Cuando nuestras hijas eran chiquitas, mi esposo y yo estábamos pasando por una situación bastante difícil de carencia de hogar y de empleo. Vivíamos en la casa de un familiar.
Yo había orado mucho para encontrar una solución. En esa búsqueda, me volqué al estudio del libro Ciencia y Salud, y una frase me llenó de inspiración: "La Mente divina mantiene todas las identidades, desde una brizna de hierba hasta una estrella, distintas y eternas". Ciencia y Salud, pág. 280. Esta idea me alimentaba con la certeza de que el Amor divino estaba sosteniéndonos y cuidando de cada uno de nosotros.
Un día, estábamos sentados a la mesa y miré lo que íbamos a comer en ese momento, y sentí alegría al ver lo que tenía en el plato. Entonces me vino al pensamiento una frase de Mary Baker Eddy que dice: "Del amor y de la luz y armonía que son la morada del Espíritu, pueden venir sólo reflejos del bien". ibíd., pág. 70.
Fue como si se levantara un velo. Me sentí tan bien, tan reconfortada y tan agradecida a Dios, porque en ese momento percibí Su presencia aun allí, donde aparentemente no tenía nada más que un plato de comida simple para compartir con mi familia.
Una semana después, mi esposo consiguió un trabajo estable, y al poco tiempo, encontramos un apartamento muy lindo y luminoso en el que criamos a nuestras hijas. Pero las bendiciones no terminaron ahí. Con el tiempo, pudimos comprar nuestra propia casa y cuando las niñas fueron más grandes, conseguí trabajo como profesora de música de la manera más inesperada. Todas fueron manifestaciones del cuidado de Dios.
No dejo de maravillarme al ver cómo la comprensión de esa única frase, no sólo nos abrió un camino de progreso, sino que todo lo que recibimos fue bueno y armonioso. Llegué a percibir que cuando reconocemos que vivimos en esa fuente de luz y armonía sólo podemos recibir bendiciones. Se trata de reconocer y aferrarse a ese Principio divino, a esa ley absoluta de bien que rige el universo y cada aspecto de nuestra vida, y no permitir que el temor y la duda nos hagan aceptar cualquier carencia o situación desfavorable.
Años después pude comprobar esto una vez más, cuando en mi país hubo una crisis económica y me quedé sin trabajo. El Amor divino vino nuevamente al rescate. Le pedí ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo y me refugié nuevamente en Dios. Recuerdo que oraba con el Salmo 91 que dice en parte: "El que habita al abrigo del altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente".
Sabía que el Amor divino cuidaba de cada uno de nosotros.
Al poco tiempo, respondí a un aviso donde pedían profesores y me tomaron. Y en los últimos meses me han estado llamando para otros trabajos, pero he tenido que decir que no a la mitad de ellos porque no tengo tiempo para cumplir con todos.
El estudio de la Ciencia Cristiana ha traído mucha paz y felicidad a mi vida. Me sanó de angustia al revelarme la naturaleza espiritual de Dios y demostrarme que cuando afirmamos Su presencia podemos resolver cualquier problema, porque Dios es el Amor mismo que no sólo trae consuelo, sino protección y sabiduría.
Y como si todo esto fuera poco, la aplicación de esta Ciencia incluso me ha permitido adquirir mi propio auto, tan necesario para trasladarme y poder cumplir con mis obligaciones a tiempo.
Pienso que las palabras de Isaías en la Biblia hablan claramente de esta querida Ciencia Cristiana, cuando dice: "Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!" Isaías 52:7.
Estas enseñanzas indudablemente traen a nuestra vida el gozo que es perpetuo y al que tenemos derecho por ser hijos de Dios.