PRIMERA PARTE — EN LA PLAYA
Me crié en el área de San Francisco, y mi familia a menudo pasaba los fines de semana y las vacaciones en la playa. Ahora vivo en la costa opuesta, pero sigo llevando conmigo el amor por la belleza de la playa. Una de las actividades que más me gusta es salir a dar largas caminatas por la arena al amanecer o al atardecer. Mientras camino me gusta buscar algunas joyas de la naturaleza, como conchillas, cristales de mar, y las piedritas gastadas por el mar a las que yo llamo lisitas.
Hace dos veranos, mi hija y una amiga vinieron de visita a nuestra cabaña de la playa, y planeamos salir a caminar temprano por la mañana. Aunque me agradaba la idea, me sentía renuente a hacerlo. Hacía casi un mes que estábamos en la costa, pero yo no había podido salir a caminar. Físicamente no andaba bien; sentía como si tuviera algo dentro de mí que no me pertenecía. Sospechaba que era un tumor. No me podía abrochar los pantalones, y los síntomas eran muy alarmantes. No había buscado un diagnóstico médico porque, como siempre había hecho, me estaba tratando por medios espirituales. Me esforzaba por orar calladamente, y también por mantenerme quieta a fin de no agravar la condición. Pero aquella mañana superé el temor y salí de todos modos, caminando y orando a Dios en busca de apoyo, y para estar más consciente de Su presencia que de esa condición física.
Mientras caminábamos recogí una "lisita" y, frotándola con la mano, empecé a pensar en una historia de la Biblia que habla de piedras lisas. Recordé que cuando David, un joven pastor, se preparó para encontrarse con Goliat — un hombre enorme, poderoso y temible — optó por usar como arma piedras lisas, en lugar de la vestimenta de guerra que le ofrecían y con la que no estaba familiarizado. Véase 1 Samuel 17:1—50.
Siempre que he aplicado esta historia a mi propia vida a fin de aprender alguna lección espiritual, he pensado que Goliat representaba una amenaza, mientras que las piedras que usó David eran ideas que él conocía muy bien y que actuaron como una defensa contra ese enemigo. Al caminar por la playa, no podía recordar cuántas piedras había llevado David para luchar contra Goliat. Pero recordé cinco cosas bellas, todas diferentes en forma y color. Yo no sabía qué representaban las piedras de David, no obstante, en mi oración estuve atenta para escuchar qué hechos espirituales saldrían en mi defensa y podrían consolarme en mi lucha por encontrar salud y paz. Entonces me vino al pensamiento lo siguiente:
1. Dios me hizo.
2. Dios me ama.
3. Dios me mantiene.
4. Dios me envía muchas bendiciones.
5. Estos son hechos permanentes, que son verdad ahora y siempre.
Siempre me habia apoyado en la oración para sanar, y ésta no fue la excepción.
Estas ideas me parecieron bastante básicas, no obstante, pude ver que la experiencia de David fue simple pero poderosa. Él salió a luchar contra Goliat con sencillez, con confianza, sin ostentación; tan sólo con una bolsita de piedras. (Me sentí halagada cuando busqué la historia en la Biblia y descubrí que en la bolsa de David había cinco piedras, justo como las mías. Eso me alentó mucho; era como si Dios me estuviera ayudando a recurrir nuevamente a este ejemplo de cómo derrotar a un gigante.)
Si bien no sané ese día, tenía algo inspirador con qué orar. Para mí las ideas eran muy significativas porque sentía que Dios me las había enviado. Formé una línea con las piedras en el alféizar de la ventana y cada vez que las veía me acordaba de que Dios hizo, ama y mantiene a Su creación. Él envía infinitas bendiciones a Sus hijos, y estos hechos son espirituales, permanentes y confiables. Como las piedras que estaban en el alféizar de la ventana, sentí como que estaba alineándome con un Dios en quien me podía apoyar, y que esas verdades espirituales eran una fuerte defensa.
SEGUNDA PARTE — UN PAR DE MESES DESPUÉS
A fines de octubre, estaba todavía en la playa, y continuaba orando.
Un día me sentía intranquila y decidí salir a caminar. Aquel otoño se había caracterizado por las frecuentes y violentas ráfagas de viento, y hacía días que estaba lloviendo. De modo que cuando vi que mejoraba un poco el tiempo, decidí enfundarme en mi abrigo y salir. En un momento dado, el viento volvió a soplar con tanta violencia, que casi no podía permanecer parada. Entonces me di cuenta de que había caminado demasiado y estaba muy lejos de casa.
La situación era una metáfora perfecta de mis sentimientos. Me sentía agotada de batallar contra esta condición física. Miré alrededor para ver si había alguien que me pudiera rescatar, pero yo sabía que mi ayuda no estaba en ningún vehículo que pasara. Necesitaba inspiración, un mensaje de Dios que me ayudara a resistir firmemente ante este Goliat. Di unos pasos. Mi paraguas no servía para nada, sólo me dificultaba aún más caminar. Empapada de lágrimas de lluvia, me detuve y me pregunté: ¿De qué tienes tanto miedo? ¿Qué piensas que va a pasar? ¿Acaso Dios te va a abandonar? Entonces me llegó la respuesta: El problema es que, aunque has resistido firmemente muchas cosas en tu vida, nunca has sentido tanto desaliento, tanta desesperanza como ahora. Es contra esto que estás luchando.
