El sol se va hundiendo lentamente en el horizonte formando cálidos tonos de rosa, naranja y rojo. Poco después desaparece para regresar a la mañana siguiente, trayendo nuevos rayos de luz.
A veces, es fácil olvidar que, a pesar de su belleza, el movimiento del sol en el cielo no es nada más que un engaño. Sin embargo, hubo una época en que prácticamente toda la humanidad estaba equivocada, bajo la ilusión de que el sol giraba alrededor de la tierra. El mundo no tenía base alguna para creer lo contrario, y así fue. hasta principios del siglo XVII, que es cuando Galileo probó la teoría de Copérnico de que la tierra gira alrededor del sol. El descubrimiento de Galileo es uno de tantos ejemplos en la historia humana que prueban que la vista a menudo engaña, y que un hecho científico tiene prioridad sobre las apariencias.
No obstante, es interesante que uno tenga que remontarse aún más atrás en la historia para encontrar más relatos convincentes sobre el progreso del conocimiento humano, relatos que revelan los orígenes del desarrollo espiritual de pensamiento humano. La Biblia contiene suficiente información para ser considerada, no sólo como un registro extraordinario de episodios, sino también como una fuente de inspiración. Jeremías, el profeta bíblico, señaló que el universo está lleno de un Ser infinito que es el mismo por todo el espacio y la eternidad. Él escribe: "¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?" Jeremías 23:24. Estas reconfortantes palabras tienen una profunda implicación. Se refieren a la infinitud del cielo y de la tierra — de todo el universo — gobernado y ocupado por completo por un solo Principio, que es Dios Mismo.
¿Cómo puede uno experimentar la infinitud divina — esa presencia de Dios que los ojos no pueden ver — de la que habla Jeremías? Para algunas personas, la respuesta yace simplemente en creer que Dios existe. Pero, ¿qué pensaría usted de la posibilidad de conocer y comprender la naturaleza de Dios? Uno puede lograr esto tornándose mentalmente hacia otra dirección, aquella que se caracterice por la disposición de ver a Dios no como un ser sobrenatural y remoto, sino como una realidad que es espiritual.
La oración es el medio por el cual sentimos esta presencia que todo lo abarca.
Para Mary Baker Eddy la realidad espiritual era algo que se podía probar. Ella se dio cuenta, a través de su propia experiencia de curación e investigación de la Biblia, de que el cristianismo que Jesús enseñó se puede practicar hoy en día, y sana la enfermedad de la misma manera que lo hacía en aquella época. Descubrió que es un sistema de principios que todos pueden practicar cuando estás dispuestos a razonar espiritualmente, y dar un paso más allá de simplemente creer en Dios.
Entonces, ¿cómo se razona espiritualmente? Primero, cierto grado de confianza en lo que no se ve nos lleva a admitir la existencia de esta realidad espiritual. Respecto a esta confianza que muchos llaman fe, Mary Baker Eddy escribió: "La fe es más elevada y más espiritual que la creencia. Es un estado de crisálida del pensamiento humano, en el cual la evidencia espiritual, contradiciendo el testimonio de los sentidos materiales, empieza a aparecer, y la Verdad, lo siempre presente, empieza a comprenderse". Ciencia y Salud, pág. 297. Este "estado de crisálida" es el umbral donde nuestro razonamiento comienza a desenvolverse y nos lleva a una comprensión más plena que excede lo que puede brindar un simple acto de creer. En esta compresión más plena se encuentra que Dios es una presencia infinita, no un ser sobrenatural y distante. Y esta comprensión indica que estamos hablando de una ciencia.
El reconocimiento que tenía Cristo Jesús de la existencia de la realidad espiritual explica las instancias en que él superó condiciones materiales, tales como cuando caminó sobre el agua, restauró la salud y el bienestar de muchos, y venció la muerte misma. Esta era, en esencia, la Ciencia del Cristianismo, la Ciencia que Cristo Jesús conocía. La manera de comprender esta Ciencia yace en reconocer la realidad espiritual como la base desde la cual razonar y orar. Cualquiera que esté dispuesto a familiarizarse con el sistema de razonamiento espiritual que Jesús conocía, puede descubrir que tiene un efecto beneficioso en las condiciones humanas.
