Hace unos años, una persona quedó debiéndome 2.500 dólares por un trabajo que le había hecho, y prometió que me pagaría a fin de mes. No obstante, llegado el momento no me pagó. Esto complicó mi situación económica porque yo había tenido que enviarle dinero a mi hijo para que siguiera sus estudios en la universidad en Nicaragua, pensando que recibiría mi pago. De modo que me encontré sin dinero para pagar mis cuentas, entre ellas el alquiler de mi casa. Esto me llevó a consultar con una amiga quien muy amablemente me prestó el dinero.
Así pasaron seis años sin volver a recuperar ese dinero. A principios de este año, finalmente encontré a esta persona y me dijo que sus cosas no andaban bien y que lo llamara en unas semanas. Realmente me sentí muy frustrado e irritado porque tenía el presentimiento, como otras veces, de que no estaba diciendo la verdad.
Pero lo maravilloso fue que para ese entonces hacía más de dos años que yo estaba estudiando el libro Ciencia y Salud. Estaba aprendiendo que, en cierta forma, los problemas económicos son como una enfermedad y se deben tratar como tal. Percibí que los problemas, incluso las enfermedades físicas, se originan en la mente humana, y que cuando recurrimos a la Mente divina, o sea, Dios, reconociendo que es la fuente de todo el bien, se pueden resolver.
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