Muchas personas están contentas con la vida, mientras que otras piensan que les ha ofrecido muy pocas oportunidades. Puede que algunos sientan que nunca van a poder superar lo que la vida les ha dado, ya se trate de accidentes, herencia, enfermedades, situación socioeconómica, o lo que se percibe como simple mala suerte. Es desalentador vivir sin esperanza. No obstante, hay algo que podemos hacer para superar este sentimiento; podemos cambiar nuestra perspectiva de la vida y adoptar una actitud que permita una renovación, tal como humildad, mansedumbre o amor desinteresado.
Las recompensas que se obtienen son enormes. A medida que superamos la percepción de que la vida está enteramente definida por la materia, empezamos a desechar las limitaciones que surgen inevitablemente debido a esta manera de pensar. Entonces, vamos aceptando poco a poco la idea de que la vida es la manifestación de la Vida divina, o Dios, y comenzamos a vislumbrar las posibilidades que la acompañan.
Cuando llegamos a percibir que la vida proviene de la Vida divina, nuestro pensamiento empieza a explorar la naturaleza de esa Vida creadora con la expectativa de que la misma se exprese a través de su creación. La Vida divina debe ser eterna, infinita en naturaleza, porque ¿qué puede contener a Dios? La Vida no tiene ni principio ni fin, y su expresión no tiene límite. De nada le serviría a esta Vida imponer limitaciones a su ser ilimitado. La Vida divina es infinita, por ende, puede expresar su voluntad y alcanzar su propósito sin compromisos ni restricciones. ¿Qué no puede hacer la Vida infinita si así lo desea?
Cuando consideramos la Vida de esta manera, nos liberamos del pensamiento depresivo de que tenemos muy pocas posibilidades. Después de todo, esta Vida debe expresarse a sí misma, y esa expresión es continua y se manifiesta como nuestro propio ser, es decir, nuestra habilidad para estar conscientes de que expresamos a Dios. Cuanto más permitamos que la naturaleza infinita de la Vida sea parte de nuestra vida, o cuanto más dispuestos estemos a aceptar que la misma ya está aquí, percibiremos nuevas maneras de hacer las cosas.
Hacia la idea avanzada
El primer paso es estar dispuestos a dejar de lado viejas percepciones. Lo comprendamos o no, las limitaciones que enfrentamos en la vida son el resultado de lo que decidimos aceptar en nuestro propio pensamiento. Quizá no parezca así, y muchos digan que en la vida suceden cosas que no dependen de nosotros. Parece injusto acusar a la gente de algo que no ha hecho. Pero este artículo no tiene el propósito de juzgar ni de acusar, sino de plantear que tenemos opciones a nuestro alcance que puede que no conozcamos.
Tenemos la opción de cambiar nuestros modelos respecto a la vida y la Vida divina, o de reflexionar a partir del punto de vista de las posibilidades que tenemos, en lugar de ser esclavos de las continuas restricciones y justificaciones del razonamiento mortal. Cuanto más dispuestos estemos a considerar una idea avanzada y a desechar la que ya no es útil ni productiva, tanto más percibiremos y experimentaremos la ley divina de posibilidades infinitas. Esta ley sostiene que dichas posibilidades que caracterizan a la fuente divina, Dios, se manifiestan en la vida de Su creación, es decir, la causa manifestada a través de su efecto y como tal.
La Vida divina no está separada de lo que crea. Dios no crea algo y luego lo lanza en una órbita propia para que cuide de sus propias posibilidades. La Vida divina constituye lo que crea y eso quiere decir que está siempre presente en su creación, mostrando y manifestando de continuo su naturaleza.
Para vivir la ley de infinitas posibilidades
Mary Baker Eddy, fundadora del movimiento de la Christian Science, no desconocía las limitaciones. Su vida estuvo llena de cambios y, en ocasiones, se sintió muy defraudada. Pero al vivir todo eso descubrió que había una Vida ilimitada y, por ende, posibilidades ilimitadas de vida. A una edad en que muchos estarían concluyendo su vida útil, ella recién comenzaba la suya. A través de su amor a Dios y a la humanidad, vivió la ley de posibilidades infinitas. Los avatares por los que atravesó le dieron la experiencia necesaria como para respaldar estas palabras: "La percepción espiritual revela las posibilidades del ser, destruye la confianza en todo lo que no sea Dios y así hace al hombre la imagen de su Hacedor de hecho y en verdad". Ciencia y Salud, pág. 203. Es nuestra percepción espiritual la que busca el modelo divino — un modelo que se apoya totalmente en Dios — y luego hace que ese modelo sea la base de nuestra vida.
