En la frontera donde se encuentran Paraguay, Brasil y Argentina hay una maravilla natural: las Cataratas del Iguazú.
Es notable cómo se comporta la naturaleza en sus inmediaciones. Uno no puede dejar de advertir la felicidad que se respira. Los árboles se ven fuertes y frondosos, las orquídeas y los ceibos resplandecen con vivos colores y las pequeñas lagartijas contentas de estar tendidas al sol ni se mosquean cuando el visitante pasa a su lado. Todo el paraje, saturado de humedad y del estruendo del agua que cae, vibra de abundante vida.
Esto lo atrae a uno; lo inspira, lo lleva a observar, a admirar, a deleitarse.
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