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Caminos de misericordia

Del número de marzo de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


EN EL CAMPO, DONDE PASÉ LOS PRIMEROS AÑOS DE MI INFANCIA, REGÍA LA LEY DEL MÁS FUERTE, Y MIS ILUSIONES Y SUEÑOS IBAN POR ESE CAMINO.

No obstante, yo tenía miedo al fracaso pues mi contextura física no se ajustaba a ese perfil. Entonces viajé a la ciudad donde esperaba encontrar un comportamiento distinto, porque se decía que en ella esta ley era obsoleta. Pero mi ilusión duró poco, pues vi que la lucha por la supervivencia era bien ardua.

Pronto comprendí que la fuerza de voluntad se suma en ansiedad, afán e inquietud por desenvolverse con éxito en un mundo complejo y difícil. La competencia y el ánimo de superación muchas veces hacen que la derrota y el fracaso de unos sean el éxito de otros.

Entonces opté por recurrir a la religión estudié teología en el extranjero, gracias a una beca. Sin duda, muchas inquietudes se disiparon, pero no las suficientes como para borrar el desencanto. Enfermé de artritis y esto, unido a una penosa condición económica, me empujaba a una salida rápida y razonable: el suicidio.

Allí fue cuando Ilegó a mis manos una publicación de la Ciencia Cristiana donde al leerla, estas interrogantes me impactaron: "¿Acaso la luz conoce la oscuridad? ¿La Verdad conoce la mentira?" Estas preguntas me ayudaron a percibir que Dios no conoce el mal y que, por lo tanto, Su creación no tiene que sufrir los aparentes efectos que de esa creencia se deriven. Prácticamente, devoré las obras de Mary Baker Eddy, incluso su libro La Unidad del Bien, donde menciona que podemos pensar que Dios dice: "Yo soy el bien infinito, por tanto no conozco el mal. Morando en la luz, no puedo ver sino el esplendor de Mi propia gloria".La Unidad del Bien, pág. 18.

Habré razonado sobre estas ideas tal vez un año o dos, hasta que un buen día noté que ya no me dolían las articulaciones al bañarme con agua fría y que las corrientes de aire no me afectaban ni me producían los espasmos de la artritis. Cuando esto ocurrió, me alegré tanto que hasta Iloré. Había comenzado a ceder el desencanto.

Otro paso de progreso que me Ilevó a la curación fue un cambio de concepto en cuanto a lo que entendía por la misericordia que viene de Dios. Por mucho tiempo había acudido a Él para que se compadeciera de mí con la esperanza de obtener lo que no creía tener, es decir, mi salud. Pero cuando empecé a comprender que la misericordia tenía que ver con el cuidado, la ternura y la perfección con que el Divino nos hizo, fui guiado a verme bajo una luz más espiritual, hasta que se produjo la curación.

Con el tiempo también cambió el enfoque de mi oración, de pedir lo que no creía tener a reconocer lo que Dios ya me había dado. Esto para mí quedó ilustrado en la experiencia bíblica de Job. Comprendí que no fue la angustia de Job lo que movió al Espíritu a sanarlo y sacarlo de su tragedia, sino que Dios hizo que Job se viera como Él lo había creado. Le dijo: "Adórnate ahora de majestad y de alteza y vístete de honra y hermosura". Job 40:10.

En cuanto a mi temor al fracaso, lo que me Ilevó a vencerlo fue un sentido más espiritual de la vida, observando el propósito y utilidad únicos que tiene cada objeto de la creación. Por ejemplo, en el caso de un árbol, es crecer para dar su sombra a aves y ganado, purificar el aire y embellecer sus alrededores. De un río, es fertilizar las labranzas y formar arroyuelos que refrescan la tierra y mitigan la sed.

Dios nos ha dado a cada uno un propósito en la vida para que expresemos Su honra, hermosura y majestad. Su voluntad es nuestro bien. Ésta es Su misericordia. No es la lucha de la fuerza de voluntad lo que Ileva a la felicidad, sino el reconocimiento sereno de que nuestra naturaleza es espiritual y de que toda nuestra existencia depende de la de Dios, el bien, quien nos da descanso y tranquilidad permanentes.

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