El empleo que acababan de ofrecerme como secretaria de la gerencia era de considerable responsabilidad. Yo estaba encantada. Después de un mes de trabajar con la persona que dejaba el puesto y ver que cada aspecto del trabajo era perfecto para mí, yo tenía la certeza de que Dios me había guiado al lugar ideal.
Dos días antes de que terminara el mes de prueba, tuve una reunión con la gerencia donde me informaron que me habían aceptado en la compañía y, al mismo tiempo, me revelaron la parte administrativa confidencial de mi trabajo que cubría cuentas financieras y sociales secretas. Luego me dijeron cuál era mi verdadero sueldo... y mi sueldo ficticio, es decir, parte de la remuneración que no se declaraba a la dirección impositiva.
Expresé mi sorpresa por haberme enterado de esto dos días antes de finalizar mi período de prueba, pero a mí me gustaban mis nuevas responsabilidades y les dije que les respondería al día siguiente.
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