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Libre de opresión

Del número de enero de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Facturas de pago pendientes, acreedores impacientes, problemas económicos, un gran sentido de opresión. ¿Le resulta familiar? Así me sentía yo ante la situación que estaba viviendo. Las nubes de preocupación por mi negocio habían prácticamente ocultado el sol. No lograba encontrar una salida.

En mi necesidad, un día, estaba leyendo el libro Ciencia y Salud y encontré este pasaje: "En el Sagrado Santuario de la Verdad, hay voces de solemne significación, pero no les hacemos caso". Ciencia y Salud, pág. 232. Luego hallé otro que complementaba al primero: "La Mente manifiesta todo lo que existe en la infinitud de la Verdad". ibíd., pág. 258.

Me quedé quieta por un momento. Sentí como si me hubieran quitado una venda de los ojos. Yo había estado sufriendo todo ese tiempo, cuando en realidad tenía la ayuda de Dios a mi alcance. Entonces comencé a orar de todo corazón. Comprendí que esa preocupación era una imposición mental agresiva que no venía de Dios. Que el único enemigo que tenía que vencer se encontraba en mi propio pensamiento; en la creencia de que estaba abandonada, luchando sola contra todo ese sentido de escasez, cuando lo que necesitaba era entrar en el Sagrado Santuario de la Verdad, cerrar la puerta a todas las sugestiones de limitación que me estaban acosando, y escuchar lo que mi amado Padre me estaba diciendo. Recordé, como otras veces, que Dios es la fuente inagotable e infinita de todo el bien y que yo, en realidad, no podía carecer de nada.

Pensé en la palabra "invocar", y al buscarla en el diccionario encontré esta definición: "Llamar uno a otro a favor o auxilio; acogerse a una ley, costumbre o razón, exponerla y alegarla". Diccionario Sopena. Esto me ayudó a entender que tenía que invocar a Dios y pedirle ayuda, sabiendo que, por ser Su hija, tenía el derecho de acogerme a la ley divina.

Dios es el asesor financiero más efectivo.

Comencé mi invocación declarando mi deseo de despojarme "del viejo hombre", Efesios 4:22. y de nacer de nuevo, reconociendo que la Mente divina, Dios, al crearme me había dado dominio sobre todas las cosas, incluso todo pensamiento errado. Reconocí que en Su santuario encontramos reposo, provisión abundante y riqueza espiritual infinita. También declaré que mi progreso no podía tener obstáculos, sino que era fluido, armonioso y justo.

Esta comprensión me trajo un gran sentido de libertad, de renovación. Muy pronto, el temor y esa creencia de que la situación no tenía solución y que yo no merecía vivir en paz, fueron desapareciendo.

Entonces, recordé esta declaración de Ciencia y Salud: "La Ciencia divina, superando las teorías físicas, excluye la materia, resuelve cosas en pensamientos y reemplaza los objetos del sentido material con ideas espirituales". Ciencia y Salud, pág. 123.

Esto me ayudó a comprender que lo más importante era ver la situación desde una perspectiva espiritual, que es siempre buena, y como consecuencia las soluciones comenzaron a surgir.

Ahora sé que tengo la opción de mantener este canal de comunicación con Dios siempre abierto; canal que ofrece atractivas promociones que invitan hasta al más tímido a aceptar el desafío de entrar primero al Sagrado Santuario de la Verdad y encontrar la libertad y seguridad que nos han sido otorgadas.

El estudio de la Ciencia Cristiana me sostiene y me ha ayudado a desarrollar cualidades que antes me parecían impracticables, tales como: disciplina, paciencia, firmeza de propósito, habilidad de saber escuchar, perseverancia; siendo esta última indispensable.

Sigo aprendiendo sobre estas cualidades que vienen de Dios y sé que el camino de la espiritualidad comienza el día que decidimos tomarlo, y no tiene fin. Así que cada experiencia en mi progreso me llena de regocijo.

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