CUANDO SÓLO EL ESPÍRITU SANA
TESTIMONIOS DE TODAS PARTES DEL MUNDO
La Christian Science llegó a mi vida cuando estaba sufriendo de varios problemas de salud. Uno de los más graves era una protuberancia que se había formado en la vagina, sumamente dolorosa y que no me permitía caminar. Los médicos ya me habían operado sin ningún resultado.
Había buscado respuestas en otras religiones, pero todas eran como un signo de interrogación para mí. Entonces en un momento de desesperación, le pedí a Dios diciendo: "Padre, solamente tú sabes dónde está la Verdad. Yo no Te busco más. Necesito un hogar espiritualizado; necesito una religión para mis hijas, para mi familia y para mí". Después de eso, me quedé muy tranquila.
Poco después una amiga me regaló el libro Ciencia y Salud. Fue algo maravilloso para mí. Cuando vi el emblema de la cruz y la corona en la tapa del libro, sentí que era una respuesta, sin saber qué contenía.
Luego decidí pedir ayuda a un practicista de la Christian Science, que son personas que se dedican a ayudar a quienes lo solicitan, por medio de la oración. Este señor bondadosamente me recomendó que estudiara algunos pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud. Uno de ellos me llamó mucho la atención: "El ser divino tiene que ser reflejado por el hombre, de lo contrario el hombre no es la imagen y semejanza de Aquel que es paciente compasivo y fiel, el único del todo amable" (pág. 3). Fue maravilloso para mí ver que yo era el reflejo de Dios, Su imagen y semejanza. Mi pensamiento se fue volviendo más receptivo a estas verdades espirituales.
Seguí estudiando y encontré otro pasaje que me fue preparando para la curación: "La Ciencia Cristiana explica que toda causa y todo efecto son mentales, no físicos... Muestra la relación científica del hombre con Dios, desenreda las ambigüedades entrelazadas de la existencia y libera al pensamiento aprisionado" (ibíd., pág. 114).
Esto me impactó y medité sobre estas ideas "...toda causa y todo efecto son mentales, no físicos". Entonces me di cuenta de que tenía que corregir rasgos de carácter desagradables. Yo era impulsiva y sin darme cuenta, quizás queriendo ser sincera, reaccionaba ante ciertas situaciones; y eso no contribuía a resolver el problema. Comprendí que para ser el reflejo de Dios debía expresar más amor y ser más bondadosa. Oré pidiendo que me guiara antes de reaccionar. Trataba de expresar lo mejor que podía, todo lo que iba aprendiendo, y así se fue produciendo un cambio en mi manera de pensar y de actuar. Mis pensamientos estaban más ocupados en la verdad espiritual y no en lo que decían los sentidos físicos.
El momento decisivo llegó cuando me encontré con el siguiente pasaje: "El amor propio es más opaco que un cuerpo sólido. En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor, la dureza adamantina del error — la obstinación, la justificación propia, y el amor propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte" (ibíd., pág. 242).
Ahí fue cuando comprendí que realmente la causa del problema era el pensamiento, no el físico. La protuberancia inmediatamente comenzó a drenar hasta que desapareció por completo. Nunca se volvió a repetir y esto ocurrió hace ya más de veinte años.
Con esa experiencia aprendí que tenemos que vigilar nuestro pensamiento, ver qué concepto vamos a dejar entrar y cómo debemos conducirnos para poder ser realmente representantes del Amor. Esta curación me acercó más a Dios porque estuve más consciente de expresar Sus cualidades y Su bondad. Aprendí a vigilar mi manera de pensar y a ser más amable y menos impulsiva.
Años después, tuve otra experiencia muy bella. En aquel entonces, mi esposo y yo teníamos un comercio donde vendíamos productos al por mayor. De pronto, nos vimos ante una situación muy difícil a tal punto que nos quedamos sin vehículo para hacer las entregas y sin dinero para seguir trabajando.
Como ya había visto las bondades de Dios muchísimas veces, no acepté la situación, ni permití perder mi paz. Llegamos a casa con el vehículo prácticamente fundido, y comencé a poner en armonía mis pensamientos y a tranquilizar a mi esposo, sabiendo que la ley de Dios estaba gobernando la situación y era el único poder.
Tomé la Biblia y encontré el pasaje de Isaías donde dice: "He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tu Dios..." (cap. 55:6)
También recordé lo que dice Ciencia y Salud: "El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana. No está bien imaginar que Jesús demostró el poder divino sanador sólo en beneficio de un número selecto o de un tiempo limitado, puesto que a la humanidad entera y a toda hora el Amor divino suministra todo el bien" (pág. 494).
Con estas verdades en mi pensamiento traté de mantenerme activa y alegre. Esto ocurrió un sábado. Al otro día nos visitó un señor que había visto nuestros productos en un comercio y estaba interesado en venderlos. Como venía con su vehículo, compró los productos y nos pagó por anticipado. Con ese dinero pudimos comprar los materiales y preparar los productos para que este señor se encargara de venderlos. Al día siguiente, ya teníamos otra vez encaminado nuestro negocio. Fue maravilloso.
Pienso que la clave es mantenernos firmes en nuestra fe en Dios y no dejarnos atemorizar por los problemas que se presenten. Sabía que esa señal de escasez no venía de Dios y, por ende, no era verdad. Cuando no la aceptamos se manifestó nuestra provisión y todos fuimos bendecidos. A partir de entonces, nunca dejamos de tener trabajo.
Estoy agradecida por esta demonstración del poder divino. Gracias también por la oportunidad de poder compartir las bendiciones que recibimos de Dios para que también pueda fortalecer la fe de otras personas.
Buenos Aires, Argentina