Hacía 28 años que tenía el vicio del tabaco. Un día me propuse dejarlo pero por más que lo intenté, no lo lograba. Para ese entonces había empezado a estudiar la Ciencia Cristiana, así que le pedí a una practicista de esta Ciencia que orara por mí. Ella me recomendó varias lecturas y cuando me sentía desanimado, me alentaba a persistir en mi oración.
Uno de los pasajes que me ayudó mucho fue el siguiente: “El gusto depravado por bebidas alcohólicas, tabaco, té, café u opio, se destruye sólo por el dominio de la Mente sobre el cuerpo. Ese dominio normal se adquiere mediante fortaleza y comprensión divinas”. (Ciencia y Salud, pág. 406)
Continué orando, hasta que un día regresé a casa antes de lo acostumbrado porque no me encontraba bien. Me recosté y al rato me desperté totalmente recuperado. De pronto me di cuenta de que había pasado 6 horas sin fumar. Pensé que era la oportunidad que estaba buscando y a partir de ese momento dejé el cigarrillo.
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