Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

De regreso sana y salva

Del número de diciembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Te agradecería mucho que oraras por nosotros", me rogó mi vecino. La familia estaba frenética llamando a todos los vecinos para ver si teníamos alguna información sobre su hija de doce años que había sido raptada por un hombre armado cuando estaba con otras chicas.

Yo me sentí muy conmovida ya que amaba a esos padres, a esa niña y al resto de la familia. Aunque era muy tarde por la noche comencé a orar de inmediato.

Pensé en el hecho de que Dios es bueno y está en todas partes. Sabía que donde estuviera la niña, Él también estaba, manteniéndose en comunicación con ella y dándole ideas que le traían consuelo. Oré para comprender que la niña estaba justo en ese momento recibiendo la guía divina, sintiendo el amor de Dios por ella, consciente de Su cuidado. La persona que la había raptado también era parte del reino de Dios y estaba gobernada por la poderosa ley divina de la armonía.

Continué orando así durante varias horas, cuando de pronto sentí una gran sensación de paz. Percibí claramente que todas las verdades sobre las que había estado orando eran una realidad inalterable. Para ese entonces, ya era pasada la medianoche. Me fui a la cama y me dormí tranquilamente sin más preocupación o temor.

A la mañana siguiente, cuando salía para mi trabajo, noté que mi vecino había colocado un gran cartel en su jardín que decía: "Gracias por sus oraciones. ¡Dieron resultado!"

Más tarde me enteré de que la niña había sido liberada cerca de una cabina telefónica a la medianoche, con dinero para llamar a sus padres. No le habían hecho daño alguno.

Toda la comunidad sintió un gran alivio, mientras que yo también aprendí una lección mucho más grande con esa experiencia: a nunca desestimar el poder de la oración. Me he dado cuenta de que mi oración, así como la de mis vecinos, no solamente protegieron a la niña, sino que también evitaron que el hombre que la había raptado cometiera un delito mayor.

Pero el cartel en el jardín de la familia fue el que nos dio la lección más grande. La familia se había tomado el tiempo para reconocer el poder de la oración. Nunca me voy a olvidar de ese cartel. Fue una expresión muy clara de la gratitud de toda una familia por el poder de la oración.

Desde entonces nunca he rechazado un pedido de ayuda mediante mis oraciones.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 2004

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.