Este mes los cristianos de todo el mundo se regocijan en la Pascua, que celebra la resurrección de Cristo Jesús de la tumba, y luego su ascensión del mundo material, suceso que está más allá del tiempo y que nos Ilena de inspiración. A través de estos hechos, Jesús probó para todas las épocas que la vida no tiene fin. De hecho, su resurrección de la tumba demostró inequívocamente que su fuente, y nuestra fuente, es la Vida divina misma. Esta vida que constantemente renueva, inspira y promueve el desarrollo de cada uno de nosotros a medida que progresamos en nuestro camino espiritual, ahora y para toda la eternidad.
Hoy en día, nuestras pequeñas resurrecciones ocurren a diario, a cada hora, a medida que aprendemos a apoyarnos en la Vida divina para que traiga energía y restauración a nuestra vida, elevándonos fuera del pensamiento materialista y guiándonos a nuestra resurrección final, al igual que Jesús, fuera de toda creencia material.
Cuando la vida toma un rumbo inesperado, a veces descendente, podemos tener la esperanza de que nuestro estado natural de serenidad, buena salud, equilibrio y armonia será totalmente restaurado. El profeta Joel nos dejó esta sagrada promesa: "[Yo, Dios] restituiré los años que comió la oruga". Joel 2:25.
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