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Algunas ideas sobre el progreso

Del número de mayo de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo deseaba progresar en la vida y había descubierto que para lograrlo tenía que espiritualizar mi pensamiento. No obstante, superar las limitaciones y corregir mi carácter a veces parecía un desafío demasiado grande.

En mi búsqueda de progreso había leído muchas cosas sobre autoayuda, enseñanzas cristianas, etc. Pero aunque esas lecturas me aportaban ideas interesantes, no me ofrecían una solución eficaz, y yo seguía pensando que era un hombre imperfecto que debía convertirse en un ser espiritual y evolucionar para ser mejor. Esto me hacía ver la meta cada vez más lejos.

Cuando conocí las enseñanzas de la Biblia a través de la lente esclarecedora de la Ciencia Cristiana, se produjeron muchos cambios en mi vida. Mi forma de razonar comenzó a cambiar y algunas preguntas importantes que tenía en mi corazón comenzaron a encontrar respuesta.

A través de las páginas de Ciencia y Salud, aprendí que "el progreso es la ley de Dios". Ciencia y Salud, pág. 233. Esto me llevó a razonar que cuando se está sostenido por la ley divina, no hay de qué preocuparse, ¡el progreso es inevitable! Esto me dio esperanza.

Pronto comprendí que necesitaba renovar mi propio punto de vista acerca de mi identidad y de lo que es Dios y Su creación. Una de las ideas más poderosas que me permitieron progresar es que el hombre que Dios creó no es un ser imperfecto separado del bien divino, sino que ya es perfecto e inmortal, y que esa perfección se va manifestando paso a paso.

El apóstol Juan afirma: "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es". Véase 1° de Juan cap. 3:1–3.

También descubrí en la Biblia que nuestros "nombres están escritos en los cielos". Lucas 10:20. Para mí, esto significa que nuestra perfección ya está establecida por Dios porque somos ahora mismo Su creación buena y perfecta.

Gradualmente, fui entendiendo que nuestra labor no consiste en buscar el mejoramiento personal por nuestra cuenta, sino en sostener y mantener firme en nuestra conciencia la idea de la perfección de Dios y Su idea, el hombre.

En una de sus obras, Mary Baker Eddy dice lo siguiente: "Usted nunca podrá demostrar espiritualidad mientras no declare que es inmortal y comprenda que lo es. La Ciencia Cristiana es absoluta; no está detrás del punto de la perfección ni avanzando hacia él; está en ese punto y desde él se debe practicar. A menos que usted perciba plenamente que es el hijo de Dios, y por lo tanto perfecto, usted no tiene Principio que demostrar ni regla para su demostración. Con esto no quiero decir que los mortales sean los hijos de Dios —lejos de ello. Al practicar la Ciencia Cristiana usted debe declarar su Principio correctamente, o perderá su capacidad para demostrarla". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 242.

Dios nos ha dado la capacidad de comprender espiritualmente. Esta capacidad no es el desarrollo del intelecto, sino el ejercicio de una facultad del Alma. El desarrollo espiritual es como una lámpara que va brillando cada vez más. Al comienzo su luz parece muy tenue, pero luego lo inunda todo con su fulgor. Un poema dice: "Alza tu luz, que brille con fulgor.../ Si te rodean males y dolor,/ rompe las sombras tú con la Verdad, e irradiará salvándote su luz,/ mostrando poco a poco el día ideal". Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 172. Poco a poco no quiere decir lentamente, sino paso a paso, progresivamente.

Apóyate de todo tu corazón en Dios y Él iluminará tu camino.

Estos pasos de progreso nos muestran que los defectos de carácter, incluso las enfermedades, son rincones del pensamiento donde la luz de la inteligencia divina debe resplandecer con mayor fulgor. Cuando el brillo de las ideas de Dios aparece en nuestra consciencia las tinieblas desaparecen y descubrimos que donde parecía haber enfermedad, tristeza y ansiedad, hay salud, armonía y alegría.

En la época en que conocí la Ciencia Cristiana, estaba pasando por grandes desafíos en mi vida. Mi matrimonio de muchos años había llegado a un punto crítico y parecía que la única salida sería la separación. También había vuelto a fumar, hábito que había dejado voluntariamente algunos años atrás. No obstante, al volver mi atención a estas ideas luminosas acerca de la identidad del hombre espiritual y su eterna pureza, me di cuenta de que no había ningún placer en ese hábito, que era meramente un estado mental que podía ser eliminado por las ideas correctas acerca de mí mismo y de los demás. Desde ese momento dejé de fumar definitivamente; de esto hace ya más de quince años.

Lo más importante es que nuestro matrimonio se vio bendecido con estas ideas espirituales y atravesó un período de renovación. Volvimos a empezar desde una base más sólida, espiritual y permanente. Actualmente tenemos una hermosa familia con dos hijas pequeñas.

Aprendí que debemos andar con paciencia nuestro camino, hasta que la luz de la espiritualidad que ya está en nosotros brille en todo su esplendor. La lámpara de nuestra conciencia resplandece aún más a medida que usamos el aceite que tenemos para iluminar a todos los que nos rodean. Es Dios quien alumbra nuestro andar y nos va indicando qué debemos hacer para progresar.

Resulta práctico preguntarse: ¿Qué puedo hacer hoy para expresar más de mi ser verdadero? Y la respuesta es clara. Podemos consagrar más nuestro pensamiento al bien, podemos amar más y ser más dulces, aprender a orar más y recibir la inspiración celestial para orientarnos en cada cosa que hacemos.

Esta manera de transitar el camino me trajo incontables bendiciones. Fui liberado de distintas enfermedades sin necesidad de utilizar medicamentos, y también pude estudiar una carrera, tener mejores oportunidades de trabajo y sentirme más satisfecho con mi propio progreso.

Esta nueva perspectiva de enfrentar la vida, me alienta y anima para seguir progresando, poniendo muy en alto mi luz para que ilumine a todos.

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