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Supera temor a un aborto

Del número de septiembre de 2005 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando estábamos por cumplir nueve años de casados, mi esposo y yo hicimos algunos planes para cuando llegara nuestro décimo aniversario. Ambos ya mayores y sin hijos, pensábamos tener una vida tranquila y disfrutar de paseos y de algunos viajes a lugares cercanos que hasta el momento no habíamos podido realizar. Nuestra meta era terminar la construcción de nuestra casa y dedicarnos a una vida apacible, dejando atrás años de intenso e incesante trabajo y esfuerzo, y el triste recuerdo ocasionado por la pérdida de tres embarazos.

Entonces me eligieron para ocupar un puesto en mi iglesia por lo cual me tuve que dedicar a estudiar e investigar profundamente el libro Ciencia y Salud, que se transformó en una herramienta sumamente valiosa para mí. Lo veía como aquella escalera que vio Jacob en su sueño que apoyada en tierra, su extremo tocaba el cielo y por la misma subían y bajaban los ángeles de Dios (Génesis 28:12) Para mí, esos ángeles eran los pensamientos e ideas espirituales que este libro me iba revelando.

Fue entonces, en medio de esta atmósfera mental tan vivificante y alentadora, que comencé a sentir un frecuente malestar físico. A instancias de mi familia y para su tranquilidad, fui al médico, y enorme fue la sorpresa cuando me informaron que estaba embarazada. Y allí comenzó el desafío, un largo camino de comprensión y superación de los temores ocasionados por las experiencias anteriores.

Ni bien me enteré del resultado, llamé a una practicista de la Christian Science para que me apoyara con su oración. Había tenido algunas pérdidas de sangre que yo pensé eran debidas al ciclo mensual, pero ahora, al enterarme del embarazo, supe que eran hemorragias.

Al poco tiempo tuve otra hemorragia. Alarmada llamé a una obstetra quien me dijo que estaba perdiendo el embarazo. Llamé desesperada a la practicista y le comenté que un familiar iba a llevarme al hospital. Fui orando todo el trayecto. Me revisaron y me dijeron que ya no había hemorragia, que aparentemente estaba todo bien, pero que había sido una amenaza de aborto, por lo que me iban a internar para observación debido a los "antecedentes y a la edad". Durante los días que permanecí allí esperando que me hicieran una ecografía, creo que oraba las 24 h y casi no dormía por estudiar la literatura de la Christian Science que había llevado. Sentía un gran temor por dicha ecografía, pues en los casos anteriores todas habían tenido un resultado negativo. Continué orando y en mi estudio encontré muchas ideas útiles para superar mis temores, como dice la Biblia: "Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas" (2° Corintios 5:17).

Después de hacerme la ecografía me dijeron que estaba todo bien, pero que debía guardar reposo. Regresé a casa y tomé ese período de quietud como un sosiego para mi pensamiento, tratando de ver esta experiencia como: "Una morada de quietud, tienda que no será desarmada ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus cuerdas será rota" (Isaías 33:20). Así tenía que ser mi conciencia, "una morada de quietud", firme con mi fe en Dios. Estudié muchas citas sobre "desarrollo", como la siguiente: "Dios expresa en el hombre la idea infinita que se desarrolla eternamente" (Ciencia y Salud, pág. 258).

Durante el embarazo me hicieron numerosos exámenes y enfrentamos muchos desafíos, todo lo cual fue superándose gracias a la oración consagrada de la practicista, y a mi estudio continuo y dedicado de Ciencia y Salud y la Biblia. Frecuentemente me apoyaba en la declaración de Mary Baker Eddy: "El Espíritu Dios, reúne pensamientos informes en sus cauces adecuados y desarrolla esos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que ese propósito aparezca" (ibíd., pág. 506).

Llegó el día del nacimiento y a pesar de que muchos decían que sería a través de una cesárea, el nacimiento se produjo por vía natural, sin un trabajo de parto prolongado.

Bien se cumplió lo que dice Isaías: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová" (Isaías 55:8). Tanto mi esposo como yo, agradecemos todos los días y constantemente la salud de nuestro bebé, y su activa manifestación. Ya no pensamos en una vida demasiado tranquila y apacible como habíamos proyectado, pues nuestro pequeño nos da bastante que hacer, pero ¡vale la pena!

Siento profundo agradecimiento a Dios, a Cristo Jesús por sus enseñanzas, a la practicista por todo el apoyo que me brindó, y a M. B. Eddy por el amor que expresaba, amor que la llevó a revelar la curación espiritual a toda la humanidad.


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