Hace poco estuve en el pueblo de Jaumave en Tamaulipas, México, observando una bandada de guacamayas militares. Todas las mañanas, de octubre a marzo, estas aves de color verde brillante, con colas de rojo vivo, alas azules y amarillo deslumbrante, vuelan desde las Montañas de la Sierra Madre a desayunar en la plaza central. Difíciles de ver en otras áreas, las guacamayas se posan en los nogales con toda despreocupación pues no se sienten amenazadas por la gente del lugar. Jaumave es famosa por ser el único pueblo del mundo a donde las guacamayas acuden a alimentarse.
Al observar estas aves levantar vuelo de la copa de los árboles y posarse nuevamente, me acordé de la parábola del hijo pródigo.
Como se relata en el Evangelio según Lucas capítulo 15, el hermano menor emigra a otro país, mientras que el mayor se queda en casa. En lugar de cumplir sus sueños, el hermano menor pierde todo lo que tiene. Quizás haya tratado de impresionar a sus nuevos amigos, o haya estado demasiado ocupado divirtiéndose como para pensar en el futuro.
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