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Una serie especial

Cinco conceptos cristianos

Segunda Parte: La comunión

Del número de marzo de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras fue publicado por primera vez en 1875. Cuatro años después, su autora, Mary Baker Eddy, fundó La Primera lglesia de Cristo, Científico, con el fin de difundir las enseñanzas de este libro. No obstante, muy pronto, ella se dio cuenta de que la personalidad y la política —todo tipo de opiniones y prejuicios humanos— podían influenciar a los miembros de cualquier denominación religiosa. En consecuencia, en 1894, designó un pastor impersonal —único en su género, compuesto por dos libros, la Biblia y Ciencia y Salud— para que enseñara, mantuviera, guiara y apoyara la lglesia que ella fundó, para siempre.

Hoy en día estos dos libros siguen ofreciendo a sus lectores, a cada instante, mensajes sanadores que nutren, consuelan, brindan energía y sanan a todo aquel que los estudia. Si se los considera juntos, estos dos libros ofrecen una ayuda práctica e inmediata, así como respuestas espiritualmente satisfactorias que ningún pastor humano podría proporcionar. También dan respuestas científicas sobre cómo sanar todos los problemas que enfrenta la humanidad. Estos libros son realmente un pastor universal, siempre al alcance de todo el mundo, todos los días, las 24 horas del día, ahora y por toda la eternidad.

Estos dos libros colaboran juntos. Ciencia y Salud “abre” las Escrituras a través de la revelación divina, y la Biblia apoya el fundamento y la existencia misma de Ciencia y Salud. Precisamente, debido a que este último ahonda en el significado espiritual de la Biblia, los Científicos Cristianos han obtenido profundas vislumbres que amplían y enriquecen los conceptos cristianos tradicionales que han estado en práctica por miles de años.

Esta segunda entrega de “Cinco conceptos cristianos” presenta un artículo de Arno Preller sobre la comunión. Las tres entregas siguientes tratarán sobre otros conceptos religiosos desde la perspective de la Ciencia Cristiana: el nuevo nacimiento, el bautismo y la resurrección. Después de siglos de tradiciones religiosas, tales como la comunión compartiendo el pan y el vino, el bautismo con agua, y la conmemoración anual de la resurrección de Jesús durante la Pascua, la Ciencia Cristiana dilucida los ritos religiosos y abraza sus significados más profundos. De modo que, lo invitamos a explorar lo que estos dos libros tienen que decir...

Imagínese que usted es uno de los discípulos que tuvieron el privilegio de estar con Cristo Jesús durante su breve carrera. Usted siente directamente el amor que el Maestro tuvo por las multitudes que lo seguían. Es testigo de las numerosas curaciones que realizó. Lo ve resucitando muertos y lo escucha cuando le dice a usted que debe hacer las mismas obras. Y después de la crucifixión de su Maestro, se maravilla al comprender que él mismo ha resucitado de la tumba.

No obstante, a la mañana siguiente, después de la resurrección, usted está en el mar pescando con otros discípulos. No logran pescar nada, y se sienten a la deriva, en peligro de ser atrapados una vez más en las antiguas rutinas que ya habían superado.

Un hombre los llama desde la playa y les dice que arrojen sus redes a la derecha de la barca. Cuando lo hacen, se llenan de tantos peces que apenas las pueden recoger dentro de la barca. Entonces el hombre los invita a que vayan a la playa y coman con él. Al llegar hay brasas encendidas y un poco de pescado y pan. Por el gozo que siente en su corazón, usted sabe que este hombre es el Maestro. Y cuando él dice: “Venid, comed”, Juan 21:12. tiene la certeza de que lo es.

Al reunirse con Jesús en la playa, usted recuerda vívidamente la última cena que compartieron juntos, cuando bebió vino de su copa y partieron el pan, antes de la traición En aquella triste ocasión, cuando estaban comiendo, el Maestro les dijo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo”. Y refiriéndose al vino en la copa: “Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. Mateo 26:26–28.

