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Por encima del conflicto

Del número de marzo de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Este mes los cristianos de todo el mundo se regocijan en la Pascua, que celebra la resurrección de Cristo Jesús de la tumba, y luego su ascensión del mundo material, suceso que está más allá del tiempo y que nos Ilena de inspiración. A través de estos hechos, Jesús probó para todas las épocas que la vida no tiene fin. De hecho, su resurrección de la tumba demostró inequívocamente que su fuente, y nuestra fuente, es la Vida divina misma. Esta vida que constantemente renueva, inspira y promueve el desarrollo de cada uno de nosotros a medida que progresamos en nuestro camino espiritual, ahora y para toda la eternidad.

Hoy en día, nuestras pequeñas resurrecciones ocurren a diario, a cada hora, a medida que aprendemos a apoyarnos en la Vida divina para que traiga energía y restauración a nuestra vida, elevándonos fuera del pensamiento materialista y guiándonos a nuestra resurrección final, al igual que Jesús, fuera de toda creencia material.

Cuando la vida toma un rumbo inesperado, a veces descendente, podemos tener la esperanza de que nuestro estado natural de serenidad, buena salud, equilibrio y armonia será totalmente restaurado. El profeta Joel nos dejó esta sagrada promesa: "[Yo, Dios] restituiré los años que comió la oruga". Joel 2:25.

Esta promesa continúa brindando consuelo y apoyo a todos. La Pascua no ocurre simplemente una vez al año. La resurrección no se produce una sola vez. Dios nos presenta de manera continua épocas de renovación que constantemente nos revitalizan y brindan inspiración.

¡La vista era espectacular! Pocos momentos antes habíamos estado flotando muy cerca de los techos de las casas y conversando en Francés con los granjeros que estaban allá abajo. Ahora, con dos o tres bocanadas de aire caliente, nos habíamos elevado muy por encima de todo ruido, con excepción del que se oía en nuestra barquilla. De pronto apareció un tapiz verde de distintos diseños, increíblemente hermoso, contra el brillante horizonte azul.

Volábamos en un globo aerostático flotando serenamente sobre el Valle del Loira en el centro de Francia. Lo que sucedía allá abajo, parecía ser mucho menos importante que el gozo y la paz que sentíamos en esos momentos allá por encima de la tierra.

Cuando recuerdo esas imágenes de hace tantos años, volando sin esfuerzo alguno, mi pensamiento se eleva, pues, me ha dejado una lección espiritual.

¿Qué lección? La de continuar volando cada vez más alto, es decir, que si continúo elevando mi pensamiento a una altitud mayor donde tomo consciencia de mi ser espiritual y el de los demás, voy a sentir esa misma sensación de paz y serenidad que me ayuda a mantener mi equilibrio espiritual. Y éste a su vez me fortalece para enfrentar los desafíos de la vida desde una perspectiva cada vez más alta.

Nadie ha demostrado mejor lo valioso que es mantener esta perspectiva espiritualizada, que Jesús. Él constantemente elevaba su pensamiento por encima de las creencias materiales, acercándose cada vez más a su resurrección final fuera de toda materialidad. Al sanar y predicar, Jesús mantenía su pensamiento firme y sublime, una visión totalmente espiritual de la realidad, y eso le permitía desafiar y superar los conceptos terrenales definidos por los sentidos materiales. Así fue como pudo caminar sobre el agua, sanar enfermedades incurables y resucitar muertos.

También comprendió que era importante mantener el pensamiento por encima de la atracción magnética del físico, o lo que la Biblia Ilama mente carnal. Las Escrituras cuentan que en una ocasión Jesús ayunó en el desierto durante 40 días. Las sugestiones mentales maliciosas lo tentaron para que se arrojara desde gran altura para demostrar su inmortalidad y que era el Hijo de Dios. Véase Mateo 4:1–11.

