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Sana de lumbalgia crónica

Del número de marzo de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día, quise levantarme para hacer mis labores y un fuerte dolor de espalda me lo impidió. El dolor era tal que me resultó imposible salir de la cama. A la mañana siguiente, como no pude asistir al trabajo debido a que el dolor me impedía caminar, fui al hospital para que dieran un certificado de incapacidad para poder faltar al trabajo. Aproveché ese tiempo para orar.

En el hospital me diagnosticaron lumbalgia crónica, y me dijeron que no podría caminar mucho ni hacer ningún esfuerzo, y que debía guardar reposo.

El estudio de la Ciencia Cristiana me ha enseñado que para Dios nada es imposible, así que me dije: "Ponte a orar y a reconocer que tu Padre está contigo". Entonces comencé a leer el Salmo 121 donde dice: "Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra". Me esforcé por seguir el consejo que Mary Baker Eddy da en Ciencia y Salud: "Levantaos en la fuerza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien". (pág. 393)

Cuando oraba declaraba las verdades espirituales que había aprendido, afirmando que no hay dolor ni enfermedad porque Dios no los ha creado. Que Él es mi Vida, mi luz y mi fortaleza. El único poder que me gobierna. Y que yo soy espiritual, una idea completa del bien infinito. Pero sobre todas las cosas insistía en el hecho de que Dios me ama, me necesita y nunca me limita.

Otra cita de Ciencia y Salud que me ayudó mucho fue la "declaración científica del ser", que dice en parte: "El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual". (pág. 468)

En el trabajo me dijeron que esa enfermedad era incurable y que tendría que estar en tratamiento constante. De manera que me di a la tarea de darme tratamiento constante mediante la oración para refutar esa sugestión. Así fue como el dolor empezó a desaparecer poco a poco, hasta que finalmente, todos los síntomas fueron desapareciendo por la acción de la Mente divina, y sané por completo.

Ahora puedo realizar todas mis actividades sin dolor alguno. Realmente, Dios ha demostrado ser mi doctor y la Mente divina mi medicina. Siento profunda gratitud a mi Padre-Madre Dios por Su grandioso amor y a la Ciencia Cristiana por esta curación.


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