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ÉTICA EN LOS NEGOCIOS

Del número de marzo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El empleo que acababan de ofrecerme como secretaria de la gerencia era de considerable responsabilidad. Yo estaba encantada. Después de un mes de trabajar con la persona que dejaba el puesto y ver que cada aspecto del trabajo era perfecto para mí, yo tenía la certeza de que Dios me había guiado al lugar ideal.

Dos días antes de que terminara el mes de prueba, tuve una reunión con la gerencia donde me informaron que me habían aceptado en la compañía y, al mismo tiempo, me revelaron la parte administrativa confidencial de mi trabajo que cubría cuentas financieras y sociales secretas. Luego me dijeron cuál era mi verdadero sueldo... y mi sueldo ficticio, es decir, parte de la remuneración que no se declaraba a la dirección impositiva.

Expresé mi sorpresa por haberme enterado de esto dos días antes de finalizar mi período de prueba, pero a mí me gustaban mis nuevas responsabilidades y les dije que les respondería al día siguiente.

¿Qué iba a hacer? ¿Era Dios quien me había puesto en tal situación? Realmente necesitaba pensar y orar.

Para mí era un gran dilema. Necesitaba conservar el trabajo porque tenía un hijo a mi cargo. Pero hacía poco había conocido la Christian Science y esto me había hecho tomar conciencia de que necesitaba tener más firmeza moral en mi vida diaria. La práctica deshonesta en las leyes humanas no refleja el gobierno de Dios, quien es todo verdad, todo claridad. Ahora tenía el fuerte deseo de vivir de acuerdo con mi verdadera identidad espiritual, que es el reflejo honesto y puro de Dios.

En el Prefacio de Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribe: “...para alcanzar las alturas de la Ciencia Cristiana, el hombre tiene que vivir en obediencia al Principio divino de esa Ciencia”. Ciencia y Salud, pág. viii. Para mí había algo muy claro: aplicar los principios de la ley divina implicaba respetar las leyes humanas. Pasé gran parte de la noche en oración y llegué a tener la certeza de que mi prioridad era ser obediente al Principio divino. Deseaba vivir en armonía con las leyes de Dios expresando rectitud y honestidad, por lo que decidí informar a mi director que aceptaría el puesto bajo la condición de que se me diera completa libertad de poner la situación de la compañía en orden.

A la mañana siguiente me reuní con mi director. Le confirmé mi deseo de mantener el empleo, que era tan apropiado para mí, pero le dije que sólo continuaría bajo una condición: que él aceptara poner ciertos puntos que me había mencionado el día anterior de acuerdo con la ley. Me contestó que él estaba a cargo de esa compañía y que el sistema de remuneración hacía mucho que funcionaba así, con la conformidad de algunos clientes y de los empleados. La persona que dejó el puesto había trabajado de esa forma por muchos años.

Durante la reunión, continué orando a Dios para que me ayudara. No quería perder mi empleo, pero también sabía que no podía trabajar ilegalmente. El director me pidió que le explicara mis razones. Le dije que aunque quería asumir estas responsabilidades yo deseaba trabajar dentro del marco de las leyes sociales y fiscales. No quería tomar parte alguna en un incumplimiento de la ley. Eso estaría en contra de mis principios morales y religiosos. Se hizo un silencio que me pareció eterno. Entonces me comentó que eso aumentaría considerablemente los costos de la compañía y correría el riesgo de ponerla en peligro. Le contesté que la compañía ya estaba en peligro si la dirección impositiva realizaba una auditoría y detectaba ilegalidades.

