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LA HONESTIDAD NOS PROTEGE DE LA INJUSTICIA

Del número de marzo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos años, teníamos en Barcelona un negocio de compra y venta de automóviles. Vendíamos coches nuevos y usados que recibíamos de nuestros clientes como parte de pago, y cuyo valor se acordaba conforme a los precios del mercado y a las reparaciones necesarias para venderlo. Este proceso tomaba tiempo hasta que se vendía y se cambiaba el título de propiedad a nombre del nuevo comprador.

Un día, unos amigos vinieron a comprar un coche nuevo y nos dieron su auto usado como parte de pago. Poco después, un conocido se interesó en comprarlo. Dada la amistad, aceptamos entregarle la documentación del vehículo antes de haber completado el cambio de nombre, con el entendimiento de que regresaría a formalizar el trámite en cuanto tuviera su documento de residencia en España que, según dijo, saldría en cuestión de semanas.

Entretanto, a los amigos que nos habían dejado ese coche usado les llegó una multa de tráfico y nos llamaron muy alarmados porque el coche seguía circulando a su nombre. Les aseguramos que solucionaríamos el problema de inmediato, así que pagamos las sanciones que se debían a estacionamiento en lugares prohibidos, y enseguida nos pusimos en contacto con nuestro cliente para dar término al trámite pendiente. Concretar esto tomó varias semanas, y cuando los llamamos para confirmar que el trámite estaba en marcha, nos enteramos de que habían puesto el caso en manos de un abogado, quien había hecho la denuncia en el juzgado, por lo que mi esposo recibiría una citación para ir a declarar.

No podíamos entender a qué se debía reacción semejante cuando sólo había habido un retraso en una gestión administrativa. Además, nos unían años de amistad con la familia de esta pareja, cuyos padres y hermanos nos habían comprado varios coches y sabían que todo siempre se había hecho de forma correcta.

Ante esta situación, comenzamos a orar fervientemente. Unas palabras escritas por Mary Baker Eddy me alentaron mucho: "Queridos Científicos Cristianos, tened vuestra Mente tan llena de Verdad y Amor, que ni el pecado, ni la enfermedad, ni la muerte puedan entrar en ella. Está claro que nada se puede añadir a una mente que está llena. No hay ahí puerta por la cual pueda entrar, ni lugar que el mal pueda ocupar, en una mente llena de bondad. Los buenos pensamientos son una armadura impenetrable, revestidos de ella estáis a salvo de toda clase de mal. Y no sólo vosotros estáis protegidos, sino también todos aquellos en quienes pensáis".The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210.

Esta preciosa declaración incluye todas las cualidades espirituales que el hombre refleja de Dios, como son la rectitud y la honestidad en el trato con nuestros semejantes. La conciencia de haber actuado honradamente nos hizo confiar en que la Presencia divina nos ayudaría a resolver la situación. Y efectivamente, mi esposo fue al juzgado, aclaró lo sucedido y el fiscal desestimó el caso.

Las prácticas deshonestas no reflejan el gobierno de Dios.

Pasados algunos meses, volvimos a recibir otra citación en la que esta persona acusaba a mi esposo de abuso de confianza. Ella alegaba que no había recibido el pago por la venta de su coche usado. Mi esposo se presentó nuevamente para explicar que el precio del mismo se había descontado del pago del nuevo. Y, nuevamente, el fiscal desestimó el caso.

Dos años después, cuando ya lo teníamos casi olvidado, llegó una nueva citación, pero esta vez del Juzgado de lo Penal. La acusación era ahora de "Apropiación indebida" y eso era mucho más grave.

Una de mis hijas llamó al marido de esta señora, que a esa altura ya era un juez importante, y en nombre de la amistad que nos había unido, le pidió que retirara esa acusación porque él sabía que era falsa. La respuesta que le dio fue: "Tu padre necesita una lección".

Nuevamente nos refugiamos en la oración y el artículo "Amad a vuestros enemigos",Escritos Misceláneos, pág. 8. del libro Escritos Misceláneos, nos ayudó a superar, sobretodo, el resentimiento, ya que no encontrábamos justificación alguna para tal comportamiento. El mismo dice en parte: "No tenemos enemigos. Todo lo que la envidia, el odio y la venganza — los móviles más despiadados que gobiernan la mente mortal— todo lo que éstos traten de hacer 'a los que aman a Dios' les ayudará 'a bien’ ”; y más adelante declara que "El Amor no mide con la vara de la justicia humana, sino con la de la misericordia divina". Eso nos llevó a orar día a día viendo a nuestros amigos en su verdadera identidad y rodeándolos de amor y perdón.

A todo esto, habían pasado cinco años desde la negociación aludida y ya no teníamos ese negocio. Además, debido a una inundación, tampoco teníamos la documentación que podía acreditar que todos los trámites de la venta se habían hecho con total honestidad.

Hubo momentos de desaliento, porque los bancos archivaban todo cada cinco años en microfilm y no teníamos la fecha exacta, sino sólo el año en que se había hecho la venta. El concesionario de donde se había retirado el coche nuevo había cerrado hacía más de un año y tuvimos que hacer una verdadera pesquisa para llegar al dueño y conseguir que aceptara declarar en nuestro favor. No era fácil convencer a la gente de que testificara en contra de la esposa de un juez.

Cuando las cosas se presentan tan complicadas, me gusta pensar en el primer capítulo del Génesis donde dice: “Y la tierra estaba desordenada y vacía y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo... Y dijo Dios: Sea la luz, y fue la luz”.

"Mi cuerpo estaba temblando, pero me mantuve firme y confiada".

Así fue como llegado el día del juicio, teníamos todos los documentos para probar la verdad: el registro en microfilm del cheque con el pago que nos habían hecho, el pago de los impuestos y del Registro, el seguro del coche, y hasta el regalo que mi esposo les había conseguido del concesionario por tratarse de un magistrado. Faltaba ahora que los testigos acudieran el día del juicio.

Mi esposo no quiso contratar a un abogado porque decía que su inocencia y la honestidad con que había obrado eran su mejor defensa y que Dios era su abogado defensor. Igualmente, tuvimos que aceptar el abogado de oficio que provee la ley, quien resultó ser una joven que se sentía muy intimidada por la situación, además de no dar ningún crédito a las pruebas que le presentamos, y parecía dudar de nuestra honestidad.

Éste era otro desafío que vencer y tuvimos que confiar plenamente en las palabras de Ciencia y Salud: “Dejad que la Verdad descubra y destruya al error en la forma que Dios determine, y que la justicia humana siga el modelo de la divina".Ciencia y Salud, pág. 542.

Para asegurarme de que la actuación de la joven abogada estuviera bien encaminada, y faltando sólo dos días para el juicio, sentí que debía llamar a un abogado amigo que conocía el caso y le pedí que conversara con ella. Él así lo hizo y esto fue decisivo para que nuestra abogada cambiara la presentación y ganara el juicio.

El temor de que el juez que presidía pudiera ser inducido a tomar partido a favor de la demandante por su posición social, subyugando así la honestidad a las consideraciones personales, fue plenamente vencido. Él no dudó en hacer justicia dictando sentencia de inocencia a favor de mi esposo.

También quedó demostrada la honestidad de los testigos, que a última hora fueron llegando uno a uno, y de la abogada, quien no confiaba en nosotros pero al hablar con nuestro amigo se dio cuenta de que estaba equivocada y no dudó en cambiar su alegato para que se hiciera justicia.

Nos regocijamos al comprobar que el pasaje de Isaías: “...Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará”, Isaías 33:22. se manifestó plenamente en nuestra experiencia.

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