La situación económica de nuestra familia había llegado a su punto crítico.
Mi esposo falleció cuando yo estaba empezando una carrera nueva, ayudando a los demás mediante la oración, y todavía no ganaba mucho dinero. Nuestros hijos estaban en la universidad y necesitaban apoyo financiero precisamente en el momento en que nuestra principal fuente de ingresos había desaparecido. Estábamos lidiando, al mismo tiempo, con el dolor, la pérdida y la falta de recursos.
Con gran preocupación y un alto sentido de reponsabilidad por la familia, además del dolor por la pérdida de mi esposo, al principio oré simplemente para aferrarme a Dios lo más que podía. Pronto comenzaron a venirme algunas ideas sobre la naturaleza de Dios y Su presencia práctica. Para mí estas ideas eran como una forma de ingreso, es decir, eran la sustancia que Dios me daba y que yo aceptaba. Estaba segura de que si continuaba orando para percibir más ideas, este “ingreso” aumentaría. A medida que oraba, esas gotas de ideas se transformaron en un verdadero torrente.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!