"Te agradecería mucho que oraras por nosotros", me rogó mi vecino. La familia estaba frenética llamando a todos los vecinos para ver si teníamos alguna información sobre su hija de doce años que había sido raptada por un hombre armado cuando estaba con otras chicas.
Yo me sentí muy conmovida ya que amaba a esos padres, a esa niña y al resto de la familia. Aunque era muy tarde por la noche comencé a orar de inmediato.
Pensé en el hecho de que Dios es bueno y está en todas partes. Sabía que donde estuviera la niña, Él también estaba, manteniéndose en comunicación con ella y dándole ideas que le traían consuelo. Oré para comprender que la niña estaba justo en ese momento recibiendo la guía divina, sintiendo el amor de Dios por ella, consciente de Su cuidado. La persona que la había raptado también era parte del reino de Dios y estaba gobernada por la poderosa ley divina de la armonía.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!