En una oportunidad, alguien me comentó acerca de una conversación que había escuchado. El dueño de un negocio de venta de quesos y fiambres le contaba a un amigo que había venido el inspector de sanidad quien le indicó que algunos de los quesos tipo Brie — que vienen cubiertos con una corteza de polvo blanco— no estaban en buen estado y que debía sacarlos de la venta de inmediato y desecharlos. El inspector regresaría en una semana para determinar si le renovaba la licencia para vender o le cerraba el negocio, además de aplicarle una multa. El comerciante entonces jactándose le contó a su amigo que había retocado el polvo blanco que cubría los quesos en mal estado para que se vieran bien y que había pasado sin problema la inspección.
Hoy en día se habla mucho de la falta de honradez. Los medios de comunicación denuncian su práctica en todos los aspectos de la vida y, como podemos comprobar con el pequeño ejemplo citado, no hay nivel social que se salve de este flagelo.
En otras ocasiones, incluso puede que uno mismo se encuentre en una situación donde la propia integridad moral sea cuestionada y nos duele que duden de nosotros o nos acusen injustamente. Entonces nos esforzamos por demostrar que quienes nos condenan están equivocados.
¿Será posible que la respuesta y la solución a este tipo de problema esté en la búsqueda y reconocimiento de nuestra verdadera y única identidad como hijos de Dios?
El Heraldo en este número plantea el problema de la falta de honradez y habla de la importancia de reconocer siempre, no sólo en nosotros sino en los demás también, nuestra identidad espiritual, o, al decir de uno de nuestros colaboradores, la importancia de "salir a la calle con la identidad puesta".
Aquí hay dos aspectos fundamentales que analizar. Uno de ellos es que, como enseña la Biblia, "vivimos, nos movemos, y tenemos nuestro ser" Hechos 17:28, Versión Moderna. en el Espíritu mismo. Esto quiere decir que Dios nos ha creado a cada uno y a Su universo espiritualmente y en armonía, por lo que podemos desechar la deshonestidad, el engaño y la discordia como algo que es ajeno a la realidad de Su creación. El otro aspecto es que cuando reconocemos nuestra verdadera identidad, que es la única que tenemos por ser los hijos amados de Dios, nos damos cuenta de que en la creación espiritual nadie puede tener ningún rasgo de carácter que sea menos que perfecto.
Cuando nos armamos de esta verdad espiritual acerca del ser y no esforzamos por comprenderla mejor, esa perfección se va manifestando cada vez más en nuestra experiencia y contribuimos poco a poco a que nuestra relación con los demás y la vida misma en general sea más armoniosa.
La Biblia entre sus muchas enseñanzas, nos da esperanza con el mensaje del Salmo 23, y Ciencia y Salud lo aclara al hacer hincapié en la importancia que tiene el Amor divino en nuestra vida. Dice en parte: "[El Amor] adereza mesa delante de mí en presencia de is angustiadores; [el Amor] unge mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa [la consciencia] del [Amor] moraré por largos días". Ciencia y Salud, pág. 578.
Sin duda, ésta es una buena guía para mantener nuestro pensamiento más firmemente en el camino correcto donde la falta de honradez y el engaño no son parte del hombre de la creación espiritual— y se manifieste el bien que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros.
Con todo afecto,