Hace unos meses, tuve la oportunidad de hablar con Aníbal Ibáñez de Maldonado, Uruguay, sobre los motivos que lo impulsaron a abandonar la carrera de medicina luego de tres años de estudios exitosos.
Me contó que su vida estuvo siempre basada en el temor, la falta de confianza en sí mismo y la búsqueda de su verdadera vocación. Cuando decidió ser médico, el fin que perseguía era el de ganar dinero más que el de ayudar a su prójimo. Ya en esa época había empezado a beber mucho, era mujeriego y se involucraba en peleas callejeras con sus amigos. "Yo era como el hijo pródigo que probó todos los pecados del mundo", manifestó.
Cuando se radicó en la capital del país para proseguir la carrera, su vida no cambió demasiado; los fines de semana la historia de los excesos se repetía una y otra vez, y ya había empezado a experimentar con marihuana. No obstante, a pesar de que no dedicaba mucho tiempo a estudiar, tenía muy buenas notas.
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