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No te quedes de brazos cruzados

Del número de marzo de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El jardín era hermoso. Arbustos y flores lo rodeaban y muy cerca de mí había una pequeña cascada de agua. Sentí el aire cálido y escuché el sonido del agua al deslizarse sobre las rocas. Me embargó una sensación de paz. Extendí el brazo para tocar el agua, pero no pude. Insistí, pero me fue imposible.

De pronto me di cuenta de que seguía acostada en la cama. Lo que había parecido tan real no era más que una ilusión.

Regresaron entonces los fuertes dolores en la cadera y el vientre, que hacía varios días que me aquejaban. Le había pedido a una practicista de la Ciencia Cristiana que me apoyara con su oración. Yo, por mi parte me aferraba a una corta pero reconfortante oración: “Dios es mi vida”. Para mí, ésta era mi arma de batalla. Breve, pero muy eficaz. La decía con convencimiento, sabiendo que mi curación era inevitable porque mi Padre-Madre Dios estaba conmigo y me ayudaría a despertar de ese sueño de dolor y discapacidad.

De vez en cuando, me invadía el pensamiento de que no lograría sanar. La duda sutilmente trataba de infiltrarse y deteriorar mi fe. Esto me hizo pensar en la serpiente que, según relata el Génesis, con su sutileza convenció a Eva de comer el fruto prohibido. La serpiente no podía tomar el fruto y dárselo, así que recurrió a la mentira y a la sugestión para convencerla de arrancar la manzana y comerla. Eva después se dio cuenta del engaño, pero ya era tarde.

Entonces comprendí que para nosotros no es tarde. La serpiente, o mentalidad carnal, quisiera inducirnos a responder sin amor y a reaccionar heridos por el orgullo; quisiera convencernos de que estamos expuestos a enfermedades, limitaciones y violencia. Pero la serpiente no tiene poder para asustarnos, enfermarnos ni hacernos mal, porque sólo sugiere mentiras, simplemente habla mucho y trata de infiltrar pensamientos negativos en nuestra conciencia para atemorizarnos y provocar conflicto.

Es como la historia del jinete que va tranquilo por el campo y de repente el caballo se detiene asustado y levanta sus patas delanteras y el jinete cae al suelo. Éste furioso se enoja con el animal y le pega con el fuste. No se da cuenta de que una víbora mordió al caballo y se ocultó rápidamente.

Comprender este engaño y actuar viendo la situación como Dios la ve, es decir, desde una perspectiva espiritual, puede contribuir a que nuestra vida mejore notablemente. En mi caso, ayudó a que los dolores disminuyeran hasta que finalmente sané por completo.

Mary Baker Eddy instruye en su obra Ciencia y Salud: “Cuando se presente la condición que según vuestra creencia ocasiona la enfermedad, ya se trate de aire, ejercicio, herencia, contagio o accidente, desempeñad entonces vuestro oficio de portero y cerrad el paso a tales pensamientos y temores malsanos. Excluid de la mente mortal los errores nocivos; entonces el cuerpo no podrá sufrir a causa de ellos”.Ciencia y Salud, pág. 392. Y esto se aplica a toda circunstancia de nuestra vida.

Es claro que depende de nosotros aceptar o no las sugestiones erradas y rechazarlas. Los pensamientos que vienen de Dios son, en general, más fáciles de reconocer porque sólo expresan bondad, sabiduría, misericordia. Mientras que las sugestiones de la mente mortal son muy sutiles y nos impulsan a obrar equivocadamente.

De principio a fin, la Biblia está llena de ejemplos de gente que fue engañada y que al mantenerse firme en su conocimiento de Dios, logró liberarse del mal. Cristo Jesús mismo fue tentado, pero su percepción espiritual le permitió ver claramente que era un engaño; de hecho, afirmaba que el mal era padre de mentiras. Juan 8:44. Es obvio, para mí, que para cuando llegamos al libro del Apocalipsis, la serpiente se ha transformado en un enorme dragón, cuyas mentiras acerca del hombre son tan grandes y temibles como su apariencia.

Pero cuando aprendemos que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios y, por ende, tiene dominio sobre todas las cosas —incluso sobre “todo animal que se arrastra sobre la tierra” Véase Génesis 1:25, 26, 27.— adquirimos el conocimiento necesario para negarnos a aceptar esas sugestiones y declarar el derecho inalienable que tiene el hombre de vivir en armonía. Ciencia y Salud también afirma: “El hombre es espiritual y perfecto... Es la compuesta idea de Dios e incluye todas las ideas correctas”.Ciencia y Salud, pág. 475.

No tenemos por qué aceptar la sugestión mental.

Ahora bien, ¿qué vamos a hacer al respecto? ¿Vamos a seguir de brazos cruzados aceptando todo lo que nos dice la serpiente, o nos vamos a rebelar y a declarar con firmeza el derecho que nos ha dado nuestro Creador de vivir en paz, de progresar, de ser sanos?

M. B. Eddy recomienda: “En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor la dureza adamantina del error —la obstinación, la justificación propia y el amor propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte”. ibíd., pág. 242.

Puede que a lo largo del camino tengamos tropiezos e incluso alguna que otra caída, pero son parte de nuestro aprendizaje. Lo importante es volverse a levantar y seguir firmes adelante en nuestro progreso espiritual. Tenemos el derecho y la habilidad necesarias que nos otorgó el Amor divino, para derrotar todo lo que se oponga a Dios. Si somos perseverantes, muy pronto podremos, como Jesús, afirmar con autoridad: “Calla, enmudece”, Marcos 4:39. a toda sugestión del mal.

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