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Curación de tumor y disritmia cerebral

Del número de enero de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi familia conoció el libro Ciencia y Salud hace muchos años, cuando mi hermano sanó de 35 úlceras que tenía en el duodeno, mediante la oración.

Sin embargo, yo nunca había leído este libro hasta que un día mi mamá cayó en coma y los médicos diagnosticaron que tenía un tumor en el cerebro.

Ni bien me enteré de esto, le pedí a mi hermano que me diera Ciencia y Salud, y comencé a leerlo por primera vez con la esperanza de ayudar a mi mamá.

Poco después, mandaron a mamá a su casa dándole seis meses de vida. Yo seguí leyendo el libro con mucha fe y devoción. Sus conceptos, nuevos y diferentes para mí, me daban una paz interior que antes no había sentido.

Luego concurrí con mi mamá a una conferencia sobre la Ciencia Cristiana. Allí me impactó que el conferenciante dijo antes de concluir: "Tengamos unos momentos de oración en silencio". Todos callamos y mientras orábamos sentí como si se disolviera un nudo que tenía en el pecho desde hacía tiempo. Me invadió una sensación de libertad.

Al salir, conocimos al practicista de la Ciencia Cristiana que anteriormente había ayudado a mi hermano y le pregunté si podía ayudar a mi mamá. El practicista aceptó orar por ella y nos dijo que el estudio de esta Ciencia nos muestra que hay una realidad espiritual a la que tenemos que despertar. También nos dijo que la enfermedad es como una pesadilla y que cuando despertamos de ella nos damos cuenta de que no fue real. Para explicar esto nos dio un ejemplo tan claro, que acepté de inmediato que la enfermedad de mi mamá era simplemente un sueño.

Al otro día teníamos cita con el médico quien, cuando vio que ella se podía mover bien, quedó sorprendido, pues ella antes tenía dificultad para hacerlo. Al mes le dio el alta porque había sanado por completo.

Ahora, yo hacía muchos años que tenía disritmia cerebral. Con frecuencia, sufría de desmayos, y el dolor de cabeza era permanente. Además, sentía que tenía que dormir mucho y me olvidaba de las cosas. Asimismo, los médicos me habían dicho que tendría que tomar medicamentos de por vida. Al ver la curación de mamá, le pregunté al practicista si la Ciencia Cristiana me podría sanar a mí también, y me aseguró que sí.

Ni bien escuché esto, suspendí el tratamiento médico. Poco después, noté que ya hacía tiempo que se me había retirado el dolor de cabeza sin haberme dado cuenta. Desde ese momento me sentí totalmente sana y volví a tener la capacidad que había tenido desde niña.

Después de esta curación, logré terminar mi carrera de derecho. La gente se maravillaba de cómo había sanado y esto me daba la oportunidad de compartir con ellos las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. De ese modo, varias personas conocidas sanaron también.

Durante este tiempo, hubo una cita de Isaías que me ayudó mucho, dice así: "No temas porque yo estoy contigo, no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia". (Isaías 41:10) Y también la promesa de Jesús: "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre". (Juan 14:12)

Esta curación me ayudó a comprender mejor la obra de Mary Baker Eddy. Supe que ella se había apoyado en esa promesa de Cristo Jesús y pudo realizar obras de curación como Jesús lo había hecho. Y lo maravilloso es que nosotros hoy también las podemos hacer.


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