Pero Jesús no se dejó tentar. ¿Acaso el mundo sólo escucharía su mensaje si él hacía esas proezas milagrosas, tal como sobrevivir a una caída de esa altura? Un acto tan temerario hubiera sido dramático, pero es lógico que Jesús debe de haber sabido que no necesitaba ponerse al mismo nivel de la mente carnal para probar que era el Hijo de Dios. Sólo la elevación espiritual de sus enseñanzas y curaciones, basadas en el amor eterno de Dios atraería a la humanidad hacia su mensaje de salvación. De modo que se negó. Luego le vino la sugestión mental de que si él se postraba y adoraba al diablo, o el mal, podría regir sobre todos los reinos del mundo. La respuesta de Jesús a la atracción terrenal de estas sugestiones diabólicas fue simple y directa: "¡Vete de aquí, Satanás!... las escrituras dicen: Adorarás al Señor tu Dios, y sólo a Él servirás". Mateo 4:8–10, según versión J. B. Phillips.

Esta decisión práctica y reflexiva ilustraba la devoción espiritual de Jesús y le permitió demostrar que la vida está perpetuamente en el Espíritu, no en la materia. Como resultado, tuvo la habilidad de discernir el corazón de los demás y sanar todo tipo de enfermedades, como demencia, parálisis, ceguera y sordera, entre muchos otros problemas.

Jesús demostró que vivir en un estado elevado de consciencia espiritual trae una atmósfera sanadora a todos aquellos con quienes nos encontramos. Su vida sentó las bases para que toda la humanidad probara la premisa básica de que somos espirituales aquí y ahora, y que nosotros también podemos liberarnos cada vez más y para siempre del pecado, la enfermedad y la muerte.

Jesús también comprendió la importancia de mantener intacta su excelencia moral, propia del Cristo, resistiendo la tendencia humana a diluirla. Mary Baker Eddy hizo referencia a esto en Ciencia y Salud: "Es la espiritualización del pensamiento y la cristianización de la vida diaria, en contraste con los resultados de la horrible farsa de la existencia material; es la castidad y pureza, en contraste con las tendencias degradantes y la gravitación hacia lo terrenal del sensualismo y de la impureza, lo que realmente comprueba el origen y la eficacia divinos de la Ciencia Cristiana". Ciencia y Salud, pág. 272.

Ya sea que uno enfrente la tentación de actuar con bajeza en una situación ética, o se entregue al alcohol, las drogas, la promiscuidad sexual, o algún acto ilícito, la Ciencia del Cristo siempre despertará y elevará a la humanidad para que promueva la pureza y viva sanamente. En mi caso he visto que a medida que supero los deseos materialistas y contranaturales, o voluntad humana, el Cristo —la influencia divina, siempre activa y presente en la consciencia humana— revive mi pensamiento sacándolo fuera de una perspectiva materialista, hacia un reconocimiento más puro de mí mismo y de los demás como la expresión de Dios, el Espíritu.

Jesús probó que podemos liberarnos del pecado, la enfermedad y la muerte.

Si deseamos elevarnos completamente por encima de los placeres y dolores del sentido material como hizo Jesús, debemos vigilar nuestros pensamientos y acciones. Tenemos que estar dispuestos a resistir las tendencias que nos podrían Ilevar a circunstancias que retrasen o incluso eliminen la oportunidad de tener una vida pura y productiva. Mantener a Dios, el bien infinito, primero en el pensamiento impide que tomemos decisiones equivocadas y que suframos los dolores y remordimientos que derivan de las mismas.

A veces nos consideramos a nosotros mismos y a los demás de una manera muy personal. La Ciencia Cristiana nos ayuda a no caer en las garras del resentimiento, celos, ira, lujuria, obsesión, de sentirnos heridos y otros sentimientos semejantes, que son tan destructivos. Podemos liberarnos de ellos recurriendo de todo corazón a Dios y permitiendo que el Espíritu nos eleve por encima de lo que al principio puede parecer una resistencia imposible de superar. Pero a medida que nos sentimos inspirados e impulsados por la pureza del Cristo, estas obstrucciones mentales se disuelven naturalmente.

Recuerdo una vez en que estas ideas espirituales fueron muy reales para mí. En aquel entonces, me encontré en una situación comercial en la que tuve que enfrentar mucho odio y celos venenosos en mi contra. Un antiguo empleado se volvió un feroz competidor que no ocultaba su deseo de que mi empresa fracasara. Al comienzo, me defendí con toda mi fuerza de voluntad, amenazando a los proveedores que si hacían negocios con mi competidor yo no les haría más pedidos. Esta estrategia me arrastró en un espiral descendente que presentó otras oportunidades de estar en guerra contra él y temer las posibles consecuencias de las acciones de ambos. A mí no me gustaba actuar de esa forma, pero sentía que tenía que defenderme. No mucho tiempo después sentí los efectos adversos de mi propio comportamiento.

