La niña abre la puerta y dice: “Mamá no se encuentra”. Pero la recién llegada, quien ha venido en busca de una practicista de la Christian Science para encontrar curación, no se va con las manos vacías. La niña la invita a pasar. La visitante entra y al rato sale sintiéndose bien. La niña de seis años, cierra la puerta a sus espaldas y no puede evitar sonreír; conoce muy bien el poder que tiene la Christian Science para sanar. Y si bien ésta es la primera incursión en la práctica sanadora, se siente cómoda, es algo con lo que está muy familiarizada. Parece que el sentimiento del que hizo eco décadas después, estuvo siempre en su corazón: “No puedo recordar un momento en que no haya querido ser practicista”.
Debo insistir en la perfección del ser hasta que se produce la curación.
Dada la crianza que tuvo, quizás fuera natural que Dorothy Stoddart-Watson haya encontrado la práctica, o que la práctica la haya encontrado a ella. “Siempre supe de la Christian Science”, dice. “Mi madre y una de sus mejores amigas eran practicistas. Así que fui testigo de la curación — de muchas curaciones — y me pareció que sería algo hermoso en qué ocupar todos los momentos de mi vida”.
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