Desde chica había padecido de asma y mi madre me llevaba a cuanto especialista en bronquios le recomendaban. Lo había intentado todo, pero todos esos remedios — inyecciones, vacunas, tratamiento homeopático y nebulizador — sólo me daban un alivio temporario. Cada invierno el problema se repetía.
Con el transcurso de los años mi condición de salud seguía igual. Ya me había casado y tenía tres hijos, y aún no podía tomar frío ni mojarme pues siempre esto era seguido de un ataque de fatiga. Esa situación era parte de mi vida. Además, el agitar del mundo, con sus afanes, temores y preocupaciones, me habían llevado a sentir mucha tristeza.
Tiempo después, conocí el libro Ciencia y Salud, y decidí pedirle a una practicista de la Christian Science que orara por mí. La lectura de este libro me había dado la esperanza de sanar y de vivir en un mundo armonioso.
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