Una noche, mientras manejaba de regreso a casa, sentí de pronto que iba a perder el conocimiento. Me invadió el temor: "Vas a tener un ataque al corazón, vas a tener una apoplejía, te vas a morir". Aunque no tenía ningún dolor, me sentía débil físicamente y me costaba respirar, así que de inmediato me estacioné al costado de la autopista, salí del auto y empecé a orar, argumentando en contra de esa agresiva imposición mental sobre mi bienestar.

Caminé alrededor del coche declarando lo que sentía que era verdad acerca de mí: que soy el hijo de Dios, y, por lo tanto, no podía sufrir mal alguno; que Dios es mi vida y mi mente; que por ser la imagen de Dios, no estoy sujeto a la enfermedad ni a la muerte. Razoné que Dios es el Todopoderoso y yo Lo reflejo. Es decir, debo expresar Su poder ilimitado. En aquellos pocos minutos, la situación mental cambió, y supe que Dios el bien infinito —el único poder real— tenía el control de mi vida.

También declaré que no tenía enemigos. Me di cuenta de que si Dios, el Amor divino, está siempre presente y Ilena todo el espacio, no había lugar para el odio. Ilegué a la conclusión de que por ser totalmente espiritual, yo no podía odiar ni tener miedo a nadie. Sólo podía amar con el amor de Dios, incluso a aquellos que estaban en mi contra. Este punto de vista tan inspirado tuvo un efecto liberador e inmediato. Me sentí fortalecido y manejé tranquilo el resto del camino a casa. Aunque durante las semanas siguientes los síntomas trataron de reaparecer algunas veces, los rechacé cada vez acercando mi pensamiento más a Dios y declarando Su poder y presencia, hasta que finalmente desaparecieron para nunca volver.

Por ser totalmente espiritual no podía odiar ni tener miedo a nadie.

Con esta experiencia me di cuenta de algo profundo: La comprensión de mi relación con Dios me había elevado a un nuevo nivel de consciencia que me había salvado, y que cambió también mi comportamiento. Ya no podría regresar más a las antiguas formas de definirme a mí mismo y a la vida, como tampoco a aquellas maneras de enfrentar una equivocación. Esa misma noche decidí dedicarme por completo a la práctica de curación en la Ciencia Cristiana. Como resultado, vendí mi negocio, lo que a su vez me liberó totalmente del desafío que había enfrentado. Esta solución demostró ser la respuesta acertada a la situación para todos los involucrados. Jamás miré atrás.

Así como el Apóstol Pablo vio que "el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz", Romanos 8:6. yo también había obtenido una percepción similar que cambió mi vida para siempre. Ya no combatiría el error con el error, ni la voluntad humana con la voluntad humana. Ya nunca pensaría a sabiendas que el mal o la enfermedad eran reales. Dios, el bien infinito y todo poderoso me había revelado Su forma más santa y elevada de hacer las cosas.

Considero que Mary Baker Eddy explica esta manera más elevada de pensar y la transformación de consciencia resultante, en la interpretación espiritual que ofrece en Ciencia y Salud de la palabra resurrección: "Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material sometiéndose a la comprensión espiritual". Ciencia y Salud, pág. 593.

Esta transformación impulsada por Dios que cambió mi manera de pensar y vivir, ocurrió hace más de 20 años. Hasta el día de hoy, continúo aprendiendo el valor y la libertad que se siente cuando se vence aun la más mínima atracción terrenal del mal con la profunda comprensión de que Dios está siempre presente y es el antídoto infalible para erradicar la creencia en todo lo que sea desemejante a Él.

Mary Baker Eddy dice que el "propósito del Amor divino es el de resucitar el entendimiento, y el reino de Dios, el reino de la armonía ya dentro de nosotros". Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 154. El reino de los cielos está presente ahora mismo —y por siempre existirá eterno y poderoso— en la consciencia de cada uno. De modo que en realidad, esta resurrección, esta espiritualización del pensamiento, es posible para todos, ahora mismo.

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