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Se dislocó la mandíbula

Del número de mayo de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Leyendo una frase de Mary Baker Eddy que dice: "La Ciencia debe recorrer todo el terreno y desenterrar toda semilla sembrada por el error", me puse a pensar en cuántas semillas han sido "desenterradas" en mi vida a lo largo de 23 años de conocer la Ciencia Cristiana. (Véase Ciencia y Salud, pág. 79)

Siento que han sido muchas. Algunas de ellas eran superficiales. Otras, demasiado profundas y arraigadas. Costó trabajo, y a veces hasta lágrimas sacarlas a la luz, pero finalmente salieron para ser erradicadas, porque reconocí que habían sido sembradas por el "maligno", no por mi Padre celestial, el Divino sembrador.

Para "desenterrar" esas semillas hubo necesidad de cavar profundo en "todo el terreno" de mi consciencia. En esa labor, encontré malas hierbas como temor, orgullo, odio, resentimiento, envidia, venganza, malestar, coraje [ira]. Malas hierbas que sólo conducen a la enfermedad, el pecado y la muerte.

Mas el Consolador, el divino mensaje sanador que es la Ciencia Cristiana, vino al rescate para "abonar" con su tierno Amor el terreno de mi consciencia. El "ambiente de divino Amor," como dice el poema, fertilizó la tierra y mi mente se llenó de renuevos y frutos. (Himnario de la Ciencia Cristiana Nº 144)

Curaciones sencillas como flores del campo brotaron de esa tierra antes árida, llenando de perfume y color el jardín de mi vida. ¡Cuántos renuevos a mi rededor! ¡Testigos vivientes de la gloria de Dios!

Como un ramillete de bellas flores son las curaciones que atesoro como grandes bendiciones. Sané de una obstrucción en los riñones, de infección en el rostro, de fractura de muñeca y brazo y de desprendimiento del lado izquierdo de la mandíbula inferior.

A esta última experiencia me quiero referir especialmente, porque un cambio de pensamiento produjo la curación instantánea.

Hace algún tiempo pedí a una amiga que me acompañara a una reunión en un despacho de abogados. Quedamos de vernos a una hora y un lugar determinados. Cuando salí de mi casa hice un movimiento para despedirme y debajo de la oreja izquierda sentí cómo se desprendía el hueso de la mandíbula inferior. Mi cara se desfiguró. Sólo puse mi mano sobre ella para calmar el dolor y subí a mi auto.

Mientras esperaba a mi amiga me puse a pensar en algo que me ayudara a corregir la situación, ya que no me podía presentar a la junta con la cara desfigurada.

En mi agenda encontré anotada esta frase: "El orgullo egoísta del pensador malévolo lo daña [a él mismo cuando] quisiera perjudicar a los demás... El que piensa correctamente mora bajo la sombra del Omnipotente. Sus pensamientos sólo pueden reflejar paz, buena voluntad hacia los hombres, salud y santidad". (Miscelánea, pág. 210)

Un claro rayo de luz penetró en mi pensamiento y comprendí que esto había sido provocado por la mala predisposición que yo sentía por el abuso que estos abogados estaban cometiendo al cobrarme un costo excesivo. Comprendí que debía cambiar mi punto de vista y verlos con paz y buena voluntad.

Al instante la mandíbula se acomodó en su lugar. Para cuando llegó el momento de la junta, mi rostro estaba en perfecto estado. Además, el asunto con los abogados se resolvió tranquilamente.

Más tarde tuve oportunidad de comentar esta situación con una odontóloga y ella me dijo que ese acomodamiento es difícil y ellos sólo lo hacen a través de mucha fuerza a intenso dolor para el paciente.

Agradecí a Dios de todo corazón porque otra semilla sembrada por el error había sido desenterrada, y por haber resuelto el problema legal. No cabe duda de que la Ciencia Cristiana es una gran bendición.


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