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El nido de hornero

Del número de marzo de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una mañana luminosa de verano, iba caminando con amigos, admirando la vegetación de uno de nuestros parques en el Uruguay, cuando uno de ellos hizo notar a los demás un árbol seco que se inclinaba sobre el arroyo. En una de sus ramas un nido de hornero se reflejaba en el agua.

El hornero es un pájaro de color pardo acanelado propio de América Central y Meridional. Cada primavera construye su hogar con barro y ramitas. El nido u horno, consta de dos habitaciones, la primera tiene la misión de resguardar de vientos y Iluvias a la segunda o dormitorio. donde la hembra empolla los huevos. En mi país, la puerta del horno da siempre al norte, evitando así que el azote del viento pampero que sopla del sudoeste dañe a los pichones.

El nido es una perfecta obra de arte.

Mirando el que tenía en ese momento frente a mí, no pude menos que maravillarme ante ese excelente trabajo que desafía el clima e incluso los años, tanto, que el hombre de campo imitó al hornero construyendo su humilde rancho de la misma manera y utilizando idénticos materiales.

Las preguntas surgieron naturalmente entre nosotros, admirados del ingenio de esta ave: ¿Quién le enseñó a hacer el nido? ¿Quién le dijo hacia qué punto cardinal debía orientar su puerta?

Las respuestas fueron varias y muy inspiradas, pero la que más nos satisfizo fue que la inteligencia procede de un único origen: Dios, la Mente divina. El Creador ha dotado a toda Su obra de todas las cualidades que Él posee, tales como inteligencia, habilidad, arte, talento. Y todas Sus criaturas reflejan esos atributos. Dios mantiene a los astros en sus órbitas y regula la actividad del universo entero así como la del hombre. Recordamos una frase del libro Ciencia y Salud, donde M. B. Eddy dice: "La única inteligencia o sustancia de un pensamiento, de una semilla o de una flor es Dios, su creador... La Mente es la Vida, la Verdad y el Amor, que gobierna todo". Ciencia y Salud, pág. 508.

Más tarde y ya a solas, pensé mucho en la frase citada y en el alcance ilimitado de lo que significaba, sobre la maravilla de que el Creador único, el Espíritu, está presente en cada detalle de la creación espiritual y la manera en que cada uno de nosotros, habiendo sido hechos por Él, lo reflejamos inteligentemente.

Recordé cuando, hace ya algunos años, la menor de mis hijas se quejaba continuamente de que no podía entender las clases de matemática. Yo trataba de explicarle las verdades antes citadas. Le hablaba de su derecho a expresar la inteligencia con la que fue creada, esa herencia incorruptible de perspicacia y comprensión, que poseía por ser hija de Dios. Pero nada de eso parecía dar resultado. Ella continuaba sin poder entender, paralizada de temor cuando el profesor le hacía una pregunta que ella creía no saber. Luego de pasado algún tiempo, retomó el estudio de Ciencia y Salud que había abandonado, y en él mi hija fue redescubriendo su innata capacidad de aprendizaje y su derecho a expresar las cualidades de la Mente que es Dios. Un día, se dio cuenta de lo fácil que le resultaba entender una ecuación que hasta entonces le había parecido un jeroglífico. De acuerdo con su relato, lo consideró tan simple que temió haberse equivocado en la respuesta. Pero no, había calculado correctamente. Ella vio entonces que había sido el temor a no entender lo que la había paralizado, y el desconocimiento de su identidad como hija de la Mente omnisapiente lo que había impedido que manifestara su natural inteligencia.

También pudo ver que el hombre espiritual creado por Dios está consciente de sus cualidades dadas por el Creador. No necesita acrecentarlas ni adquirirlas, porque han formado parte de su naturaleza espiritual desde toda la eternidad.

Como Mary Baker Eddy explica en Ciencia y Salud, no se trata de una evolución material donde la molécula se transforma en mente, sino más bien, una revelación espiritual, donde la Mente divina se manifiesta en el hombre y en el universo. ibíd., pág. 68.

Yo también gané algo durante esa experiencia, y estoy tratando de mirar lo que me rodea de otra manera, como dice Ciencia y Salud: "Cuando aprendamos el camino en la Ciencia Cristiana y reconozcamos el ser espiritual del hombre, veremos y comprenderemos la creación—todas las glorias de la tierra y del cielo y del hombre".

Aprendí a admirar la inteligencia de la mano creadora hasta en los más pequeños detalles, desde el nido del hornero hasta el girar natural de una flor hacia la luz del sol. Dios se expresa a través de toda Su creación espiritual y es nuestro privilegio ser partícipes de esa expresión divina.

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