CUANDO SÓLO EL ESPÍRITU SANA
TESTIMONIOS DE TODAS PARTES DEL MUNDO
Hacía 28 años que tenía el vicio del tabaco. Un día me propuse dejarlo pero por más que lo intenté, no lo lograba. Para ese entonces había empezado a estudiar la Ciencia Cristiana, así que le pedí a una practicista de esta Ciencia que orara por mí. Ella me recomendó varias lecturas y cuando me sentía desanimado, me alentaba a persistir en mi oración.
Uno de los pasajes que me ayudó mucho fue el siguiente: “El gusto depravado por bebidas alcohólicas, tabaco, té, café u opio, se destruye sólo por el dominio de la Mente sobre el cuerpo. Ese dominio normal se adquiere mediante fortaleza y comprensión divinas”. (Ciencia y Salud, pág. 406)
Continué orando, hasta que un día regresé a casa antes de lo acostumbrado porque no me encontraba bien. Me recosté y al rato me desperté totalmente recuperado. De pronto me di cuenta de que había pasado 6 horas sin fumar. Pensé que era la oportunidad que estaba buscando y a partir de ese momento dejé el cigarrillo.
Sin embargo, comencé a sentir mucha ansiedad. Recordé que existe la creencia de que cuando un organismo está acostumbrado al hábito de fumar de alguna forma reacciona cuando uno lo deja. Pero no me desalenté. Entendí que debía enfrentar esa creencia afirmándome en el hecho de que soy el hijo amado de Dios y que la única atracción verdadera es el Espíritu, el bien. De ese modo, pude superar la ansiedad y sanarme por completo de esa adicción.
Siempre he leído la Biblia con mucho interés y admiración. Una de las historias que más me gusta es la de Elías cuando desafía a los profetas de Baal. Eran cuatrocientos cincuenta hombres orando por su dios, y él estaba solo frente a ellos defendiendo al único Dios verdadero con total seguridad y firmeza. Elías sabía que Dios estaba con él. Dice: “Jehová... sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo”. (1° de Reyes 18:36)
Recuerdo que pensé que esa firmeza es contagiosa. Me dije: “Si Elías pudo hacerlo, yo también puedo lograrlo”. Comprendí que en el momento en que yo Lo aceptara como parte de mi vida, Dios se transformaría en una presencia permanente que no me abandonaría jamás. Y así fue.
Siento un constante agradecimiento a Dios y al conocimiento de la Ciencia Cristiana, porque es una enseñanza que se puede comprobar. Requiere de nosotros un cambio, una transformación espiritual. Aprendemos a ser obedientes, a poner en práctica aquello que se nos enseña y a recurrir a Dios para tomar decisiones. Cuando uno comprueba que esas enseñanzas dan fruto, se da cuenta de que puede solucionar todo tipo de situaciones.
Mary Baker Eddy afirma que “lo que bendice a uno bendice a todos” (Ciencia y Salud, pág. 206), y ciertamente la Ciencia Cristiana cambió totalmente no solo mi vida, sino también la de toda mi familia. Mi madre es una muestra de ello. Tiene noventa y un años y es totalmente independiente. Toma el colectivo y asiste a la iglesia por sí sola, todos los domingos.
El estudio de estas verdades espirituales ha sido una bendición y estoy infinitamente agradecido.
Ciudad de la Costa, Uruguay