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Muchas bendiciones

Del número de marzo de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


CUANDO SÓLO EL ESPÍRITU SANA

TESTIMONIOS DE TODAS PARTES DEL MUNDO

Conocí la Ciencia Cristiana hace más de 30 años. En aquel tiempo mi primera hija lloraba mucho de noche y los médicos no sabían qué tenía. Entonces, una vecina me dio literatura de la Ciencia Cristiana, y aunque yo no la leí en ese momento, mi padre se interesó y descubrió que era lo que había buscado toda su vida, y me recomendó que lo siguiera. Luego mi vecina me invitó a una reunión de testimonios del miércoles en su iglesia. Recuerdo que una persona estaba leyendo desde el púlpito y, aunque no me acuerdo lo que leía, seguramente fue algo muy sanador, pues a partir de aquella noche mi hija durmió.

Tiempo después, cuando iba a tener a mi segunda hija, querían hacerme una cesárea. Para entonces, yo ya conocía mejor la Ciencia Cristiana y me puse a estudiar una cita de Ciencia y Salud, donde dice: “Para atender de manera apropiada el nacimiento de la nueva criatura, o idea divina, debierais apartar de tal manera el pensamiento mortal de sus concepciones materiales que el nacimiento sea natural y sin peligro” (pág. 463). Me sentí en paz y muy tranquila. Poco después, la niña nació normalmente. Entonces, me dediqué con más ahínco al estudio de esta Ciencia y comprendí que tenía que cambiar muchas otras cosas en mi manera de pensar.

Años después quise dejar de fumar, y ése fue el desafío más grande que he tenido en mi vida, porque fumaba 40 cigarrillos por día. Al principio me costó mucho, pero continué orando con el Padre Nuestro, hasta que un día me di cuenta de que me había olvidado por completo de comprar cigarrillos, y a partir de allí no sentí más necesidad de fumar.

Esta Ciencia también me ha ayudado en mi trabajo. Hace veinte años yo estaba orando para encontrar empleo y había presentado varias solicitudes. Un día me llamaron de la Escuela de Danza de la capital para entrevistarme para un puesto de preceptora, que incluía, entre otras actividades, mantener la disciplina de las estudiantes. Mi familia no estaba de acuerdo en que trabajara allí porque quedaba muy lejos y el sueldo apenas alcanzaba para el transporte. Yo les dije que me dejaran probar, porque había orado y sabía que Dios no daba las casas a medias. Mi primer sueldo resultó ser tres veces más alto de lo que me habían dicho.

Recuerdo que me habían asignado un curso con muchos problemas de disciplina. Varias preceptoras habían intentado mantener el control de las estudiantes sin éxito. No obstante, yo había orado y me sentía bien firme en Dios. Cuando llegó el momento, conversé con ellas largamente y les prometí que sobre la marcha encontraríamos la solución a todos los problemas. Tiempo después, la curación fue completa.

En mi oración, trataba de mantenerme firme en que Dios es el que gobierna todo. Esta idea de Ciencia y Salud me fue de mucha ayuda: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto que aparecía a él, donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos. Así Jesús enseñó que el reino de Dios está intacto, y que es universal, y que el hombre es puro y santo” (página 476). Al pensar de acuerdo con estas ideas nunca tuve problemas con los profesores ni con las alumnas.

El estudio de la Ciencia Cristiana me ha hecho sentir más cerca de Dios y cambiar mi forma de pensar. Estoy agradecida porque este cambio no sólo me ha ayudado a resolver mis propios problemas, sino a mejorar la vida de otras personas.


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