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Un cuidado amoroso

Del número de marzo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos años estuve envuelta en un serio accidente automovilístico y me llevaron a un hospital local. Ni bien ingresé, pedí que llamaran a un practicista de la Christian Science quien estuvo de acuerdo en orar por mí. Después de examinarme y sacarme radiografías, los médicos me dijeron que me había quebrado el cuello en dos partes. Al escuchar la descripción del tratamiento que pensaban darme — completa inmovilización y una importante cirugía con una estadía prolongada en un hospital, sin ninguna garantía de éxito— oré para hacer lo que era mejor y más sabio para mí.

Vi claramente que quería apoyarme en la Christian Science para sanar. Les aseguré a varios trabajadores del hospital que apreciaba mucho su cuidado y preocupación, y les pedí que me llevaran a casa. Después de que me negaran rotundamente esa petición, les pedí que me llevaran a un sanatorio de la Christian Science. Una vez más, los médicos me dijeron que consideraban que mis heridas eran demasiado graves como para recibir tan sólo tratamiento mediante la oración, y que el tratamiento médico era mi única opción viable. Podía elegir entre una cirugía de urgencia, o esperar hasta la mañana siguiente. Entonces me dejaron sola en la sala, inmovilizada en una camilla especial, para que decidiera cuál de las dos opciones prefería.

Lo primero que me vino al pensamiento fue la historia de Pablo y Silas en la Biblia, quienes cuando estaban encerrados en la prisión, cantaron himnos y loas a Dios, y las puertas de la prisión se abrieron de inmediato (véase Hechos 16:9—26). Esta historia fue una señal para mí de que, por más terrible o imposible que pareciera una situación, Dios podía indicar la mejor manera de resolverla. Momentos después, para mi total sorpresa, la jefa de enfermeras del hospital se asomó por la puerta y me preguntó si había algún lugar específico donde me pudieran llevar. Yo estaba muy sorprendida porque momentos antes, en su presencia, me habían dicho que no podía dejar el hospital bajo ninguna circunstancia. No puedo decirles lo agradecida que me sentí por tener un lugar a donde ir y le di el nombre de un sanatorio de la Christian Science cercano.

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