Hoy me reintegré al trabajo después de una semana de haber presentado mi renuncia, la cual no fue aceptada. Abrí la puerta de mi oficina y vi los archivos un poco revueltos. Me molestó que mi compañera hubiera dejado informes confidenciales en ese estado. Entonces, mezclado con todo eso, vi la revista El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Inmediatamente me puse a leer el primer artículo que encontré "¿Qué piensas de Dios? de eso depende tu futuro". No sabía si llorar, reír, gritar o bailar; muchas cosas pasaron por mi mente. Sabía que lo que estaba sintiendo era una inmensa gratitud hacia el Cristo persuasivo y persistente, que estoy conociendo, y que no tiene la mínima intención de abandonarme jamás.
Voy a pensar, me dije, que lo único que ocupa mi vida cotidiana es mi relación con mi divino Padre. Dios no tiene problemas conmigo, me espera, me acompaña, está presente ahí donde estoy. Lo más maravilloso es saber que está aquí con todos Sus hijos.
En mi búsqueda de curación, recurrí a un psicólogo y a toda clase de medicina alternativa, pero no lograba obtener respuesta alguna a mi tristeza, angustia e inseguridad. Entonces una compañera de trabajo me dio un ejemplar de El Heraldo. Y yo que siempre creí en Dios y tantas veces lo culpé de mis sufrimientos y de mi desamparo, supe desde ese momento que había estado todo el tiempo protegida por Su amor y poder divinos. Reconocí que siempre había estado rodeada de muy buenas personas, siempre tuve trabajo, excelentes libros para aprender y leer, un compañero leal y tres hijos maravillosos a quienes amo con todo mi ser; una casa que construimos con mi marido y un auto para salir a trabajar y pasear.
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