludo especial.

Aquella Navidad en Taiwan me enseñó que dondequiera que uno esté en el mundo — cualquiera sea la época del año y por más lejos que nos encontremos de amigos, familiares, iglesia, y todo lo que es conocido y querido — nunca estamos solos. El amor de Dios no sabe de longitud, latitud, idioma o época del año, y está siempre con nosotros.

NAVIDAD EN EL SAHARA

Nuestro hijo había regresado del colegio para las fiestas y los misioneros necesitaban a alguien que hiciera de José en la obra de teatro de la escuela. Mientras que muchas chicas adolescentes se presentaban para el papel de María, ninguno de los varones era lo suficientemente grande o estaba dispuesto para hacer el de José. Entonces nuestro hijo aceptó. (Ayudó el hecho de que le gustaba la chica que hacía el papel de María.) Como indica la tradición de las obras teatrales sobre la Navidad en las iglesias, para vestirse él se vistió con mi vieja bata de baño y encontramos una pequeña toalla azul y blanca para cubrirle la cabeza. Se veía estupendo.

Mucha gente asocia el clima del Hemisferio Norte con la Navidad: nieve y campanas, un trineo grande para Santa Claus o Papá Noel, y unos renos, así como gente envuelta en suéteres, con gorros y botas, cantando villancicos. Pero fuera de Europa y América del Norte, esta festividad no es así. Aquel "invierno" en Mali, la temperatura había "bajado" a 25'C. La gente local temblaba en sus abrigos con capucha, pero para aquellos de nosotros que éramos de otros países, aquella Navidad era algo casi surrealista, pues estábamos afuera en camisa de manga corta, bajo el cielo nocturno de Bamako, con el río Niger a pocos metros de distancia, y los pescadores secando sus redes.

Mientras los murciélagos pasaban zumbando por encima de nuestras cabezas, cazando insectos, los niños representaron la antigua historia de la Navidad: María, tímida sin saber muy bien lo que quería decir el mensaje del ángel Gabriel; José también un poco confundido pero dispuesto a ayudar y proteger a María y al niño; los Tres Reyes Magos de preescolar (uno de los cuales tenía una corona de papel que se le caía continuamente); y los animales. Creo que había algunas cabras y ovejas de verdad pastando felizmente en el jardín. En la calle de tierra cercana, los burritos pasaban trotando con sus cargas. En general, podría haberse parecido mucho a aquella Navidad en Belén, excepto que María era de Perú, José de Zambia, y los Tres Reyes Magos eran de Canadá, Mali y Corea.

Entonces llegó el momento de cantar villancicos. No hacía frío, pero cantamos "Buen rey Wenceslao", "Noche de Paz" (en francés, inglés y bambara), y "Joy to the World" (Al Mundo Paz).

Esa noche sentimos algo inolvidable. Yo lo llamaría la reconfortante presencia del Cristo, trascendiendo el tiempo, el lugar y la etnia. Aquella noche me recordó la universalidad del mensaje de Navidad y las Buenas Nuevas del Evangelio. Me recordó que la Navidad no tiene nada que ver con la cultura, sino con la gracia de Dios. Nos recordó que el corazón del cristianismo es universal y está vivo.

Y cuando salimos a la calle para regresar a casa, hasta ¡vimos un verdadero camello!

BAJO UN SOL AFRICANO

En mi hogar en Lusaka, Zambia, celebro la Navidad con algunos de mis hijos y tantos amigos como pueda traer a nuestra casa. Nos sentamos adentro, protegidos contra el ardiente sol. A través de las ventanas, podemos ver las ponsettias [planta conocida como Nochebuena en México, Estrella Federal en Argentina, y Estrella de Navidad en España], que crecen profusamente. En la distancia, escuchamos a los niños jugar fútbol, que es su pasatiempo predilecto durante las vacaciones de verano.

Antes de comer nuestra cena de Navidad, hacemos una pausa para agradecer por la vida de Jesús, quien es la roca — el fundamento — de la bondad que celebramos en esta época del año. Reconozco que el verdadero festín, la satisfacción más profunda, fluye de practicar las enseñanzas de la Biblia y de Ciencia y Salud, y otros escritos de Mary Baker Eddy, quien ha vertido tanta luz radiante sobre las Escrituras.