Por un momento estuve de acuerdo. Parecía tener sentido. Muy bien, pensé. Así que de eso se trata. Tengo miedo porque nunca antes me he visto enfrentada con una desesperación tan grande, o con la amenaza de morir. Fue entonces que sucedió algo sorprendente. Comencé a recordar algunas de las curaciones espirituales que había tenido en el pasado, y me di cuenta de que el temor siempre había sido un factor, incluso la posibilidad de morir. Y en cada ocasión, había resistido firmemente esas amenazas mediante una oración persistente.
Dios sólo le da el bien a Su creación.
De modo que yo ya había enfrentado situaciones así antes. La tentación de pensar que no lo había hecho era una mentira. No era un mensaje de Dios. Era justamente lo contrario, un pensamiento desalentador y destructivo. Advertir que había sido casi engañada me ayudó a comprender que toda la manifestación de la enfermedad es un engaño. Es totalmente desemejante a Dios, de modo que no puede ser real. Ahora yo necesitaba ver más allá de ese engaño y darme cuenta de que por más que alguna condición, ya sea una enfermedad o cualquier otro mal, parezca ser real, sólo es un pensamiento errado y engañoso.
Todavía de pie bajo la lluvia torrencial, a continuación pensé: ¿Entonces qué hago ahora? ¿Hacia dónde voy? ¿Cómo llego a casa? Estas preguntas se aplicaban tanto a la tormenta como al remolino mental en el que estaba envuelta.Entonces me llegó el mensaje por el que había estado orando. Fue claro y fuerte: Vas a resolver esto de la misma manera que has resuelto otras situaciones. Y es también de esa forma que regresarás a casa ahora mismo. Vas a avanzar poniendo un pie delante del otro. Un pensamiento sanador seguiría al otro, y ellos me librarían del desaliento, la oscuridad y la enfermedad.
Con cada paso que daba experimentaba más esperanza y confianza. No miraba la pequeña cabaña que estaba allá en la lejanía, sólo miraba el camino que tenía por delante y mis botas verdes que se movían un paso a la vez. No tenía ningún sentido sentirme ansiosa por la distancia que tenía que recorrer o por la fuerza del viento. Llegaría a destino avanzando con paciencia, paso a paso. La tormenta todavía soplaba con furia, pero yo me sentía muy tranquila. Dios estaba conmigo y me guiaría constantemente hasta obtener la curación.
TERCERA PARTE — DESPUÉS DE LA TORMENTA
Llegué a casa. Me di un buen baño caliente, y miré las cinco piedras lisas que estaban en el alféizar de la ventana. Repasé sus mensajes: Dios me hizo. Dios me ama. Dios mantiene lo que Ella hace. Dios me llena de bendiciones. Estos son hechos espirituales permanentes. Permití que "penetraran bien en mis oídos", Lucas 9:44. como en una ocasión Jesús les pidió a sus discípulos que hicieran con sus enseñanzas.
Estas ideas comenzaron a superar mis quejas corporales. Empecé a recurrir a Dios constantemente, pero con calma. Supe que estaba ganando terreno cuando lo busqué por amor y no por miedo. Llegué a ver que los síntomas eran desafíos a los cinco hechos espirituales que había estado afirmando. Y sabía que era legítimo objetar esos desafíos porque Dios sólo le da el bien a Su creación, y este bien divino es permanente.
El ejemplo de David me recordó que tenía que analizarlo de manera simple. Entonces pensé en quién soy: una expresión de Dios, una de las ideas del Espíritu. Pasé horas en oración considerando qué significa ser una idea espiritual: ¿Cómo es una idea espiritual? ¿Qué incluye una idea espiritual? ¿Qué hace una idea espiritual? Pensé en muchas descripciones, pero mis conclusiones fueron algo así: Una idea espiritual es como la Mente divina que la concibió. Incluye todo el bien, todos los conceptos correctos y saludables. Su actividad es expresar el bien y la armonía de su Creador. Me pregunté: ¿Acaso una idea espiritual precisa mejorar? ¿Necesita de adiciones, alteraciones, de arreglo alguno, o de un médico? Sentí una especie de sagrado privilegio al orar por estas ideas. Fue un poco como deambular por una playa espiritual, recogiendo los tesoros que yo comprendía que eran verdades sanadoras y perdurables.
Los cielos se aclararon sobre la isla de Nantucket, y muy pronto regresé a mi casa en Nueva York. No sé exactamente cuándo la ropa comenzó a irme bien, ni cuándo desapareció aquella extraña sensación dentro de mí, pero no mucho después me sentí normal otra vez.
Semanas más tarde, estaba leyendo Ciencia y Salud y me encontré con esta frase: "Declarad la verdad a toda forma de error. Tumores, úlceras, tubérculos, inflamaciones, dolores, coyunturas deformadas, son sombras de sueños diurnos, imágenes oscuras del pensamiento mortal, que huyen ante la luz de la Verdad". Ciencia y Salud, pág. 418. Me di cuenta de que había evitado compenetrarme con esta oración por muchos años. Sentí que la entendía por primera vez, y que era muy cordial, y no me daba temor. Acababa de percibir el poder que tiene declarar la verdad. Comprendí que podía oponerme firmemente a esa serie de condiciones físicas porque la Verdad, Dios, es todopoderosa. Estas descripciones del mal no tienen poder porque Dios no las hizo. Con este entendimiento las tormentas se disipan y con la luz llega la victoria.