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LA PROVISIÓN QUE TENEMOS DENTRO

Del número de enero de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Suficiente comida para alimentar a una familia. Un hogar donde vivir. Dinero para pagar las cuentas. Mantener la salud. Ideas que inspiren y guíen... Cualquiera sea la circunstancia, todos buscamos, a diario, cierta forma de provisión.

Con frecuencia, puede que lo que uno necesita parezca estar muy lejos, algo que se debe buscar y obtener fuera de uno mismo. Este enfoque hace que la vida sea un proceso continuo de adquirir cosas. Pero ¿es acaso ésta la naturaleza de la provisión y el proceso que nos lleva a alcanzarla?

Cuando era niño, una querida amiga de la familia de profunda percepción espiritual, alentaba nuestros anhelos diciéndonos: "Incluyan lo que necesitan en su ser". Tengo que admitir que en aquella época yo no tenía idea de lo que estaba hablando.

Con frecuencia, nos contaba la historia de una mujer que vivió hace mucho tiempo en lo que hoy es Oriente Medio. Véase 2 Reyes 4:1—7. Su esposo había muerto y la había dejado con muchas deudas, por lo que los acreedores iban a quitarle sus dos hijos como pago y venderlos como esclavos. Se podrán imaginar la angustia que debe de haber sentido esta mujer cuando vio que iba a perder a su familia. De modo que ella apeló al profeta Eliseo para que la ayudara, y él le hizo una pregunta muy sugerente: "¿Qué tienes en tu casa?" Y ella le contestó que lo único que tenía era una pequeña vasija de aceite.

Eliseo le dijo que pidiera prestados a sus vecinos tantos recipientes como pudiera. Después de juntarlos, se encerró con sus hijos y comprobó cómo el aceite se multiplicaba hasta que llenó todos los recipientes que había conseguido. De este modo la mujer pudo vender el aceite, pagar su deuda y vivir con el dinero que le sobró. (Es interesante notar que antiguos escritos sugieren que el esposo de esta señora era el profeta Abdías, quien inicialmente había incurrido en la deuda porque había salvado la vida de muchos profetas, y luego tuvo que pedir dinero prestado para alimentarlos.)

Lo que más me llegó de esta historia fue la pregunta: "¿Qué tienes en tu casa?" Con el pasar de los años, he aprendido a hacerme esa misma pregunta siempre que necesito algo. He aprendido a resistir la tentación de sentir que lo que necesito está fuera de mi "casa", o como lo define Mary Baker Eddy, de mi conciencia. Véase Ciencia y Salud, pág. 578. inevitablemente, cualquiera sea la necesidad, la provisión siempre la encontré dentro de mi ser, no fuera de él. Una definición útil de la palabra "ser" es "tener un conocimiento consciente". Esta definición me ha ayudado a ver que el consejo de mi amiga, "Incluye lo que necesitas en tu ser", significa reconocer que la provisión que necesitamos ya existe dentro de nosotros, de nuestro conocimiento consciente. En otras palabras, como la mujer que sabía que tenía una vasija de aceite, siempre hay algo de lo que ya estamos conscientes que se puede multiplicar para responder a nuestra necesidad.

Es útil comprender que en esta historia de la Biblia, el aceite simboliza algo más sustancial que el precioso líquido. La palabra "aceite" se usaba a menudo en la Biblia para representar amor o consagración. Es obvio que si el esposo de esta señora era Abdías, esta pareja estaba consagrada devotamente a amar a Dios; habían sacrificado todo lo que tenían para apoyar a otros igualmente devotos. Estas cualidades de pensamiento, que ya eran parte de sus vidas, se podían multiplicar. Y eso podemos hacerlo todos.

No importa cuál sea la demanda, cada uno tiene cierta medida de sustancia que se puede multiplicar. Y cuando percibimos que esa sustancia es una idea, no necesitamos salir a buscar objetos materiales para poseerlos. Podemos escuchar las ideas que nos van a guiar hacia el reconocimiento de lo que ya tenemos para responder a la demanda. Es indudable que no podemos multiplicar "la nada", de manera que es importante comprender que la expansión de la provisión comienza con el reconocimiento de lo que ya tenemos presente en la conciencia.

