Después del fallecimiento de mi primera esposa, comencé a dudar de mis creencias religiosas. Ya no tenía ese sentido de dirección que había tenido antes.
En abril de 2004, me diagnosticaron cáncer de próstata. Después de luchar por un tiempo con los malestares y aplacar la preocupación de mi familia, busqué consejo médico. El doctor que me examinó me refirió a un especialista, quien confirmó el diagnóstico y me prescribió un tratamiento.
Fue entonces cuando mi determinación espiritual se reanimó con fuerza. Recuerdo que le dije al médico que era Científico Cristiano y creía en el poder de la oración, por lo que quería tomarme un tiempo para hacerle frente a la situación a mi modo. El especialista me dijo que si quería me podía tomar seis meses y que luego podía volver a verlo.
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