Hace diez años, cuando me mudé de Curitiba a Antonina, en el litoral del Paraná, estaba pasando por momentos extremadamente difíciles. Como no tenía dónde vivir, unos amigos me recibieron en su casa. A pesar de ser personas muy gentiles, no me sentía cómoda con esa situación, pues me daba cuenta de que molestaba.
Las condiciones precarias de la ciudad, principalmente el modo de vida de los pescadores, también me inquietaban mucho. Había problemas sociales y mucha ociosidad durante la temporada baja de pesca. Además, la administración de esa actividad era tan mala que la descomposición de los desechos de pescado producía mucho olor, atraía insectos y aves de rapiña, y contaminaba el suelo y el aire. Era necesario orar, para que surgieran ideas nuevas y enaltecedoras.
Entonces comencé a orar para comprender el verdadero significado de vivienda. La Bíblia me alertó al hecho de que Dios siempre tiene reservado un lugar para cada uno de Sus hijos, por eso yo podía encontrar el que Él tenía para mí. Poco después, encontré una casa y formé un nuevo hogar.
Durante esa época, tuve la inspiración de tomar Instrucción en Clase Primaria de la Ciencia Cristiana para aprender más sobre la curación espiritual que enseña esta Ciencia. La misma tiene por fundamento la oración metafísica y la ley divina del Amor incondicional que está al alcance de todos.
Comencé a dar clases de español, y, poco a poco, mi situación económica mejoró. Sentí que podría ayudar más a la comunidad. Por medio de la oración, tuve la inspiración de crear una asociación para los artesanos de la región, a la cual me dediqué durante mis horas libres, como presidenta, durante cinco años. También invité a personas de la Universidad Federal de Paraná a que dieran clases de cooperativismo a fin de crear una cooperativa de pescadores. A pesar del progreso, sentía que la situación de la comunidad podía mejorar aún más. Seguí orando para que las ideas divinas me fueran reveladas.
Una noche, al reconocer todas las bendiciones que mi familia, amigos, vecinos y yo misma habíamos recibido a lo largo de aquellos años, sentí un sentimiento maravilloso de gratitud. A la mañana siguiente, durante el estudio de la Lección Bíblica —compuesta de citas de la Biblia y de Ciencia y Salud— sentí que debía realizar un proyecto. Lo bauticé con el nombre de "Peces residuo cero", inspirada en la multiplicación de los panes y los peces que hizo Jesús, especialmente por la parte en que el Maestro les indica recoger los pedazos que sobraron para que nada se perdiera. Véase Juan 6:12. Desperdiciar las sobras sería una ingratitud hacia el amor y cuidado que Jesús había demostrado en aquella ocasión.
Al estudiar un pasaje correlativo de Ciencia y Salud, entendí que aprovechar los desechos de los pescados era una expresión de amor para con el prójimo, puesto que traería bienestar y sustento no sólo a los pescadores, sino a toda la comunidad, además de disminuir la contaminación ambiental.
Tomé conciencia de que era necesario tener fe, pero también había que actuar. Hacía mucho tiempo que estaba orando por las condiciones de vida de los pescadores, pero ese pensamiento me impulsó a delinear un proyecto para que la comunidad aprovechase totalmente el pescado.
Confirmé que todos los que trabajaban con el pescado usaban la parte noble, el filete y descartaban el resto. Las soluciones me vinieron claramente al pensamiento. Transformaríamos la carcasa de los peces en harina, como complemento alimenticio. Aprovecharíamos la sobra de carne, después de retirado el filete, para hacer hamburguesas, salchichas y albóndigas de pescado. Con los residuos propiamente dichos, como la panza y la cabeza, produciríamos un compuesto de racionamiento animal, inclusive para los propios tanques donde se crían los peces. Usaríamos las escamas para hacer bordados, joyas, cuadros y otras artesanías. La piel sería curtida para confeccionar ropas, zapatos, bolsas, cinturones, aplicaciones en jeans y camisetas. Lo más impresionante era que nunca se había hecho algo parecido. Tuve esas ideas por inspiración divina.
El proyecto era grande y costoso y yo no tenía los recursos para pagar el curso para curtir las pieles de pescado, que me daría las calificaciones para enseñar esa actividad a la comunidad. Pero sabía que como Dios me había dado la idea, Él no me dejaría en medio del camino.
Busqué ayuda financiera en muchos lugares sin ningún éxito. Algunas veces me sentía desanimada, pero mi deseo de ayudar a la comunidad me hacía persistir. Oré con perseverancia durante casi tres años. Este pasaje de Ciencia y Salud me ayudó a seguir adelante: "El Espíritu, Dios, reúne pensamientos informes en sus cauces adecuados y desarrolla esos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que ese propósito aparezca". Ciencia y Salud, pág. 506. Sabía que el Padre-Madre, la Mente, se haría cargo de todo.
Un día, me acordé de una conocida que era ejecutiva de una gran empresa, y le pedí a una amiga común que conversara con ella sobre mi proyecto. Ese mismo día, la ejecutiva me dio la cantidad para pagar parte del curso. Completé el valor total con la traducción de un libro. Otras personas me ayudaron con el hospedaje y el transporte.
Comprendí que no estaba luchando sola.
Todo se desarrolló con mucha armonía. Percibí que todo ocurriría en el momento oportuno, de acuerdo con el plan de la Mente divina, del todo sabia, que siempre prepara el camino. La profesora que dio el curso estaba haciendo una maestría en el área de pieles de pescado, en la misma universidad. Su experiencia laboral respondió perfectamente a mis necesidades pedagógicas. Actualmente, ella lee literatura de la Ciencia Cristiana y se siente muy bendecida.
Es como si ella estuviese recibiendo una retribución por el amor y el cariño que expresó. Vivimos en la misma ciudad y estamos estableciendo una Organización Nacional Gubernamental (ONG) para llevar adelante este proyecto que bendecirá a todos los que obtendrán su sustento por medio del mismo.
Después de dar la primera clase sobre la curtiembre, percibí que estaba obedeciendo a Dios. Había pasado la noche anterior orando para reconocer que la inteligencia es una cualidad de la Mente infinita, Dios, que tanto los alumnos como yo, reflejábamos. Todo salió tan bien, ¡que parecía que había estado enseñando ese tema desde hacía mucho tiempo!
En marzo de este año, en Curitiba, se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad y la Seguridad. El puesto que expuso los trabajos de las comunidades de Antonina, PR, que aprendieron a trabajar con desechos de pescado, fue el que más se destacó. Cuando me preguntaban cómo se me había ocurrido la idea, yo respondía: "Por inspiración divina".