¿Qué nos hace estar conscientes de lo que tenemos ahora? No es un proceso de simple gimnasia mental. Comprender que existe una inteligencia divina o Mente que está consciente de todo lo que crea, es el punto de partida para ampliar esa toma de conciencia. Mary Baker Eddy, quien descubrió la Christian Science, exploró en profundidad la naturaleza de Dios a través de su estudio de la Biblia y en sus obras sanadoras. Ella llegó a comprender cuán vital es percibir que Dios es la Mente que se manifiesta a sí misma como inteligencia divina y es consciente de todo lo que crea.

Al explicar el poder que tiene la Mente de ser consciente y multiplicarse, ella escribió: "La Mente infinita lo crea y lo gobierna todo, desde la molécula mental hasta lo infinito... La creación está siempre manifestándose y tiene que seguir manifestándose perpetuamente debido a la naturaleza de su fuente inagotable. El sentido mortal invierte esa manifestación y llama materiales a las ideas. Así mal interpretada, la idea divina parece caer al nivel de una creencia humana o material, llamada hombre mortal. Pero la semilla está en sí misma sólo porque la Mente divina es Todo y lo reproduce todo — porque la Mente es el multiplicador, y la idea infinita de la Mente, el hombre y el universo, es el producto". ibíd., pág. 507—508.

La "semilla [que] está en sí misma" es otra afirmación de que Dios provee a cada persona de lo que necesita y la ayudará a cumplir su cometido y a sentirse satisfecha. Al ahondar en las profundidades de esta Mente divina, encontraremos que la Mente nos revela lo que ya tenemos.

Como aquella vasija de aceite, el bien siguió fluyendo.

Cuando inicié mi carrera, quería de todo corazón ayudar a los demás a comprender y a demostrar a Dios en sus vidas. Quería ser parte de un ministerio que pudiera cambiar el mundo. Aunque mis intenciones eran buenas, no tenía ningún dinero ahorrado y a nadie que me quisiera para ese fin. Pero recordaba con frecuencia aquellas palabras que había escuchado de niño: "Incluye lo que necesitas en tu ser". Me dije que lo que yo tenía dentro de mí era lo que Dios, la Mente, había incluido, y eso se podía multiplicar. Una frase de un poema que había aprendido de memoria, me venía de continuo al pensamiento: "Es mi oración hacer el bien, por Ti, Señor..." Mary Baker Eddy. Himnario de la Christian Science N° 253.

Me di cuenta de que esa oración estaba incluida en mi pensamiento, y que esa oración se podía multiplicar. Mi deseo de servir, de expresar el bien a otros todos los días para glorificar a Dios, se podía multiplicar. Oré con esa idea a diario. En poco tiempo, recibí un cheque en el correo de una fuente completamente inesperada y desconocida que cubiró los gastos del primer mes. Y esa oración nunca dejó de proporcionarme lo necesario. Literalmente, fue como aquella vasija de aceite, simplemente siguió fluyendo. Cada centavo, cada oportunidad que se ha presentado en mi vida, ha venido de esa semilla que "está en sí misma".

Otro aspecto interesante de aquella historia de la Biblia es que la obtención del aceite sólo estaba limitada por el número de recipientes disponibles para guardarlo. Quizás eso sea una lección en esta idea de provisión que viene de adentro: siempre provee los recipientes que permiten la continua multiplicación del bien. Para mí esos "recipientes" son como los estados de pensamiento que promueven el bien: gratitud, expectativa de bien, generosidad, inmolación propia. Mirándolo así, uno puede ver que la única limitación de la provisión infinita de la Mente sería la escasez de recipientes, una pobreza de pensamiento

La Biblia constantemente nos asegura que la bondad de Dios nos sigue continuamente, nos busca, si tenemos la determinación de morar "en la casa", la consciencia, "de Jehová... por largos dias". Véase Salmos, Cap. 23 y Ciencia y Salud, pág. 578. No existen riquezas más grandes que las que ya están incluidas en nuestro ser, nuestra percepción consciente del bien que Dios está proveyendo.

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