Brujas, sortilegios, magia, son palabras que parecen sacadas de un cuento de hadas. ¿Quién no ha leído "Blanca Nieves y los siete enanitos" o visto la película de Harry Potter?
Hace unos días estuve pensando en este pasaje de la Biblia: "No sea hallado... quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas". Deuteronomio 18:10-13. Esto me hizo pensar que los comentarios y opiniones con que nos abruman los medios de comunicación son en muchos casos puras especulaciones. No basta sino ver las tapas de las revistas. ¡Son hipnóticas! Me he dado cuenta de que con frecuencia oír hablar o leer la opinión de los "expertos" es como escuchar adivinadores, sortílegos y agoreros, porque nadie parece saber mucho con certeza.
Por ejemplo, un día las empresas farmacéuticas dicen que determinado medicamento es muy bueno, y poco tiempo después descubren que sus efectos secundarios pueden ser fatales y que ya no es tan bueno como se creía. Un día los economistas anuncian medidas que según ellos sacarán de la indigencia a millones de personas, y al poco tiempo se comprueba que no eran eficaces como se pensaba. Del mismo modo, se habla con obsesión acerca de la necesidad de hacer dietas y ejercicio porque hay que estar delgado. Sin embargo, hace apenas unas semanas, se dio a conocer el resultado de unos estudios según los cuales es bueno tener unos kilos de más porque esto parece darle a uno más defensas para enfrentar ciertas enfermedades.
¿Quién tiene la verdad?
La Ciencia Cristiana me ha ayudado a comprender que para responder a esta pregunta es bueno cuestionar lo que oímos y estar atentos a lo que aceptamos en nuestro pensamiento. En Proverbios leemos: "El simple cree cuanto le dicen; pero el prudente mira bien sus pasos". Proverbios 14:15, Versión Moderna.
Estoy de acuerdo en que a veces la evidencia ante nuestros ojos parece demasiado convincente como para no aceptarla. Pero la experiencia enseña que una buena manera de decidir si algo es bueno o malo, es determinar su origen. Si viene de la Mente divina, que es el bien absoluto, es algo que puedo aceptar. Si no viene de Dios, proviene del pensamiento del mundo, entonces puedo cuestionarlo y, si no estoy de acuerdo con él, refutarlo con firmeza y sin miedo, sabiendo que sólo el Amor divino tiene todo el poder. Persistencia y una confianza absoluta en Dios son los elementos, siento yo, a los que uno tiene que aferrarse cuando enfrenta cualquier situación difícil en la vida.
En este número del Heraldo, nuestros colaboradores hablan acerca de la importancia de ver nuestra vida desde la perspectiva que Dios la ve, y de no dejarnos engañar por los sentidos físicos ni por las opiniones que nos rodean.
Además, tenemos el gusto de publicar una entrevista con el baterista de jazz Eduardo Casalla, quien mediante la oración ha podido comprobar en muchas ocasiones que Dios forma parte integral de nuestra vida, y es una fuente segura a quien recurrir.
Mary Baker Eddy resume la presencia y bondad constantes del Amor divino, cuando afirma que Dios es el bien infinito y no conoce el mal. Y puesto que mora en la luz, sólo puede ver el esplendor de Su propia gloria. La unidad del bien, pág. 18.
El hecho es que como todos hemos sido divinamente creados, tenemos la capacidad de expresar la sabiduría y el discernimiento de la Mente infinita, sin tener que aceptar sin cuestionar todo lo que escuchamos.
Con afecto,
 
    