Para mí la Navidad es mucho más que comer, beber, alegrarse, y como es tradicional en nuestra cultura, bailar. Gracias a la Christian Science he aprendido a valorar la Navidad como una oportunidad para reconocer la verdad de que el cielo está dentro de nosotros mismos.

La Sra. Eddy nos dio rico alimento para el pensamiento cuando escribió: "Dejemos que el altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor — el reino de los cielos — reinen en nosotros, y el pecado, la enfermedad y la muerte disminuirán hasta que finalmente desaparezcan" ( Ciencia y Salud, pág. 248). Este pasaje me resulta muy útil porque África es un continente donde las enfermedades son una gran preocupación, y donde oramos a diario para estar protegidos.

Considero que la Navidad es un obsequio que trasciende el bullicio de las fiestas, que tan a menudo oscurece el mensaje que los ángeles dieron a los pastores. Me agrada seguir el ejemplo de Mary Baker Eddy, quien en una ocasión escribió: "Me gusta observar la Navidad en quietud, humildad, benevolencia, amor, dejando que la buena voluntad para con los hombres, el silencio elocuente, la oración y la alabanza expresen mi concepto del aparecimiento de la Verdad" (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 262).

Ésa es mi meta para la Navidad.

RECUERDOS DE UNA ESTUDIANTE

La Navidad para mí es una alegre mezcla de culturas, comidas y tradiciones. Nací en México de padres argentinos, y he vivido en los Estados Unidos desde que tenía siete años. En consecuencia, hablo español con acento argentino e inglés como una estadounidense.

A pesar de las presiones que siento por estas fiestas en mis clases en el Instituto Tecnológico de Massachusetts,Priscilla se graduó con un título en Diseño y Arquitectura, y ahora está por terminar sus estudios de Administración de Empresas y Marketing. me encanta esta época del año. Permito que el Día de Acción de Gracias y la Navidad, así como el Día de los Reyes, una tradición hispana que se celebra el 6 de enero, se unan y surjan como una expresiva muestra de gratitud.

Me gusta pensar especialmente en María, la madre de Jesús, y en su importante contribución en lo que ahora conocemos como la Navidad. Ella tuvo una gran percepción espiritual del hijo que iba a tener.

También pienso en Mary Baker Eddy, cuyos logros muestran la fortaleza que tuvieron las mujeres en la historia del cristianismo. Ella escribió: "Jesús procedió de la autoconsciente comunión de María con Dios. De ahí que él pudo dar una idea más espiritual de la vida que otros hombres y demostrar la Ciencia del Amor — su Padre o Principio divino" (Ciencia y Salud, pág. 29).

La Navidad no se trata de alguna tradición o cultura en particular. La alegría que trae a nuestra familia no depende del estado o país en el que estemos viviendo. Se trata de reunirnos con la gente que más quiero en el mundo y renovar la gratitud que sentimos los unos por los otros.

En Nochebuena, después de una típica comida argentina — que en nuestra familia incluye palmitos y palta (avocado) rellena de atún, luego pavo, cerdo o "peceto" al horno, y finalmente frutillas (fresas) con crema — abrimos nuestros regalos. Es siempre una tranquila noche juntos — a menudo en pijamas, puestos después de cenar — en la que tratamos de renovar nuestro compromiso de diseminar esta "Ciencia del Amor" dentro de nuestra familia, y entre todos aquellos con quienes nos encontramos. Es realmente algo muy especial.

LA NAVIDAD TE AMA DE TODAS MANERAS

Ésa iba a ser mi primera Navidad sola, de modo que justo después del Día de Acción de Gracias, comencé a sentirme triste.

Hacía unos meses que me había divorciado, y comenzado un nuevo trabajo en una nueva ciudad, y acababa de mudarme a un pequeño apartamento tipo estudio, con mi gato. Como era nueva en el trabajo, sólo me daban el 25 de diciembre libre.

No obstante, a medida que pasaban los días, comencé a pensar en el humilde ambiente que rodeó a la primera Navidad. María, José y el bebé estaban lejos del hogar, en un extraño y populoso pueblo, sin siquiera un lugar donde dormir. María dio a luz a su primer hijo en un establo.

¿Habrá aquí alguna lección para mí? Viviendo con medios muy modestos, sola en un lugar extraño, puede que yo pudiera aprender la fuente básica del amor.