Muchos aceptaron la venida de Jesús como el esperado Mesías que envió su Padre celestial y que fue anunciado en el Antiguo Testamento. De modo que Jesús no se refería a sí mismo como Dios, sino como aquél cuyo Padre era Dios. De hecho, cuando sus discípulos le preguntaron cómo orar, él les enseñó una oración Véase Mateo 6:9–13. que une a todos en este mismo Padre. Al declarar quién es este Ser Supremo, el Padre de todos, esta oración comienza con las palabras "Padre Nuestro".
Mary Baker Eddy escribió: "El Cristo era el Espíritu a que Jesús aludió en sus propias declaraciones: 'Yo soy el camino, y la verdad, y la vida' y 'Yo y el Padre uno somos'. Este Cristo, o divinidad del hombre Jesús, era su naturaleza divina, la santidad que le animaba". Ciencia y Salud, pág. 26. De modo que el Cristo, como lo reveló M. B. Eddy, no está confinado a la figura de Jesús y a su ministerio de hace 2000 años. El Cristo es la voz del bien que por siempre le habla a la conciencia humana sobre la realidad espiritual de la presencia de Dios. Esto explica por qué las obras de Jesús no eran hechos milagrosos que dependían de su poder personal. Eran más bien el resultado de su expresión del Cristo, la naturaleza más elevada de cada hijo e hija de Dios como Él los creó. Y la acción del Cristo tiene el poder de despertar la naturaleza espiritual de cada uno, aún hoy. El origen divino de esta Ciencia, o sea, Dios Mismo, ha existido por siempre.
Ciencia y Salud dice esto de la realidad divina hacia la que el Cristo señala: "No hay más que un camino que conduce al cielo, la armonía, y Cristo en la Ciencia divina nos muestra ese camino, Es no conocer otra realidad — no tener otra consciencia de la vida — que el bien, Dios y Su reflejo, y elevarse sobre los llamados dolores y placeres de los sentidos". ibíd., pág. 242.
Oración: la manera de sentir la presencia de Dios
Si la presencia divina es la única realidad que existe, tal como el Cristo está siempre revelando, entonces la oración se puede definir como el medio por el cual conocemos y sentimos esta presencia que todo lo abarca. Impide que seamos engañados por la información que ofrecen los sentidos físicos. Cuando el punto de partida de la oración es el reconocimiento de que Dios, o el "Padre Nuestro", es el Principio, o ley, que gobierna Su universo infinito, uno parte del hecho básico de que Dios es la fuente de toda existencia. Esta oración que reconoce una realidad espiritual infinita, implica cultivar el hábito de apartarse de la escena material, no como quien ignora los problemas, sino como una afirmación y aceptación de que el reino espiritual es la única realidad. Es infinito y ya es perfecto. Y la infinitud no sólo llega hasta los rincones más remotos del universo, sino que está tan cerca como el aire que respiramos.
Entonces una manera eficaz de comenzar a orar es reconocer que la armonía ya está establecida, porque no puede estar ausente si la presencia de Dios es infinita. El Principio de todo ser, Dios, es la base del razonamiento espiritual, como indica Ciencia y Salud "El universo, lo mismo que el hombre, debe ser interpretado por la Ciencia desde su Principio divino, Dios, y entonces puede comprenderse..." ibíd., pág. 124.
Es por esta razón que el discernimiento es clave para orar científicamente, por que nos permite sentir la presencia divina. Es el discernir entre lo que es verdadero y lo que se piensa que es verdadero, es decir, entre la realidad espiritual y la apariencia material,que nunca coinciden, porque la primera es eral y es lo único que existe. Por lo tanto, la última debe ser un engaño, por lo que se ve en la superficie, los sucesos parezcan ser exactamente lo contrario. No obstante, la actividad mental necesaria para conocer estos hechos espirituales, eleva la conciencia a la percepción de que la realidad divina es la única realidad.
