Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

EL CUERPO Y SU CONCEPTO VERDADERO

Del número de marzo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aparece en las noticias, en las portadas de las revistas, en los anuncios. La ciencia trata de resolver sus misterios. Incluso la conversación informal parece, inevitablemente, prestarle atención. Pero ya sea que estemos glorificando el cuerpo, estudiándolo o simplemente tratando de lidiar con él, siempre parece como que algo nos falta para lograr que sea más sano, más delgado, más hermoso, como quisiera la mayoría.

¿Pero qué pasaría si viéramos al cuerpo desde una perspectiva totalmente diferente? Después de todo, Dios es Espíritu. Dios como Espíritu concibió toda la creación. De manera que cada uno de nosotros, como una idea del Espíritu, tiene que ser espiritual. El Espíritu también es Vida, y puesto que la Vida es Dios, no puede estar en la materia. Esto quiere decir que lo que vemos con los cinco sentidos físicos no es la historia verdadera. Entonces, ¿dónde deja esto el concepto acerca del cuerpo?

De acuerdo con Mary Baker Eddy, no en la materia. En respuesta a la pregunta “¿Qué es el hombre?”, ella escribió: “El hombre es idea, la imagen, del amor; no es físico. Es la compuesta idea de Dios e incluye todas las ideas correctas”. Ciencia y Salud, pág. 475. En otras palabras, lo que realmente nos constituye a cada uno de nosotros, nuestro “cuerpo”, por decirlo así, es un conjunto de ideas — o sea, la consciencia.

¿Sabía usted que es una idea dentro de la Mente divina?

Puesto que Dios es la Mente creadora, las ideas que constituyen el cuerpo — ideas tales como salud, armonía, forma, estructura y así sucesivamente— no son el producto de un cerebro humano, sino emanaciones de esta Mente que es puramente buena. Entonces uno podría decir que cada persona es el pensamiento mismo de Dios. Esto significa que usted y yo, como ideas, estamos incluidos en la Mente divina. Como leemos en el libro La Unidad del Bien: “Él encierra en Sí mismo toda manifestación de Vida y Mente”. La Unidad del Bien, pág. 3. De modo que el cuerpo no es algo que está allá afuera en algún lugar, separado de Dios, y que nosotros nos esforzamos por que esté en conformidad con Él. El verdadero cuerpo, su cuerpo, el único cuerpo real, es perfecto, la expresión de Dios.

¿Qué ocurre cuando percibimos que moramos en la Mente divina, estamos compuestos de ideas y somos puramente espirituales? Experimentamos curación, renovación, ajuste, redención. Al rechazar los conceptos falsos acerca de la identidad y reemplazarlos con la verdad, las cosas se transforman para bien. De esta forma, somos liberados de la materia y la curación es inevitable.

Entonces, ¿qué sucede exactamente cuando se produce la curación? ¿Acaso su verdadero yo o el mío, como consciencia real, como idea de la Mente, ha cambiado? No. Pero la oración corrige y reforma el pensamiento errado y falso, el cual finalmente cede a la única consciencia verdadera de la Mente. Porque al dejar de pensar de esa manera nuestro pensamiento ya no se expresa así, y encontramos nuestra verdadera identidad como imagen de Dios, sana y perfecta, como siempre ha sido.

Cuando nos enfrentamos con una sugestión de enfermedad o desarmonía, podemos verla precisamente como eso, como una sugestión. Puesto que el cuerpo es en realidad un pensamiento, esta sugestión jamás puede ser una condición de la materia. Y dado que el cuerpo verdadero es un reflejo de la Mente, esta sugestión no puede ser una verdad acerca del ser, porque no está incluida en la Mente. ¿Importa acaso cómo se presenta la sugestión? De ninguna manera. Nada, ni siquiera el hecho de que aparezca como nuestro propio pensamiento la hace más real. Debido a esto cuando nuestro pensamiento se pone en línea con Dios, el bien, se produce la curación. Porque una sugestión, una creencia falsa o una mentira, no puede sino ser aniquilada por la Verdad.

Una sensación de paz reemplazó la ansiedad que sentía.

Comprobé esto hace unos años, cuando me apareció un sarpullido muy extraño en todo el cuerpo. Me puse a orar aplicando esas ideas, pero persistió durante meses sin cambio. Entonces un día recordé que desde niña a menudo me contaban acerca de un pariente que sufría de un sarpullido muy particular. Pensaba constantemente en esa historia, pero nunca me brindó consuelo o curación.

Al estudiar los escritos de M. B. Eddy encontré muchas ideas que definían al hombre — un término genérico que me incluía a mí— como imagen de Dios. Sabía que tenía que apartarme de lo que me decían los cinco sentidos físicos y recurrir a lo que Dios, el Espíritu, sabe de mí. Empecé a dejar de creer la historia de que la materia estaba presente y a comprender que espiritualmente yo era la idea pura de Dios, llena de paz, salud, tranquilidad y alegría. Sabía que Dios me ve así, de modo que yo también podía verme de esa forma.

Recurrí a Dios con todo mi corazón para saber cuál era mi historia verdadera y espiritual, que no estaba en la materia ni sujeta a sus pretensiones. Empecé a sentir que mi pensamiento reemplazaba el temor por el consuelo y la ansiedad por la paz. Razoné que si Dios es Espíritu, por ser Su creación, reflejo Su sustancia, que es totalmente espiritual. Yo soy una expresión de lo que es Dios y mi cuerpo es un conjunto de las ideas creadas por la Mente. Y no sólo eso, también estoy libre de toda historia en la materia porque coexisto con el Espíritu.

La Sra. Eddy lo expresa así: “El hombre inmortal era y es la imagen o idea de Dios, o sea, la expresión infinita de la Mente infinita, y el hombre inmortal es coexistente y coeterno con esa Mente”. Ciencia y Salud, pág. 336.

De a poco, pero con toda seguridad, la lucha mental sobre si había nacido en la materia o había sido creada por el Espíritu, cesó. Sentí que se producía la curación dentro de mi pensamiento. Poco después el sarpullido desapareció por completo y de manera permanente. Mi cuerpo había sido transformado porque lo que uno mantiene en el pensamiento siempre se expresa en el cuerpo. Estaba sana.

En realidad, para obtener un mejor sentido del cuerpo es necesario seguir lo que indica el Apóstol Pablo en su Epístola a los Romanos: “Os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestro cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:1, 2.

Esta disposición de desechar el falso concepto de que el cuerpo es imperfecto y no puede ser perfecto, abre el camino para que veamos el único cuerpo, el cuerpo verdadero. Y esta idea de cuerpo es buena, perfecta y razonable. Es razonable porque proviene de Dios y es todo lo que podemos realmente saber. Percibir esto produce la curación. Llegamos a comprender que no estamos de ninguna manera atados a la materia, sino que somos libres para ser el hombre que Dios ha creado.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / marzo de 2006

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.