El niño Cristo fue el obsequio de amor que Dios hizo a todo el mundo. Realmente percibí el amor paternal que Él sentía por mí. Por ser Su hija, yo era el objeto del cuidado y la alegría del corazón de Dios. Los sentimientos de soledad comenzaron a desaparecer.

Decidí invitarme a aquella primera Navidad. Quería ser testigo del nuevo nacimiento — la revelación en mi corazón de que yo era la hija misma de Dios y podía vivir las cualidades de pacificadora, sanadora y ser el ejemplo más lleno de gracia del amor. Tomé conciencia de todo el amor que me rodeaba — los niños sentados en la falda de Santa Claus en la galería comercial, la gente haciendo compras, decoraciones por todas partes, los villancicos que se escuchaban. Éstos eran más que expresiones humanas de alegría, reflejaban la alegría de la divinidad.

¿No era acaso ésta la idea del amor universal, el mensaje mismo de Cristo Jesús? Yo podría haber pensado que todo el amor que estaba percibiendo pertenecía a las otras personas, pero ahora podía ver que la alegría, el amor y la paz deben ser para todos en todo momento, porque Dios es Amor. Todo el amor que podía ver era mío también.

Al conectarme conscientemente con la primera Navidad, comencé a sentir el amor de las fiestas. Me divertí, decoré mi apartamento, envolví el regalo que le compré al gato, hice galletas para la oficina, y canté villancicos navideños en la oscuridad con el arbolito encendido. No estaba sola.

Desde entonces, siempre que comienza la temporada, recuerdo aquella primera Navidad, y eso hace que estas fiestas sean una alegría para mí.

Este artículo apareció primero en www.spirituality.com. Visítelo para encontrar más artículos sobre la Navidad.

SALUDOS DESDE NUEVA ZELANDA

Como muchas familias de Nueva Zelanda, la mía se encuentra bastante dispersa. Tenemos parientes en Australia, Inglaterra, Sudáfrica, Canadá y del otro lado de Nueva Zelanda. No siempre podemos estar juntos para Navidad, pero cuando lo hacemos, disfrutamos mucho en particular del kiwi y las tradiciones familiares.

Por lo general, pasamos la Nochebuena con amigos, disfrutando de una barbie (barbacoa — carne asada), con el aire invadido por el aroma de jazmines y el canto de una sinfonía de cigarras. O quizás nos reunamos para hacer un picnic en la playa, bajo el majestuoso árbol pohutakawa (árbol de Navidad de Nueva Zelanda) con sus sorprendentes flores rojas.

En este momento familiar tan especial, por lo general pienso en la observación que hace Mary Baker Eddy de que "el hogar es el lugar más querido en la tierra, y debiera ser el centro, mas no el límite, de los afectos" ( Ciencia y Salud, pág. 58). Puesto que nuestra familia está acostumbrada a pensar internacíonalmente, ese concepto de hogar nos ofrece la oportunidad de abrazar a todo el mundo en nuestros pensamientos y oraciones.

El menú de nuestro día de Navidad también refleja nuestro carácter internacional. Desde hace ya muchos años, comemos panqueques y tocino en el desayuno, y una tradicional carne asada inglesa para el almuerzo, la que siempre incluye arroz para mi papá, y a menudo ensaladas apropiadas para enfrentar el clima cálido. En algún punto durante el día a mi esposo y a mí nos gusta salir a caminar entre la hermosa vegetación nativa, o ir a la playa cercana a jugar con una pelota.

Me he dado cuenta de que cada año la Navidad para mí se centra menos en los regalos y más en valorar la presencia del Cristo. Me siento muy agradecida por la evidencia del amor expresado y compartido por todos este día. Trato de atesorar este amor y oro para ver paz en las diferentes relaciones que tengo en mi whanau (extensa familia en maorí, lengua nativa de Nueva Zelanda).

También encuentro que la Navidad es el momento perfecto para comenzar con las resoluciones de Año Nuevo. Si es posible, trato de salir sola por un rato para prepararme para el año que yace por delante, orando para que el Cristo ocupe un lugar primordial en mi vida, y en la de las familias de todas partes, a cada momento de cada día en los meses por venir.

Si yo tuviera que enviar una de esas resoluciones como saludo de las fiestas desde Nueva Zelanda a los lectores del Heraldo, simplemente diría en palabras de Isaías: "Regocíjate... levanta canción", y "ensancha el sitio de tu tienda" (Isaías 54:1, 2).

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