La oración científica reconoce que la obra de Dios ya es perfecta.
Si uno está dispuesto a razonar sobre la base de la omnipresencia de Dios, puede silenciar cualquier cosa que no corresponda con la presencia divina, o no represente la perfección de Dios. M. B. Eddy enfatizó esto cuando dijo: "La perfección es la base de la realidad. Sin perfección nada es absolutamente real". ibíd., pág. 353. Esto indica que Dios es incapaz de crear algo que pueda destruir Su propia infinitud. Es por esa razón que la oración científica no incluye pedirle a Dios que mejore o corrija Su universo, sino que reconoce que la obra de Dios ya es perfecta.
Las barreras desaparecen
Entonces, ¿qué es lo que a veces impide que la humanidad experimente la armonía que caracteriza la perfección de Dios? puede ser nada que sea verdadero, si es que los hechos verdaderos son buenos y espirituales. Tiene que ser una noción equivocada que se abriga, una suposición de que existe otro poder, un poder que no proviene de Dios. Pero en la infinitud divina, toda entidad destructiva que pareciera actuar en contra de la armonía es imposible, porque la infinitud, o la misma presencia espiritual de Dios, no puede ser invadida por un poder exterior. No existe nada que se encuentre afuera de la infinitud. La hipótesis de que existen fuerzas externas contradice el concepto de infinitud. Por lo tanto, todo lo que trate de interrumpir la paz del gobierno que Dios tiene de Su universo es una forma de superstición, y ésta se puede disipar cuando uno reconoce conscientemente la totalidad de la presencia de Dios.
El reino de la realidad de Dios es coherente. En él no pueden existir condiciones contrarias, tales como, la infinitud y lo finito, la eternidad y el tiempo, el espíritu y la materia, la perfección y la imperfección. Cuando uno empieza a concebir la idea de que la presencia de Dios es el bien y es lo único que realmente existe, es natural cuestionarse si los conflictos y las perturbaciones realmente tienen lugar en esta presencia divina. El medio donde parecen manifestarse es el cuadro engañoso, como el sol que se mueve por el cielo. La única manera de evitar las consecuencias de cosas que parecen ocurrir en este cuadro, es negarse a permitir que nos atemoricen, y reconocer únicamente la realidad espiritual. Es así como uno despierta de ese estado hipnótico, y se da cuenta de que lo que parecía estar ocurriendo no estaba, de ninguna manera, sucediendo. Llegar a esta meta en la oración restaura la salud y el bienestar. Y, en esencia, alcanzar este punto es llegar al punto de partida, donde la realidad de Dios era y es lo único que realmente existe.
La realidad espiritual no cambia
Hace siglos, cuando finalmente fue aceptado el descubrimiento que hizo Galileo de que el sol era el centro de nuestro sistema planetario, ¿dónde ocurrió ese cambio? Nada nuevo había ocurrido. La única diferencia fue que la ciencia había demostrado que un hecho antes desconocido era verdad.
Al hablar de la naturaleza irreversible de los hechos espirituales, Mary Baker Eddy escribió: "La realidad espiritual es la verdad científica en todas las cosas. La realidad espiritual, repetida en la acción del hombre y de todo el universo, es armoniosa y es el ideal de la Verdad. Las realidades espirituales no están invertidas; la opuesta discordia, que no tiene semejanza con la espiritualidad, no es real". ibíd., pág. 207. El universo está en realidad lleno de Dios y Su creación, como dijo el profeta Jeremías. Y si la realidad no tiene espacios vacíos porque Dios en Su totalidad lo ocupa todo, esta única realidad es inexpugnable y no puede ser invadida por ningún otro poder.
A medida que este hecho se hace más claro en la conciencia, uno comprende que puede andar a salvo por las sendas de la realidad espiritual de la presencia de Dios, porque por sus innumerables sendas de infinitud, no hay nada que temer, nada que pueda hacer daño, nada que pueda oponerse a la realidad del bien. En cada punto, la paz armoniosa e infinita de Dios es lo único que permanece.