De modo que, ¿qué efecto se produce cuando logramos y vivimos dichos modelos? M. B. Eddy explica esto en otro pasaje de sus escritos: "La mente humana, imbuida de esa comprensión espiritual, se vuelve más elástica, es capaz de mayor resistencia, se libera en cierto grado de sí misma y necesita de menos reposo. Un conocimiento de la Ciencia del ser desarrolla las habilidades y posibilidades latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento, dando a los mortales acceso a regiones más amplias y más altas". ibíd., pág. 128.
En resumen, al disponernos a pensar en la vida desde un punto de vista espiritual, penetramos ámbitos de pensamiento que antes no percibíamos. Mary Baker Eddy no sólo abrió un mundo de experiencias totalmente nuevo para ella misma en los negocios, la teología y el cuidado de la salud, que la mayoría de las mujeres nunca había experimentado, sino que fue la pionera de esos campos para los hombres y mujeres que vendrían después Y lo más importante y fundamental es que abrió vías para que todos podamos demostrar, o probar, la presencia de Dios en nuestra vida.
El Amor divino tiene el propósito de bendecir a Su creación.
A pesar de lo novedoso que pueda parecer el enfoque de M. B. Eddy, lo que ella descubrió sobre las leyes ilimitadas de la Vida, en realidad había sido probado miles de años antes por aquellos que conocemos como personajes de la Biblia. Las Escrituras ofrecen muchísimos ejemplos de hombres y mujeres que comprendieron lo mismo: que podían esperar que Dios, la Vida divina moldeara, diera forma y expresión a sus vidas, y cuanto más aprendían sobre esta Vida, más posibilidades de progreso se presentaban ante ellos. Algunos percibieron esto fácilmente, mientras que otros tuvieron una profunda lucha mental. Pero cualesquiera fueran las luchas que tuvieron que enfrentar a lo largo del camino, cuando se sometieron a la voluntad de Dios, se abrieron nuevos horizontes y se presentaron inesperadas posibilidades ante ellos. Cada uno vivió de tal manera que percibió en su vida las posibilidades infinitas.
La necesidad de ser humildes
Para Moisés, esa manera de vivir implicaba humildad. Moisés creció en una atmósfera mental de poder y prestigio. Criado en la corte de Faraón, es muy probable que haya estado acostumbrado a ver que la gente de su rango siempre conseguía lo que quería. Si bien puede ser que esta arrogancia no lo haya caracterizado a él, debe de haber sido difícil no creer que esa actitud era la mejor forma de lograr el fin deseado. Cuando Moisés, en un acto de ira mató a un egipcio porque maltrataba a un esclavo judío, tuvo que huir al desierto. Durante años, cuidó ovejas, y allí debe de haber aprendido no pocas lecciones. Quizás haya aprendido de las ovejas, que son muy humildes y confían plenamente en quien las cuida, porque cuando Moisés se enfrenta al llamado que Dios le hace para que guíe a sus compatriotas fuera de la esclavitud hacia a una nueva tierra, mostró tener muy poco orgullo o arrogancia. De hecho, al principio se sintió inadecuado. Dios tuvo que asegurarle que Él estaría con su boca y le enseñaría qué decir. Y si bien al comienzo Moisés no se sintió capaz de hacerlo, fue percibiendo poco a poco que Dios, la Vida divina, vivía con él y tenía posibilidades infinitas.
Moisés aprendió a ceder a la voluntad de Dios, a aceptar los bondadosos móviles de esta Vida divina y Su propósito de bendecir a Su creación. Había aprendido que ésa era la función del pastor, y llegó a apreciar como nunca antes que Dios era su Pastor. Los años siguientes iban a exigir que Moisés escuchara constantemente a este Pastor divino y siguiera su dirección, al guiar a su pueblo no sólo a un nuevo territorio, sino a esa tierra prometida de conciencia y libertad espirituales.
Los caminos de Dios no son necesariamente los caminos de la humanidad.
El valor de la mansedumbre
Job, otro personaje conocido de la Biblia, tuvo que aprender una lección un poco diferente y desarrollar una cualidad distinta, aunque no menos fundamental para percibir las infinitas posibilidades del Espíritu creador. En el caso de Job, fue la mansedumbre, ser paciente y manso, gentil y bondadoso, lo que le permitió beneficiarse con la Vida ilimitada.