Aquella mañana en la playa, una vez más, la voz de su Maestro agita profundamente su pensamiento; es la tan conocida venida del Cristo a su consciencia. Este Cristo, o influencia divina, que Jesús vivió tan plenamente, de inmediato lo impulsa a cambiar su manera de actuar y a poner su confianza en el lado derecho, el del Espíritu en lugar del lado de la materia. Usted siente que ha vuelto a nacer. Al estar espiritualmente consciente del Cristo, siempre presente en la consciencia humana, se une a otros seguidores de Jesús en esa santa comunión con el único Dios.

Estamos dotados de sentido espiritual para comprender Sus mensajes.

Nuestra eucaristía

Haciendo referencia a esos sucesos trascendentales, Mary Baker Eddy escribió lo siguiente sobre lo que significan para los Científicos Cristianos: “Esa reunión espiritual con nuestro Señor, en el amanecer de una nueva luz, es el alimento matutino que los Científicos Cristianos conmemoran. Se inclinan ante Cristo, la Verdad, para recibir más de su reaparición y comulgar en silencio con el Principio divino, el Amor. Celebran la victoria de su Señor sobre la muerte, su manifestación en la carne después de la muerte, su ejemplificación de la probación humana, y su ascensión espiritual y final sobre la materia, o la carne, cuando se elevó fuera del alcance de la vista material.

“...Nuestra eucaristía es la comunión espiritual con el único Dios. Nuestro pan, 'que desciende del cielo’, es la Verdad. Nuestra copa es la cruz. Nuestro vino, la inspiración del Amor, que nuestro Maestro bebió y encomendó a sus seguidores”.Ciencia y Salud, pág. 35.

Para mí es necesario tener esta comunión espiritual con Dios todos los días. No hace mucho, estuve orando durante varios días para sanarme de una dolorasa condición fisica, sin resultado alguno. Leí y pensé en algunos de mis pasajes preferidos de la Biblia, estudié citas de Ciencia y Salud, y reflexioné sobre todo lo que significaba que el hombre y la mujer sean la imagen y semejanza de Dios, como revela el primer capítulo del Génesis. No obstante, mi condición no mejoraba. Pensaba honestamente que había orado lo mejor que podía. Finalmente, me puse mentalmente de rodillas y le pedí a Dios que me dijera qué necesitaba saber y hacer. Allí me di cuenta de que era la primera vez que realmente me dirigía a Dios en mi oración. Hasta ese momento, había estado razonando metafísicamente y argumentando mentalmente en pro de mi derecho divino de ser sano. Pero si bien el razonamiento y el argumento nos preparan para la oración, de ningún modo reemplazan el hecho de estar en comunión con Dios y escucharlo directamente, porque lo más importante de la oración es la comunión consciente con Dios.

A medida que oraba y escuchaba con humildad los mensajes que Dios tenía para mí, era como si estuviera participando de aquella lejana cena de comunión con Jesús y los discípulos, pero ahora era la presencia eterna del Cristo que partía el pan conmigo y me comunicaba la verdad espiritual de mi ser. Esta comunión con nuestro Padre-Madre celestial es lo que Jesús simbolizó al partir el pan con sus discípulos. Me sentí inspirado, envuelto en el amor de Dios. Mi oración se transformó en una verdadera comunión con el Amor divino, y me sanó rápidamente de la condición física.

Pienso en toda lucha espiritual conmemorando al Cristo en la que superamos el pecado, la enfermedad y la muerte, que es como compartir la copa y el vino que tanto inspiraron a los discípulos durante la última cena, cuando Jesús insistió en que bebieran de su copa. ¿Acaso no estaba Jesús exigiendo lo mismo de todos sus seguidores, incluso de nosotros? En otras ocasiones el Maestro había instado a quienes lo escuchaban a que tomaran la cruz y lo dejaran todo por Cristo, es decir, que dejaran sus viejas formas de pensar y actuar, y se encomendaran a una vida de oración y servicio, aunque esto significara enfrentar nuevos desafíos y dificultades.

