Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El perdón trae curación

Del número de mayo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace muchos años, mi esposo y yo trabajábamos como comerciantes itinerantes en los mercados al aire libre de París. Vendíamos pequeños aparatos domésticos cuyo uso demostrábamos a los clientes. Las condiciones eran difíciles para nosotros en aquella época y nuestras finanzas distaban mucho de ser óptimas. Así que para mantener un nivel justo de competencia con los demás comerciantes itinerantes, a menudo cambiábamos nuestros artículos, pero nos faltaba tener un producto que fuera específico y reconocible para ofrecer a nuestra clientela.

Oré a Dios para que me indicara cuál era la respuesta. Tenía la certeza de que había algo único para ofrecer a nuestros clientes y que el Padre nos mostraría cómo encontrarlo. Sabía que podíamos confiar totalmente en Dios.

Un día descubrimos algo nuevo. Eran bandejas giratorias que se usaban para almacenar cosas en el aparador de la cocina. El producto, que en aquel tiempo era desconocido en Francia, venía del exterior y el importador nos dio la venta exclusiva.

Después de un tiempo, esta compañía ya no pudo suministrarnos los productos y nos pidió que preparáramos nuestros propios moldes para fabricarlos. Así lo hicimos y comenzamos a producir las bandejas en una fábrica. Esto nos permitió mejorar el producto, lograr un mejor desempeño y eliminar los defectos.

Empezamos a participar en exposiciones y ferias con este producto. Mi esposo y yo viajábamos por toda Francia, a veces juntos y otras separados. Era un negocio muy demandante, y comencé a sentir la presión. Teníamos que hablar en voz alta desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde sin pausa, en un ambiente ruidoso y a menudo muy caluroso.

Además de eso, habían copiado nuestro producto dos veces, y en la segunda ocasión, el competidor se hizo pasar por un miembro de nuestra familia, lo que nos perjudicó bastante, en especial porque sus clientes comenzaron a devolver sus compras a nuestro puesto porque la mercadería era de mala calidad y no funcionaba adecuadamente. Como resultado, tuvimos que dar todo tipo de explicaciones.

Fue entonces cuando empecé a sentir dolor en el brazo izquierdo, en el pecho y en la espalda y a sentir mucho cansancio. Ya prácticamente no tenía tiempo para leer o estudiar la Christian Science, pero oraba mucho pidiéndole a Dios que me mostrara el camino y recordándome que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Romanos 8:28. Oré por mi salud y por el malestar y la preocupación que me causaba la situación comercial. Le pedí a Dios que me mostrara cómo lidiar con este problema. Yo tenía la certeza de que Él nos había dado esta actividad y nos estaba protegiendo.

En la realidad divina Dios da a cada uno de Sus hijos lo que necesita, por lo tanto, nadie puede quitarnos el bien que nos pertenece. Finalmente, el competidor cerró su negocio. Entonces una tercera persona, un comerciante a quien conocíamos desde hacía mucho tiempo y que era nuestro amigo, también copió nuestro modelo patentado. En esta oportunidad se trataba de un hombre que tenía su propia fábrica de plásticos y producía todos sus artículos. Lo que es más, era un vendedor excelente que tenía buenos productos.

Éste sí fue un golpe fuerte para mí. No podía dormir y me dolía mucho el pecho. Me resultaba muy difícil subir escaleras y tenía palpitaciones. Me sentía agotada. Tuve que pedir a una practicista de la Christian Science que orara por mí. Como la mayoría de las veces estaba lejos de mi negocio, me comunicaba con ella por teléfono o por carta. Yo sentía su apoyo, consciente del amor de Dios por Sus hijos.

Recuerdo un viaje de Estrasburgo a Marsella, que me tomó todo el día. En aquella época no había autopista. Estaba sola en mi camioneta e iba escuchando una grabación del artículo “El nuevo nacimiento” de Mary Baker Eddy. Véase Escritos Miscelaneos, pág. 15-20. Me reconfortó mucho; me sentí segura y en armonía con Dios. Durante estos viajes también cantaba himnos, entre ellos, uno que me gusta muchísimo, y que comienza así: “No teme cambios mi alma,/ Si mora en santo Amor;/ Segura es tal confianza,/ No hay cambios para Dios./ Si ruge la tormenta/ O sufre el corazón,/ Mi pecho no se arredra,/ Pues cerca está el Señor”. Himnario de la Christian Science, Nº 148.

Realmente estaba conduciendo mi camioneta con la ayuda de Dios. No hubiera podido hacer el trabajo que hice en aquel momento sin el estudio de la Christian Science.

Finalmente, un día en Marsella, durante la apertura de lo que era para nosotros una feria importante, mi joven ayudante se torció el tobillo al bajar del camión. Me encontré prácticamente sola para hacer el trabajo, sintiendo que los reveses realmente se estaban acumulando.

Gracias a la constante oración, pude realizar la tarea. En un momento dado pensé que debía, por supuesto, orar por mí misma, pero también por el hombre que nos había copiado el producto. Esta inspiración repentina que recibí estando en la feria, me hizo comprender que debía perdonar a esta persona. Yo no podía limitar a mí misma el conocimiento que tenía de las cualidades de fortaleza y amor que Dios confiere a Sus hijos. Sólo hay una creación, la creación espiritual y perfecta del único Creador. Esta creación es pura, recta, inmaculada, armoniosa, honrada. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Génesis 1:31. Este señor era parte de la creación divina y sólo podía reflejar a Dios.

No podía limitar esas cualidades
espirituales a mí misma.

Estas ideas iluminaron mi día y me ayudaron a apartar mi pensamiento de mí misma.

La feria concluyó sin ningún problema y cuando iba de camino a casa noté que me sentía mejor, los síntomas habían desaparecido casi por completo. La practicista continuó ayudándome por un tiempo, y muy pronto todo volvió a la normalidad, en lo que respecta tanto a mi salud como a la situación del producto falsificado. Después nos enteramos de que este señor tenía problemas administrativos y financieros, y pudimos comprar sus moldes a través de un intermediario. El daño había sido corregido, pero la historia no termina allí.

Un día esta persona nos llamó preguntando si podía venir a visitarnos. Él y su esposa vinieron a disculparse llorando amargamente. Allí nos enteramos de que hacía ya un tiempo que tenían graves problemas financieros. Nadie quería prestarles dinero. Mi esposo y yo sentimos profunda compasión por ellos. Entonces les prestamos la suma que necesitaban para comenzar a trabajar de nuevo. Nos devolvieron el dinero muy pronto. Nuestro negocio continuó prosperando con los años y todavía sigue haciéndolo. Ahora nuestros hijos y más recientemente nuestro nieto se han hecho cargo del mismo.

He recuperado totalmente la salud. Es más, desde que ocurrió todo esto, he tenido mucha más vitalidad y hago caminatas a campo traviesa con esquíes, practico gimnasia, nado y bailo. Desde el fondo de mi corazón sé que le debo todo esto a Dios y al estudio de la Christian Science.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 2006

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.