Un día me desperté con un ligero malestar y dolor en el pecho. Al principio me inquietó pero traté de no darle importancia. A las seis de la tarde me despedí de mis hijas para ir a pasar la noche en otra vivienda. Era la casa de un amigo que se encontraba en el exterior y me había pedido que se la cuidara. Llegué a la casa, y como allí no había ni radio ni televisión, me senté a leer algunas revistas hasta cerca de las 10 de la noche. Para entonces el dolor era más persistente y decidí acostarme, pensando que así disminuiría el malestar; pero no fue así. Cada vez que respiraba sentía un dolor punzante en el pecho. Muy pronto me di cuenta de que en esas condiciones no iba a conciliar el sueño, entonces me levanté y volví a vestirme. Realmente me sentía desesperado y temeroso de verme solo y enfermo. Así que decidí regresar con mi familia.
Pero mientras arreglaba mis cosas me empezaron a venir pensamientos de preocupación y angustia. ¿Quién cuidaría de esa casa? ¿Cómo afrontaría los gastos de mi hogar estando yo inactivo si todos mis ingresos provienen de los servicios personales que presto a diversas personas?
Toda esta situación me hacía sentir pánico y preocupación porque había tenido experiencias similares en dos oportunidades anteriores.
Cuando tenía dieciocho años, estaba sirviendo en la marina de guerra de mi país, y una noche que me sentí mal fui internado de urgencia en la enfermería del barco. El diagnóstico fue que tenía pleuresía. Luego en 1995, tuve que acudir a un hospital de urgencia y el diagnóstico fue el mismo. Y ahora en 2001 sentía los mismos síntomas; por eso tenía tanto temor.
Entonces recordé algo maravilloso: la declaración científica del ser que se halla en Ciencia y Salud, y que dice: "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es Verdad inmortal; la materia es error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza, Por lo tanto, el hombre no es material, él es espiritual" (pág. 468).
De pronto percibí una voz que me decía ¿Quién eres tú? Efectivamente, ¿quién era yo realmente en ese momento? ¿Acaso sólo un ser mortal, dominado y abatido por creencias erróneas de dolor y enfermedad, o el hijo de Dios, espiritual y perfecto? Cuando comprendí mi verdadero ser, cambié mis pensamientos de preocupación y temor, por pensamientos de seguridad y paz, de amor y bienestar.
Me sentía desesperado y temeroso de verme solo y enfermo.
Entonces con más confianza puesta en Dios, comencé a leer Heraldos de la Christian Science y la definición de hombre en Ciencia y Salud (pág. 475) que llevaba conmigo. Luego encontré este pasaje: "Aprende eso, oh mortal, y busca seriamente el estado espiritual del hombre, que está fuera de toda entidad material" (pág. 476). Esta declaración aclaró aún más mi pensamiento y me dio fortaleza. Comprendí que tenía que rechazar todo lo que no viene de Dios y aceptar sólo las cualidades del Espíritu como Vida, Verdad y Amor divinos. La vida es también salud, armonía, vitalidad, energía, fuerza. Mary Baker Eddy también escribe: "Expulsad el error del pensamiento y su efecto no aparecerá". (ibíd., pág. 40)
Después me puse a orar el Padre Nuestro lentamente. Al hacerlo así, percibí otra idea maravillosa: que el reino de los cielos está en nosotros y que es salud, no enfermedad. Que Dios es amor, y el Amor nos sana y nos libra de todo mal. Yo sólo tenía que tranquilizarme y la paz de Dios se reflejaría en mí. Y así sucedió, me sentí mejor.
Después me fui a acostar. Al despertar a las siete de la mañana, todo el malestar y el dolor habían desaparecido. Me encontraba sano.
Por esto doy gracias a Dios, nuestro amado Padre-Madre que siempre está con nosotros, nos protege y nos cuida.
Lima, Perú