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UN REINO EN PAZ

Del número de septiembre de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El profeta Isaías hizo una declaración sorprendente cuando dijo: "Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará". Isaías 11:6.

Esta visión de las criaturas de Dios viviendo unidas y en paz, nunca deja de inspirarme. Me parece interesante que la profecía de Isaías no funde esta gloriosa mezcla de animales en una sola especie. Cada una de ellas sigue siendo diferente e individual, llevando a cabo su propia función en la infinitud de la creación de Dios. No obstante, esas variadas funciones se combinan en un todo armonioso, sin violencia, competencia ni asperezas.

Por supuesto que la unidad no implica uniformidad. Es una unicidad espiritual expresada en una diversidad valiosa y práctica. Como señaló Mary Baker Eddy: "Dios tiene incontables ideas, y todas ellas tienen un mismo Principio y un solo progenitor... Ni la misma eternidad puede revelar la plenitud de Dios, puesto que no existe límite para la infinitud o para sus reflejos". Ciencia y Salud, pág. 517.

Sin embargo, esta miríada de reflejos de lo Divino no puede sino estar unificada, porque todos provienen de la misma fuente. El hecho espiritual de que hay un solo Dios y una sola creación es la base que fundamenta y sostiene cada faceta del universo infinitamente diverso de Dios. "Todo lo que Dios imparte se mueve de acuerdo con Él, reflejando bondad y poder". ibíd, pág. 515.

El elemento principal de desunión es el concepto material o carnal de la vida.

Entonces, ¿cómo puede ser que estas variadas expresiones de Dios se muevan de acuerdo con Él y las unas con las otras, en especial cuando, con tanta frecuencia, tenemos gustos, valores y aspiraciones tan incompatibles? Percibí la respuesta a esta pregunta hace muchos años, cuando mi familia se mudó a un nuevo vecindario.

En aquel entonces, nuestros hijos todavía no eran adolescentes, y los nuevos vecinos eran una pareja mayor. Mi familia había pasado gran parte de esos años en el campo, y tenía muy poca experiencia en vivir con vecinos cercanos. Muy pronto, éstos nos pidieron que controláramos a los niños para que no hicieran ruido, y tratamos de hacerlo. Yo no sentí ningún resentimiento por esto. La verdad es que agradecí la oportunidad de hacer prácticas las instrucciones de Jesús de amar a nuestro prójimo. Sin embargo, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, las quejas continuaron.

Un día, después de otra de esas llamadas, le dije a nuestra vecina que de ninguna manera eran nuestras intenciones causar molestias en el vecindario y terminé prometiéndole que ni bien enviara a mi hijo al campamento de verano, comenzaría a buscar otro lugar donde vivir.

A la mañana siguiente, mientras cosía apurada los rótulos con el nombre en las prendas de mi hijo y terminaba de empacar sus cosas, esta vecina apareció en la puerta de mosquitero de mi casa y me pidió que le abriera. Al principio dudé, no tenía mucho tiempo y, francamente, no tenía ganas de que me llamaran la atención otra vez.

Sin embargo, me sorprendió cuando me dijo: "No será más de un minuto, sólo quiero darle un beso".

Me explicó que acababa de regresar de la iglesia y quería pedirnos que no nos mudáramos. "Nos estamos poniendo viejos y nuestras costumbres se han hecho rutinarias", me dijo. "Pero queremos mucho a su familia".

Ese momento fue el comienzo de una maravillosa amistad que fue creciendo con los años. También me enseñó una lección que nunca voy a olvidar sobre cómo lograr la paz y unidad, porque el cambio en esta relación no empezó con mi vecina. Empezó conmigo, con mi deseo de ser generosa y mi disposición de mudarme a fin de que hubiera armonía.

Yo había aprendido que la voluntad de Dios es siempre buena, que bendice a todos y que puedo aceptar esta voluntad como la mía propia. No necesitaba aferrarme a la casa o a mi opinión de cómo debían hacerse las cosas. Y si bien yo no sé lo que mi vecina había estado haciendo en la iglesia aquella mañana, es obvio que también se estaba acercando a Dios. Eso nos permitió a las dos escuchar lo que necesitábamos escuchar, y como resultado hubo una solución pacífica.

Para mí, este tipo de alineamiento con el Divino es la clave para la unidad. Y para ello es fundamental estar dispuesto a hacer la voluntad de Dios, en lugar de la propia. Jesús era tal vez el ejemplo más grande de esto. Él siempre buscó conocer y hacer la voluntad de su Padre. En ese conmovedor momento en el jardín de Getsemaní, antes de ser traicionado y crucificado, exclamó: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Lucas 22:42.

Al comentar sobre esto en Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribió: "Cuando el elemento humano en él luchaba con el divino, nuestro gran Maestro dijo: '¡No se haga mi voluntad, sino la Tuya!' — a saber: No sea la carne, sino el Espíritu, lo que esté representado en mí". Ciencia y Salud, pág. 33.

El elemento principal de desunion es el concepto material o carnal de la vida. Es no reconocer al único Dios, a quien la Biblia llama Espíritu. La oración que se hace para que el único Espíritu, o Dios, esté representado en nosotros, es respondida mediante ideas que traen bendiciones universales.

Cada uno de nosotros tiene la oportunidad a cada hora de ayudar a traer una pacífica unidad a nuestro mundo. Esto muchas veces requiere dejar de lado las opiniones meramente personales y escuchar con humildad la dirección de Dios. La única Autoridad suprema nos da a todos las ideas que necesitamos para coexistir en paz, por más diversos que seamos. Es Dios quien unifica nuestros propósitos y medios para llevarlos a cabo, y nos muestra que, sí, que el leopardo puede reposar "con el cabrito".

Fue muy interesante para mí que fuera un niño quien guiara a los animales que se mencionan en esa profecía de paz de Isaías. Ese pensamiento inocente, como el de un niño, que depende de la guía de nuestro Padre-Madre, nos une entre sí y con todo lo que es bueno. Puesto que el hecho científico es que hay un solo Dios, tenemos la gloriosa oportunidad de ser parte del cumplimiento de todas las profecías de unidad y paz en la tierra.

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