Oración y comunión

Ciencia y Salud tiene mucho que decir sobre el tema de la oración. A mí me resulta muy útil la declaración: “la intercomunicación siempre proviene de Dios y va a Su idea, el hombre”. ibíd., pág. 284. Considero que una de las palabras más importantes de esta frase es siempre. Dios nos está hablando siempre. Y la intercomunicación implica que alguien está recibiendo el mensaje. De otro modo, sería un monólogo. La Mente divina nos ha dotado de sentido espiritual para poder comprender sus mensajes.

Estoy seguro de que la mayoría de nosotros en alguna oportunidad ha orado sin ninguna inspiración. Es cuando decimos: “Son solo palabras”. No obstante, la inspiración siempre está fluyendo desde Dios hacia Su creación. Entonces, ¿cómo podemos ser más receptivos? Pienso que al comenzar a orar podemos preguntarnos: ¿Estoy realmente dirigiéndome a Dios? ¿Quiero verdaderamente acercarme más a Él y comprenderlo mejor? ¿Tengo suficiente inspiración?” En otras palabras podemos preguntarnos si aspiramos o no a vivir de manera consecuente las cualidades del Cristo tales como compasión, perdón y generosidad. Esta aspiración conduce a la inspiración, es como inhalar y exhalar.

Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:24. Cuando estamos en comunión con Dios, ¿tenemos la certeza de que lo estamos adorando? ¿Estamos dejando todos los pensamientos materiales fuera del “aposento” de la oración en el cual Cristo Jesús nos exhortó a entrar? Mary Baker Eddy escribió: “Un requisito previo para la comunión con el Espíritu es alcanzar la vida espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 72. Así que es necesario purificar nuestra vida para poder escuchar a Dios.

Orar es tener audiencia, un momento de comunión, con Dios

Los momentos dedicados a la oración son momentos de audiencia con Dios. La Biblia está llena de ejemplos de personas de pensamiento espiritualizado que recurrían directamente a Él. El Salmista, por ejemplo, pregunta: “Ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Salmo 139:24. Estar en comunión no siempre significa que le pidamos a Dios. Puede que sea una expresión directa de gratitud hacia Él, de agradecerle al Padre por nuestra unicidad con Él.

Con frecuencia, la mayor parte de mi oración la dedico a ver que Dios sea más verdadero para mí. Cuando estoy en comunión con Dios, no quiero tener la sensación de que me está respondiendo un contestador automático. Tiene que llegar a ser tan real para mí que pueda sentir que me estoy acercando más a Él. Esto comienza adorando a Dios. A medida que dejo de lado todo plan humano y pensamiento sensual o egoísta, y me vuelvo a Dios con todo mi corazón, Él me envuelve en Su amor y responde a mi oración. Esta comunión puede llegar a ser sin esfuerzo alguno y con regocijo, puede llegar a ser la experiencia más maravillosa que pueda tener.

La Lección-Sermón de la Ciencia Cristiana incluye dos veces al año el tema del “Sacramento”. Durante el servicio dominical sobre el sacramento, la congregación en las iglesias filiales de la Ciencia Cristiana en todo el mundo se arrodilla en silenciosa comunión y luego los asistentes oran juntos el Padre Nuestro. A mí me encanta este servicio. Al arrodillarme siento cómo se unen quienes me rodean y juntos nos diriginos a Dios y prometemos una vez más consagrar nuestras vidas a Su servicio. Yo le agradezco a Dios por Su amor, le agradezco por la luz del Cristo presente en mi vida, y resuelvo ser más constante al “despojarme del viejo hombre con sus hechos, y... revestirme del nuevo”, como indica San Pablo. Colosenses 3:9, 10. Este servicio es un recordatorio de que debemos estar en comunión íntima con el Amor divino todos los dias; que debemos volver a nacer cada día.

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