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LOS VI COMO HIJOS DE DIOS

Del número de mayo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando mi hija tenía tres años de edad, yo la llevaba todas las mañanas en auto al jardín maternal, de camino al trabajo. Una mañana, durante el trayecto íbamos cantando una canción que me gusta mucho. La letra dice en parte: "Gentil presencia, gozo, paz, poder, divina Vida, Tuyo todo es. Amor, que al ave Su cuidado da, conserva de mi niño el progresar". Y luego afirma: "Bajo Sus alas de poder estoy y en lo secreto de Su senda voy".Himnario de la Christian Science, No 207.

Nos detuvimos frente a un semáforo en una zona donde había una comunidad de precarios recursos, conocida como villa de emergencia. De pronto se acercó un muchacho a mi ventanilla, sacó un arma, y me dijo: "Dame tu cartera o mato a tu hija". Sin pensarlo dos veces tomé tranquilamente mi cartera, abrí la ventanilla y se la di. Él salió corriendo y se metió en la villa.

En ese momento, mi hija y yo permanecimos tranquilas. Estacioné mi auto y me puse a orar. Pensé que realmente no era correcto ni justo que yo no tuviera mis documentos. En la cartera no llevaba mucho dinero, pero tenía el registro de conducir y mi documento de identidad que sólo tienen utilidad para mí. En mi oración pensé que todo lo que me pertenecía permanecía seguro en Dios. Luego me bajé del auto y miré en la dirección en que había corrido esa persona para ver si se había deshecho de la cartera, pero no vi nada.

Una señora se me acercó y me preguntó qué me había pasado. Le expliqué lo sucedido y que quería recobrar mis documentos. Ella me dijo que vivía por allí y que si le dejaba mi teléfono y los encontraban, me llamaría. Así lo hice y me fui.

En el trayecto conversamos con mi hijita porque ella se veía muy enojada por lo ocurrido. Reconocimos que Dios nos había protegido y que teníamos que estar contentas por eso y no enojarnos con ese joven, sino que debíamos perdonarlo y amarlo, sabiendo que Dios le iba a mostrar que lo que había hecho no era correcto y que tenía que obrar bien. También tuve la oportunidad de orar, sabiendo que el hombre no puede dejarse engañar por la creencia de que quitar algo a otro puede dar satisfacción o traer beneficio alguno. Encontramos verdadera satisfacción y felicidad en pensar y actuar correctamente, en trabajar con honestidad, en dar.

En ese momento lo perdonamos y mi hija estuvo mucho más tranquila y serena para ir al jardín de infantes. Yo estaba muy agradecida porque Dios nos había protegido, y sabía que solamente el bien podía manifestarse.

Me gusta mucho pensar en la totalidad de Dios, del bien, del amor.

Cuando llegué al trabajo, llamé a la empresa de la tarjeta de crédito y la di de baja inmediatamente, o sea que no tuve ningún perjuicio económico. Después de hacer la denuncia a la policía me quedé en mi trabajo, orando.

Alrededor del mediodía me llamó un hombre para decirme que había recobrado mis documentos y que podía ir a buscarlos a su casa, que quedaba dentro de la villa de emergencia. Acordamos que iría por la tarde.

En la región donde vivo, las villas de emergencia no tienen calles abiertas sino pasillos angostos, con casitas construidas una al lado de la otra. Yo nunca había entrado en estas villas y tuve que continuar orando. Esto me hizo sentir más calma porque pude percibir que Dios estaba conmigo; que Él tenía el control.

Cuando le comenté a mi jefe lo que iba a hacer asignó a una persona de vigilancia de la empresa que vestía de civil para que me acompañara.

Fuimos y este hombre nos recibió en su comedor, y después de habernos presentado vació sobre la mesa una bolsa de plástico donde estaba todo el contenido de lo que había en mi cartera, excepto la tarjeta de crédito y 20 pesos, que no era una suma de importancia. Al agradecerle por la atención de devolverme todo, me dijo que se había quedado muy indignado porque habían amenazado a mi hija y que por eso él trató de recuperar todas mis cosas. Nos despedimos cordialmente y me fui.

La oración me dio el valor de dar este paso y me ayudó a perdonar a aquel joven. Nunca sentí que esas personas fueran malas o que me pudieran hacer daño. En mi pensamiento pude remover todo rótulo de delincuentes y los vi como hijos de Dios.

En el libro Ciencia y Salud, hay una cita que explica claramente cómo sanaba el Maestro. Dice así: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales”. Ciencia y Salud, pág. 476. Estas ideas me permitieron ver que detrás de la apariencia de violencia o delincuencia se encontraba el hombre que hizo Dios, que es bueno, puro e inocente.

La oración tiene un papel muy importante en mi vida. Además de orar todos los días por mí y por mi familia, oro por la seguridad de mis vecinos y de la comunidad. Encuentro de mucha ayuda pensar en la totalidad de Dios, del bien, del amor, y tener presente que nada intruso que cause daño puede entrar donde Dios lo llena todo con Su amor y Su poder de bien, y eso me incluye a mí, a mi familia y a todos. También trato de reconocer que Dios nos da el bien en ideas de paz, de abundancia, de amor, de originalidad y que nada nos puede robar o quitar esas ideas, que siempre están con nosotros porque son tesoros mentales y espirituales.

El reconocer la “gentil presencia” de Dios nos lleva a sentirnos en paz, y vivir totalmente seguros de que estamos a salvo. Y el reconocer en los demás al hijo de Dios, honesto, respetuoso, inocente — en vez de dejarnos atemorizar por las apariencias — ajusta la circunstancia humana y trae libertad y alegría a nuestra experiencia de vida.

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