Hace un tiempo, mi esposo y yo tuvimos que preparar nuestra casa para la boda de una querida amiga de Costa Rica. Varias amistades iban a venir desde California y también había muchas otras con quienes ella quería verse. El día antes de la boda, la comida ya estaba lista y los muebles arreglados para acomodar a los invitados, pero todavía quedaban muchas cosas por hacer. Fue entonces cuando su pequeño hijo, de su primer matrimonio, comenzó a quejarse de que le dolía mucho el oído.
Cuando me llamó desde su auto ella parecía muy agotada. "¿Puedes orar por él?", me preguntó. Ella y su hijo habían estado asistiendo a una iglesia de la Christian Science de vez en cuando. Mi amiga había tenido antes curaciones físicas mediante la oración, de manera que sabía que el poder de Dios sanaba. También sabía que la oración es una medicina rápida, y ahora ella tenía mucha urgencia.
Empecé a orar de inmediato. En lugar de pedirle a Dios que sanara un dolor de oídos, aparté mi pensamiento de los sintomas físicos. Mi estudio de las obras de Cristo Jesús en la Biblia me había enseñado que él nunca mencionaba los síntomas; tampoco hablaba del dolor o de malestares. No examinaba el cuerpo ni hacía muchas preguntas.
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