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TODOS LOS GASTOS PAGOS

Del número de mayo de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La situación económica de nuestra familia había llegado a su punto crítico.

Mi esposo falleció cuando yo estaba empezando una carrera nueva, ayudando a los demás mediante la oración, y todavía no ganaba mucho dinero. Nuestros hijos estaban en la universidad y necesitaban apoyo financiero precisamente en el momento en que nuestra principal fuente de ingresos había desaparecido. Estábamos lidiando, al mismo tiempo, con el dolor, la pérdida y la falta de recursos.

Con gran preocupación y un alto sentido de reponsabilidad por la familia, además del dolor por la pérdida de mi esposo, al principio oré simplemente para aferrarme a Dios lo más que podía. Pronto comenzaron a venirme algunas ideas sobre la naturaleza de Dios y Su presencia práctica. Para mí estas ideas eran como una forma de ingreso, es decir, eran la sustancia que Dios me daba y que yo aceptaba. Estaba segura de que si continuaba orando para percibir más ideas, este “ingreso” aumentaría. A medida que oraba, esas gotas de ideas se transformaron en un verdadero torrente.

Una mañana me di cuenta de que si bien las circunstancias no habían cambiado, al comprender que el Amor divino, o Dios, no sólo estaba conmigo sino con mi esposo y mis hijos, la tristeza y el miedo habían desaparecido. Estábamos todos a salvo bajo Su cuidado, lo que quería decir que no había ninguna razón para tener temor.

También estaba aprendiendo a dejar de limitar mis expectativas. Mientras mirara las circunstancias materiales, no tendría ninguna fuente de ingresos. No obstante, en cuanto recurrí a Dios como mi proveedor infinito, mis pensamientos comenzaron a ser infinitos. Pensé en la Biblia, donde dice que las misericordias de Dios “nunca decayeron... Nuevas son cada mañana.” Lamentaciones 3:22, 23. Esto me ayudó a ver que nuestro Padre no es un Dios mezquino. Sus promesas — Su seguridad, renovación y curación — son abundantes, ricas e infinitas.

Las Escrituras dicen que Dios es un refugio y me fue útil reconocer que este refugio no es como una puerta giratoria que tanto nos deja entrar como nos expulsa hacia afuera. Dios no nos recibe cobijándonos en la seguridad de Su presencia para luego empujarnos hacia el frío exterior. Su bondad es constante porque es ilimitada.

Jesús demostró esta naturaleza infinita de Dios una y otra vez. Sanó enfermos. Halló dinero para pagar impuestos en la boca de un pez. Alimentó multitudes. Resucitó muertos. Y decía a todos en esencia, “ustedes también pueden hacerlo”.Véase Juan 14:12. Para mí, esto probó que Dios no es teórico. Es un recurso activo y viviente que nos demuestra que podemos tener lo que necesitamos ahí donde nos encontramos, porque Su presencia es la fuente de provisión y responde a toda necesidad de una manera muy práctica.

Mary Baker Eddy también comprendió que los dones espirituales de Dios brindan una seguridad práctica a cada momento. Ella escribió: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis”. Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 307. Para mí, esa fue una promesa. De pronto descubrí que yo cumplía un papel muy importante en esta promesa: tenía que esperar sin dudar que Dios siempre nos daría la provisión a mí y a mi familia, sin interrupción.

Esta percepción me ayudó a obtener un sentido de estabilidad y a reconocer otra lección importante: Mi oración era activa. M. B. Eddy escribió en Ciencia y Salud: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los experimentaréis en la medida en que ocupen vuestros pensamientos”. Ciencia y Salud, pág. 261.

Tuve que aprender a mantener mi oración pensando de tal manera en la presencia de Dios que nada pudiera apartarla de allí. En lugar de pensar que estaba ignorando el problema, lo vi como si me estuviera aferrando a la solución. Lo importante no era comenzar a partir del problema, porque eso nunca lleva a la conclusión acertada, sino que aprendí a comenzar con Dios y a partir de allí avanzar de una manera sistemática. De modo que mi oración era algo así: La naturaleza de Dios es buena. Es una naturaleza infinita que está siempre presente con nosotros. Entonces, ¿qué es esta deficiencia? ¿Es algo que Dios me ha dado? La respuesta es un rotundo no. Muy bien, entonces consideremos lo que Dios sí me ha dado. Me ha dado mucho bien. Me ha dado dominio, que para mí significa fortaleza espiritual. Me ha dado un trabajo para que sea fructífera y multiplique el bien, que para mí significa que tengo que tomar estas ideas que Dios me está dando y aplicarlas activamente en mi vida.

Luego, cuando vi que el problema no era el designio de Dios, sino que Su designio era la solución, sentí como un “amén” concluyente, una maravillosa sensación de seguridad, y poco a poco, el problema fue desapareciendo.

Tuve que mantener mi pensamiento
muy firme en Dios.

Comencé a observar que mi actividad de ayuda a los demás por medio de la oración aumentaba día a día. Luego, mi hija recibió una beca para estudiar en la universidad. Y un día, mirando mi estado de cuenta bancario creyendo que allí no había nada, vi que tenía 1000 dólares. Mi hermana había depositado algo de dinero en mi cuenta pensando que necesitaba un empujoncito. Ella ni siquiera sabía de nuestra situación económica. Consideré que ese dinero era un préstamo, no un regalo, y tiempo después se lo devolví. Pero estuvo allí justo cuando lo necesitaba. Después de eso, me pareció que estaba recibiendo dinero de todas partes. Para fines de ese año nuestra situación económica se había estabilizado y ha permanecido así desde entonces.

Al reflexionar sobre lo sucedido, me di cuenta de que cuando comenzó esta experiencia yo esperaba que la oración a lo sumo me ayudara a sobrellevar la situación hasta que se resolviera de alguna manera. Sin embargo, aprendí que la seguridad que proviene de Dios no es un mero refugio en la tormenta. No sólo nos vuelve a la normalidad, sino que nos hace avanzar. A partir de esta experiencia, la provisión de nuestra familia, incluso una mayor comprensión de Dios, así como una demostración más práctica de nuestra provisión económica, no se mantuvo en el mismo nivel al que llegué aquel año mediante la oración, sino que ha aumentado. Desde entonces hemos visto continuamente una evidencia cada vez mayor de la gran bondad de Dios en nuestra vida.

Pienso que la oración más poderosa por la seguridad no es implorar a Dios que nos dé más bienes materiales, sino el deseo de conocerlo más a Él y servirlo. Nosotros mismos somos la riqueza de Dios; Él nos necesita. ¿Qué nos puede hacer sentir más seguros que eso? Dios nos utiliza para que expresemos la riqueza de Su abundancia. Y esta verdad espiritual nos hace salir del desierto y entrar en la seguridad de Su amor sanador y perdurable.

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