Hace un tiempo, mi esposo y yo tuvimos que preparar nuestra casa para la boda de una querida amiga de Costa Rica. Varias amistades iban a venir desde California y también había muchas otras con quienes ella quería verse. El día antes de la boda, la comida ya estaba lista y los muebles arreglados para acomodar a los invitados, pero todavía quedaban muchas cosas por hacer. Fue entonces cuando su pequeño hijo, de su primer matrimonio, comenzó a quejarse de que le dolía mucho el oído.
Cuando me llamó desde su auto ella parecía muy agotada. "¿Puedes orar por él?", me preguntó. Ella y su hijo habían estado asistiendo a una iglesia de la Christian Science de vez en cuando. Mi amiga había tenido antes curaciones físicas mediante la oración, de manera que sabía que el poder de Dios sanaba. También sabía que la oración es una medicina rápida, y ahora ella tenía mucha urgencia.
Empecé a orar de inmediato. En lugar de pedirle a Dios que sanara un dolor de oídos, aparté mi pensamiento de los sintomas físicos. Mi estudio de las obras de Cristo Jesús en la Biblia me había enseñado que él nunca mencionaba los síntomas; tampoco hablaba del dolor o de malestares. No examinaba el cuerpo ni hacía muchas preguntas.
Mary Baker Eddy, teóloga del siglo XIX, observó cuan indiferentes eran para Jesús los diagnósticos cuando realizaba su obra sanadora. Ella comenta en su libro Ciencia y Salud: "Jesús jamás preguntó si la enfermedad era aguda o crónica, y jamás recomendó que se prestara atención a leyes sanitarias, jamás dio medicinas, jamás oró para saber si era la voluntad de Dios que un hombre viviera".Ciencia y Salud, pág. 369. En lugar de ello, Jesús le hablaba a la gente del poder de Dios y los instaba a cambiar su estado mental.
Por ejemplo, Jesús recomendaba a los pacientes que no tuvieran temor. Decía que la fe en Dios había contribuido a la curación del siervo del centurión, Mateo 8:5—13. de la mujer de Canaán Mateo 15:22—28. y del hombre paralítico. Marcos 2:1—12. Él les enseñó a sus seguidores que la condición mental interna gobernaba la condición física externa. Y ésta es una manera de razonar, o de orar, que se puede aplicar a todo tipo de circunstancia.
Cuando empecé a orar por el hijo de mi amiga, primero pensé en la atmósfera mental que lo rodeaba. Me pregunté si se sentiría herido e ignorado con todos los invitados especiales y los preparativos para la boda. De modo que empecé a orar afirmando el amor de Dios por él.
Dios es el Amor infinito y el Amor no tiene límite. Cuando nos sentimos amados y rodeados de amor no es por la gente que tenemos cerca, sino porque Dios es Amor y Su presencia está siempre con nosotros. Yo sabía que Dios, el Amor infinito estaba abrazando a este niño y llenando todo el espacio. No había lugar alguno donde pudiera sentirse herido o triste. Mi amiga me llamó una hora después para decirme que su hijo estaba sano.
Pero más tarde esa noche, me volvió a telefonear porque su hijo se había despertado llorando de dolor. Ella estaba agotada debido a los preparativos para la boda y necesitaba dormir. Le dije que iría a su casa. Cuando llegué, le sugerí que se fuera a acostar, y me senté junto al niño. Para mí fue muy claro que era el hijo amado de Dios, lleno de bondad en lugar de dolor.
Empecé a hablar en voz alta. Le dije: "¿Qué sé de Allen? Que él es bueno, que es inteligente y bien dispuesto. Yo sé que Allen es un niño alegre, amable, fuerte y valiente".
Continué pensando en cada una de las cualidades buenas y divinas, afirmando en voz alta que él las expresaba. En cuestión de minutos, se tranquilizó y se durmió. Parecía que el dolor de oído había desaparecido.
Ante los ojos de Dios ninguna persona es más importante que otra.
Esta vez yo quería asegurarme de que el problema hubiera sanado de manera permanente. En lugar de observar la situación física para saber si estaba sano o no, decidí apoyarme totalmente en la condición mental. ¿Estaba yo segura de la presencia de Dios y del gobierno total que Él tenía tanto de este niño como de la boda? ¿Albergaba yo alguna duda o preocupación en mi propio pensamiento? La verdad era que sí. Los últimos días yo también había tenido mucho trajín. Así que me senté en el sofá y continué orando hasta que todo vestigio de duda o preocupación fue reemplazado por la convicción en la presencia, poder y gobierno de Dios. Después de más o menos una hora, sentí que yo y todos los demás estábamos bajo las protectoras alas del Amor divino, y me fui a casa. Allen sanó permanentemente, y la boda se celebró con mucha armonía al día siguiente.
Cuando uno enfrenta una enfermedad física, es bueno recordar el método mental de Jesús de apartar el pensamiento de los síntomas físicos, y volverse a Dios. El estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud para encontrar ideas espirituales que nos traigan consuelo, fortalecerá esta oración sanadora. El poder del Cristo está presente para sanar mentalmente, y eso siempre restablece la salud.