Durante esa discusión, mi cuerpo estaba temblando, pero me mantuve firme y confiada. Me aferré en mi pensamiento a las verdades espirituales. Dios es Amor, por lo tanto, Él no podía abandonarme en esta situación. Dios es luz: Él me estaba iluminando a mí tanto como a mi empleador para que hiciéramos lo que era honesto. Dios es Verdad: no podía existir ninguna falsedad entre los hijos de Dios que somos en realidad. La conversación continuó con mucha tranquilidad. Finalmente, escuché que mi empleador me preguntaba cómo procedería yo si él aceptaba mi planteamiento. Allí habíamos alcanzado un nuevo nivel. Dando gracias al Amor divino, la ley del bien, que es todo presencia, todo poder, y nos guía constantemente, le expliqué cómo pensaba proceder. Después de una breve negociación nos pusimos de acuerdo en el tiempo necesario para poner este proyecto en marcha. Luego fui guiada a decirle que como yo todavía no aparecía en la lista de empleados, sería bueno comenzar conmigo con este nuevo enfoque. Él aceptó. Ya no quedaron dudas en cuanto a tener un sueldo real y otro ficticio.

Estaba muy agradecida a Dios por haberme dado el valor de mantenerme firme en mis convicciones. Tenía la certeza de que este nuevo camino de progreso para la compañía probaría ser una bendición para todos.

En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribe: “La honradez es poder espiritual. La falta de honradez es debilidad humana, que pierde el derecho a la ayuda divina”. ibíd., pág. 453. He probado esto durante todos los años que trabajé en esta compañía. El director tenía total confianza en mí y dejó todas las labores administrativas, y otras más, en mis manos. Yo tenía excelentes relaciones con todos, la gerencia, los empleados, los clientes, basada en la integridad, la firmeza y la honestidad.

No era ningún secreto que yo me apoyaba en la oración para resolver cualquier situación difícil que pudiera surgir en el trabajo, y hablaba libremente de mi religión con aquellos que querían saber más. La Biblia y el libro Ciencia y Salud que estaban en mi cajón al principio provocaban sonrisas en quienes los veían, pero también respeto. Por la mañana, cuando los estudiaba tomaba frases de estos libros y los dejaba como evidencia sobre mi escritorio, y a veces esto producía comentarios cordiales de parte de mis colegas. Tuve oportunidad también de escuchar y ayudar a varios de ellos, y les di ejemplares de El Heraldo y de Ciencia y Salud en francés. Algunas de estas personas continúan su estudio de la Christian Science hoy en día.

Todos estábamos bajo la ley de la justicia y del Amor divino.

Unos ocho años después de haber empezado a trabajar en la compañía, nos informaron que habría dos auditorías fiscales y de sueldos. La gerencia y yo esperamos tranquilos a que terminara este control que duró varios meses. Una auditoría nunca es fácil, pero yo sabía que excepto por algún error que yo pudiera haber cometido, no se había faltado a ninguna ley. Ésa era mi fortaleza. Estaba basada en la ley divina que trataba de poner en práctica en mi vida personal y en mi lugar de trabajo. Contesté muchas preguntas y presenté todos los documentos que me pidieron los auditores, quienes ocuparon mi oficina días enteros. Se estableció un clima de confianza y todo salió bien.

Antes de concluir su trabajo, uno de los auditores me dijo que quería reunirse conmigo en privado. Legalmente, la auditoría sólo podía cubrir los últimos cinco años, pero pienso que él sospechaba de los años anteriores. Me preguntó directamente si las cuentas de la compañía siempre se habían llevado en las condiciones presentes. Me miró directo a los ojos. Yo oré a Dios para que me guiara. Me escuché decir que sólo podía responder por lo que yo misma había hecho, y que mi deseo había sido y era actuar con la mayor honestidad e integridad posible. Entonces me dijo que estaba convencido de eso y que por esa razón no le iba a pedir a sus superiores una autorización para investigar las cuentas de los años anteriores. Para mí esto fue la confirmación de que la actitud frente a la integridad que esa nueva comprensión de Dios y del hombre como Su creación me dieron, fue una bendición para todos.

Éstos han sido años muy productivos en mi práctica de la Christian Science. Mi estudio de las verdades espirituales ha sido muy necesario para establecerme firmemente en el Principio divino. He tenido muchas oportunidades de ver la confirmación de estas palabras de Mary Baker Eddy: “La fidelidad encuentra su recompensa y su fortaleza en el propósito elevado. El mero buscar no basta para alcanzar resultados en la Ciencia: tienes que esforzarte; y la gloria del esfuerzo proviene de la honestidad y la humildad”. Escritos Misceláneos, pág. 341.

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