Hace unas semanas visité el desierto de Sonora al sur de Arizona. El sol todavía no había salido y las estrellas eran dueñas de la noche.
De cuando en cuando, las estrellas fugaces dejaban breves pinceladas de luz sobre Orión, Casiopea y la Osa Menor. Éstas y otras constelaciones formaban un trasfondo de permanentes configuraciones estelares.
Los antiguos encontraban en esta permanencia del cielo estelar, ayuda para señalar rumbos en la tierra. Tal vez sea por eso que lo que el cielo representa nos infunde tanta admiración y respeto.
¿Quién no está buscando señales de permanencia en la vida, en el trabajo, el matrimonio, las amistades y aun entre los pueblos?
La Biblia menciona al cielo en numerosas instancias para significar esa permanencia de orden y armonía, que también abarca a la tierra. Tal es la importancia de su significado que aparece en la primera frase del libro del Génesis: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". Cristo Jesús, con su decir magistral nos muestra que esta idea de permanencia no es inalcanzable cuando afirma: "El reino de los cielos se ha acercado". (Mateo 10:7)
Dios es el Principio que otorga y mantiene la permanencia de orden, paz y armonía en Su creación. Esto lo hace de una manera espiritual, obrando en nuestro corazón por medio de pensamientos que nos hablan de lo que para Él es verdad.
Las palabras de Jesús quizás contengan la clave para que esta permanencia espiritual tome lugar en nuestra vida. Él habla del "reino de los cielos", un reino donde están establecidas las leyes espirituales de Dios. En este reino no es el hombre quien decide si ha de ser o no obediente. Esta ley, la exigencia de obediencia y su ejecución, se origina en Dios mismo. No hay opción para el hombre, sino obedecer.
Todos podemos hacer nuestra esa permanencia y estabilidad de Sus verdades; podemos sentir que Su permanencia de orden, paz y armonía está presente en nuestro lugar de trabajo y en nuestros hogares. Y podemos confiar en que esa permanencia ilumine nuestros días y nuestras noches.
Esperamos que el tapiz de temas presentados en este número de El Heraldo se abra al lector mostrando grandes constelaciones de ideas que inspiren soluciones espirituales.
Con afecto,