Job poseía muchas de las cosas que la sociedad consideraría señales de éxito: familia, tierra, ganado, y lo perdió todo. No obstante, Job no abandonó su integridad. Soportó los problemas con paciencia y sin resentimiento. Se esforzó por aprender la lección más profunda de su experiencia. A pesar de los consejos que le daban sus amigos, recurrió a Dios, la Vida divina, para aprender mejor cómo la divinidad crea y complementa la vida. Como resultado, su pensamiento comenzó a recibir mucha inspiración y aprendió que, a pesar de todos los esfuerzos y el trabajo duro que tuvo que realizar para tener éxito en la vida, los caminos de Dios no son necesariamente los caminos de la humanidad. Aprendió a adoptar y a aceptar un sentido divino de dirección, el cual siempre implica para nosotros un mayor desarrollo de sensibilidad espiritual. Al permitir que lo humano cediera a lo divino, descubrió la omnipotencia de Dios y vio que nada podía limitar la Vida. Como resultado, a Job no sólo le fueron restaurados sus bienes, sino que fueron mayores que antes.
Si bien algunos interpretan la mansedumbre como debilidad, el sentido espiritual de la mansedumbre otorga poder. La mansedumbre hizo a Jesús poderoso porque comprendió que era el poder de Dios lo que le permitía realizar sus increíbles obras. Dijo en esencia: Yo no puedo hacer nada por mí mismo. El Padre es el que hace en mí las obras. Véase Juan 5:30. ¡Qué sentido más amplio de lo que se puede llegar a hacer! ¿Qué no puede lograr Dios cuando la resistencia mortal jamás puede limitarlo? Jesús no probó esto sólo para él mismo, sino que percibió que quienes siguieran su ejemplo harían obras aún mayores.
El poder del amor desinteresado
Otra cualidad que es esencial al seguir el ejemplo de Jesús — de superar el punto de vista mortal de la vida y adoptar la perspectiva espiritual— es el amor desinteresado, cualidad caracterizada por uno de los ancestros de Jesús, una mujer llamada Rut. Ella descubrió que las posibilidades en la vida tenían su base en la generosidad. Después de que su esposo y su cuñado fallecieron, la suegra de Rut, Noemí, le dio la opción de regresar con su propia familia. Pero la joven decidió quedarse con ella y mantenerla. Esta actitud — a la que Mary Baker Eddy se refiere cuando habla de cómo procurar nuestro propio bien beneficiando a otros— Véase Ciencia y Salud, pág. 518. hizo que se presentaran inesperadas posibilidades en la vida de Rut. Para mantener a su suegra consiguió un trabajo humilde en los campos de un hombre rico. Al ver la generosidad de la muchacha, este hombre se enamoró de ella y le pidió que se casara con él. De esta manera, no sólo fue respondida la necesidad de Rut, sino que también se manifestaron nuevas posibilidades en la vida de su suegra.
El amor desinteresado no consiste tan solo en ponerse en un lugar secundario o considerar las necesidades de otras personas antes de considerar las propias. El verdadero amor desinteresado viene de nuestra relación con Dios, y nos lleva a comprender que las bendiciones surgen cuando uno hace Su voluntad, que es siempre amar. En cierto sentido, el amor desinteresado consiste en recibir y expresar la presencia y el poder divinos. Es desear que otros perciban, a través de nuestra propia expresión, un sentido más claro de la presencia y el ser de Dios.
A través de los siglos, aquellos que han demostrado ser verdaderamente generosos, que han dado su vida para servir a los demás, están recibiendo una bendición que muchas veces el mundo no puede percibir. Están sintiendo la inmensa alegría de hacer algo por el simple deseo de hacerlo, sin fijarse en lo que puedan llegar a obtener. Este hecho de amar por la simple alegría de amar, tiene su recompensa. Además, como explica M. B. Eddy: "El afecto humano no se prodiga en vano, aunque no sea correspondido. El amor enriquece nuestra naturaleza, engrandeciéndola, purificándola y elevándola". ibíd., pág. 57. El hecho es que, a través del amor, podemos llegar a recibir cosas que no necesariamente pueden enriquecer o elevar nuestra naturaleza. Pero amar por el simple hecho de servir al Amor, la fuente divina del amor, sí trae esta recompensa, y podemos llegar a vivir experiencias sobre las que el mero deseo humano sólo puede especular. Al elevarnos por encima del simple concepto humano del amor, nos ponemos en relación con las infinitas posibilidades de un Amor que no tiene límites.
La meta de alcanzar posibilidades infinitas no tiene el propósito de mejorar la experiencia mortal, sino de superar definitivamente esa sensación de que nuestra experiencia tiene que estar llena de limitaciones. A medida que usted y yo desarrollemos más modelos espirituales de pensamiento, aprendamos más de la creación divina, vivamos más el carácter y la naturaleza de Dios, experimentaremos la ley de posibilidades infinitas. Esto no quiere decir simplemente que tendremos vidas más plenas, sino, lo que es más importante, que percibiremos definiciones nuevas y totalmente infinitas de la vida.