Cada vez que veo en los noticieros o en los diarios informes acerca de catástrofes climáticas o desequilibrios que ponen en riesgo el bienestar de la gente, mi corazón se ve movido, como el de mucha gente, a orar. Aunque a primera vista pueda parecer que es una circunstancia externa a nosotros, sobre la cual nada podemos hacer, encontramos en la Biblia muchos relatos en los cuales la oración de hombres consagrados logró poner a raya los peligros inminentes por problemas atmosféricos.
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